31/1/07

El Diario de Jules Renard

No tengo el libro delante. Ni detrás, ni perdido, en ningún sitio. Está en la biblioteca, lo devolví en una vida anterior; seguirá allí si nadie lo robó o lo subrayó hasta volverlo borrón, hasta enterrarlo bajo tanto arado bic, hasta convertirlo en una sopa de letras con cucarachas muertas, o en una sopa de cucarachas con letras muertas. Yo era como uno de esos monjes amanuenses que copiaban los libros para que no se perdieran; a falta de presupuesto gorroneaba en la biblioteca, y como me jodía despedirme de algunos libros para no volver a verlos nunca más, como una urraca clonaba en mis libretas los fragmentos de oro, o de plata, o de lata, qué más da... frases, frases, párrafos...

La edición de Mondadori del Diario (otro Diario) de Jules Renard (1964-1910) es una ristra de aforismos. Un diario limón, es, por ácido, por desinfectante, que vemos gotear en el ojo del prójimo, y como somos bastante cabrones nos hace gracia ver al prójimo menearse de puro fervor mientras se frota el ojo escocido. Pero también es nuestro ojo, y el ojo de Renard, que no se arredra ante nada.

Copio aquí algunas cosas:

"29 de mayo. Por fin soy calvo. ¡Mejor así! ¿De qué me servían los cabellos!"


"No entiendo nada de la vida, pero no digo que sea posible que Dios entienda algo"


"¿Seguro qué nacimos para vivir?"

"Intentan que sus bostezos parezcan sonrisas"


"Tormenta. Temo al rayo inteligente."


"El feminismo es no contar con el príncipe azul."


"¡Y cuidado! En este mismo momento exageras, haces frases. Ya no eres sincero. En cuanto quieres mirarte en el espejo, tu aliento lo empaña."


"Para triunfar hay que escribir inmundicias o bien obras maestras. ¿De qué siente usted más capaz?"


"Así, somos indiferentes a las desgracias de los demás, a menos que nos causen placer."


"Para triunfar de veras, primero tienes que triunfar, y luego que los demás fracasen."


"¡Qué estéril es la vida de un hombre de letras que no triunfa! Dios mío, yo soy inteligente, más inteligente que muchos. Es evidente. Ya que leo
La tentación de san Antonio sin dormirme."

"Nuestra vida parece un ensayo."


"Soy ese señor que siempre tiene -¡ay!- la frasecita divertida."


"Pienso en alguien que ya ha muerto. Y también tú, al leer esta frase, piensas:

-Él también está muerto."


"Uno siempre se equivoca sobre sus contemporáneos. Así que no los leamos."


"Los ausentes siempre se equivocan al regresar."


Y bien; hay también muchas greguerías, o pre-greguerías, porque aún no las había inventado Ramón, o más bien, no les había puesto nombre.

Lúcido, cínico, sincero y "triste como un Verlaine de pueblo".

29/1/07

El crítico y la ración de cama; sin misterios

De Papel en blanco voy a The Guardian; allí, Zadie Smith publica en dos partes un artículo cojonudo y necesario sobre el "arte" de separar churras de merinas en el mundo literario. Aboga la Smith por una crítica subjetiva, abiertamente personal, con las cartas boca arriba, frente a los corsés falsamente cientificistas de otro tipo de crítica de laboratorio cartón-piedra que sustituyeron la lectura por la disección y la escritura de reseñas por la enumeración de errores gramaticales y estructurales o neuronales...

¿Cómo ser objetivo ante la esencia de la persona hecha escritura que es un libro literario, y un libro cualquiera, qué cojones?: Subjetividad elevada a la enésima potencia, ni más ni menos, el yo espolvoreado por unas hojas aunque describa una mesilla, una nave espacial aterrizando en Marte, un libro.

El gran Vicente Risco se me aparece en la butaca de al lado; tiene las piernas cruzadas, me recuerda a una fotografía de Joyce en la que sale todo pancho; no me dice nada, don Vicente, no es como la Virgen cuando se aparece que mete parrafadas a lo Fidel sobre lo humano y lo divino, sobre el presente y el futuro, sobre el más allá y el más aquí. Don Vicente es más oriental, un sabio zen. No hace falta que hable; me dicta por telepatía unas frases que quiere que trascriba. Sí, maestro. Es sobre arte abstracto:
"Muchos de los que rechazan el arte abstracto, es que no permanecen tiempo suficiente en cama por las mañanas." ("De las vacas abstractas", Libro de las horas).

Jejeje, sonríe. Sabe que la cama no es la vara de medir de algunos meapilas.

"Las ideas, los temas, las observaciones, las vivencias, las experiencias, los deseos, los gustos, los disgustos, son las cosas que son todas las cosas."

PD: Ya lo apuntaba Ezra Pound. Y un gran artículo sobre esto mismo que descubrí hace un rato en el blog de Edmundo.

28/1/07

Los diarios de Cheever

Hay Diarios que me deprimen. Por ejemplo los de John Cheever, los de Pessoa, o los de Pavese, que me gustan menos, si es que estas cosas le pueden gustar a uno, como si hablásemos de unos zapatos. Y en cambio cuando menos ganas tiene uno de brincar de alegría como un potro mamón solo parece tener el cuerpo para picar en uno de esos testamentos, en los que un tipo vuelca sus deshechos, sus ardores, su desesperación, su dolorosa mierda, con perdón. Y lo que es peor, que toda la caca se parece.

Los Diarios de Cheever (definido como el "Chejov de las urbanizaciones norteamericanas") están escritos, aparentemente, con una serenidad asombrosa, y por ello mismo parecen escarbar más eficazmente allí dónde no se suele escarbar ni con el dedo ni con la pluma, ese pozo petrolífero de la infelicidad, pues la mano que escribe es una mano tranquila, sin escrúpulos, una mano ajena a su dueño.

Abro el tomo de Emecé (2004) por la página 200:
"Me levanto a desayunar a las seis y media; de buen humor, creo, mientras me afeito, por así decirlo, Mary se levanta, frunce el entrecejo, tose, gime suavemente y digo con crueldad:<<¿Hay algo que pueda hacer por ti, aparte de caerme muerto?>> Como no me preparan el desayuno, no lo tomo; pero tener que repetir a estas alturas del día y de nuestra vida las amargas y horribles peleas de nuestros padres, dando vueltas furiosamente en torno al tostador y el exprimidor como viejos gladiadores encorvados y desdentados, lanzándonos ponzoña, bilis, odio y malhumor..."

24/1/07

La vida como abeja: Amelie-san en la colmena


“El señor Haneda era el superior del señor Omochi, que era el superior del señor Saito, que era el superior de la señorita Mori, que era mi superiora. Y yo no era superiora de nadie.
Podríamos decirlo de otro modo. Yo estaba a las órdenes de la señorita Mori, que estaba a las órdenes del señor Saito, y así sucesivamente, con tal precisión que, siguiendo el escalafón, las órdenes podían ir saltando de niveles jerárquicos.
Así pues, en la compañía Yumimoto yo estaba a las órdenes de todo el mundo.”
La vida es un infierno, o un purgatorio; el infierno son los otros, que decía el filósofo, o el purgatorio son los otros. Los otros es una empresa japonesa, en este caso; el infierno es un infierno que tiene sus cosas malas, muy malas y regulares, como todos los infiernos; pero Amelie-san se toma la vida con filosofía. Sabe que después de pasarlas putas en una compañía japonesa escribirá una novela que se titula Higiene del asesino y que se hará mundialmente famosa, sus libros se venderán como rosquillas en la fiesta de San Benito, y los malpagados que escriben en las revistas de cultura tampoco la despreciarán demasiado; será una estrella de la literatura.
Y se lo pasará bomba recordando otros tiempos, cuando cambiaba los rollos de papel higiénico (ella, hija de un diplomático, licenciada en la Sorbona, o por ahí....), en su puesto de trabajo, al lado de un japonés meando. La vida, qué marea con sus vueltas; hoy eres un miserable al que los niños escupen por la calle y mañana todos los reyes vienen a comer de tu mano, o viceversa.
El infierno se convierte en purgatorio cuando es agua pasada; o cuando uno no se toma las cosas a la tremenda, y se agradece que su tono sea ese, ligero, irónico, modesto (la modestia japonesa), con un humor siempre a mano, sobre todo en las situaciones más dramáticas.
¿Es una novela? Será novela; pero basada en hechos reales, como esos telefilmes malos hasta el dolor y las lágrimas que echaban (¿echan?) por las tardes en la tele. La novela, o autobiografía novelada, es buena, sencilla, se deja querer y cabe en cualquier bolsillo, incluso casi en el de la camisa; son 143 páginas en la edición de bolsillo, en Quinteto.
Es el segundo libro que cato de la Nothomb; ; en Metafísica de los tubos es una criatura de pocos años, recién llegada al universo, por la parte de Japón. Papi es diplomático y a la niña le toca nacer allí; decir que la pequeña aprende el japonés y decide que en adelante Japón será su paraíso infantil, al lugar al que volver una vez que haya recorrido el ancho mundo tras los pasos diplomáticos de su familia. Una vez acabada la carrera. ¿Qué hacer? Nada la retiene; 22 años, vuelve al paraíso. Trabaja de traductora; después entra en una empresa que no sé qué empresa es; en la novela es la compañía Yumimoto.
El 8 de enero de 1990, el ascensor me escupió en el último piso del edificio Yumimoto.” Y bien; hasta la página 122 no salimos del edificio Yumimoto, y en adelante tampoco; es un amago; “Estas páginas podrían dar a entender que, fuera de Yumimoto, la vida no existía para mí. Eso no sería exacto. Fuera de la empresa, llevaba una vida que distaba mucho de ser insignificante o vacía. No obstante, he decidido no hablar de ella aquí. En primer lugar porque no viene a cuento. Y luego porque, teniendo en cuenta mi horario de trabajo, esa vida estaba, cuando menos, limitada en el tiempo.”
Sus libros pueden ser, este lo es al menos, como una película de Bresson, despojada de todo menos de lo qué ES la película; una fuga, el robo, el juicio a una santa... Sí; Estupor y temblores es “Yumimoto Company y yo”. Nada más, una gozada. Un tema, un libro.
Se permite opinar sobre la vida japonesa (al fin de al cabo la vida interna de una empresa es extrapolable hasta cierto punto a la sociedad en la que está inmersa); la describe y llega a conclusiones no muy halagüeñas para el que viva o se quiera mudar al Japón; “Como todo el mundo sabe, Japón es el país con la mayor tasa de suicidios. Personalmente, lo que me sorprende es que no sea todavía más frecuente.”
Pero Japón es la punta del iceberg; uno llamado capitalismo salvaje, ese que se pinta la cara y lleva plumas y da saltitos alrededor del fuego gritándole a la luna; un capitalismo de monte que se va a vivir a la ciudad y la monta, desmontando el monte, valga la chorrada. Un capitalismo del copón mezclado con ancestrales costumbres malas para la espalda. Los japos son de monte, de oler flores con nombre (todos los árboles y flores tienen nombre en Japón, en occidente sólo hay cuatro con nombre; los demás son árboles en general, o bosque), de orar a nadie en concreto, de no matar a nadie en concreto por no orar a alguien concreto.
Amelie-san termina su contrato en Yumimoto; deja los lavabos masculinos del piso 42 y regresa a Europa. Escribe su primera novela.

20/1/07

Don Ramón por Ramón con Trapiello de carabina


Espasa (Austral) acaba de publicar la biografía de Valle-Inclán que escribió Ramón. 19,90 euros, toma ya, una cosa tan fea a la vista. Es una edición especial en tapas duras; con una una camisa de papel satinado bastante vulgar. Y no es que sea un libro para leer; es un libro para tener, para hojear, para que te lo lean mientras duermes a ver si algo queda. Se añade a la coña que el prólogo es de Trapiello. Lo abrí en la librería; no pude resistirme a saber, y además era gratis, qué decía el ilustre diarista de tales señores; empieza confesando que no cumple los rigores de prologuista, pues ni es de Ramón ni de Valle, ya que ambos son muy suyos y el suyo de ellos no es el suyo de él. Es lo que vino a decir, liando un poco la cosa.

Vamos; ni se pirra por Ramón ni se pirra por Valle. Pero el prólogo lo escribe. También es verdad que quién leches lo iba a escribir; no hay un valle-inclaniano decente y famoso ni un ramoniano tan llamativo que le vayan al pelo a tal homenaje; homenaje a sí mismos, a Austral. ¿Juan Manuel de Prada? ¡Huyamos! Que seguro que ahora no nos coge; de alma no sé, pero de cuerpo es mucho cuerpo para tan esbelto libro, que hace dos o tres ramones y catorce valle-inclanes, y ya se sabe que cada uno escribe como es, el gordo escribe gordo y el delgado escribe bien... Pues sí, es un libro que tiene cosas divertidas; yo no me lo compré; soy un ladrón frustrado. A mi me hubiera gustado ser un gran ladrón de libros, o ya que nos ponemos de bancos. Pero no tengo cojones para robar libros, que no está tan mal visto, y mucho menos para robar bancos. Algún día contaré mis escasas incursiones en el mundo del crimen desorganizado de hurto de libros; empezaba a sudar solo salir del portal.


El caso es que este libro lo leí hace tiempo; me lo dejaron. La edición de austral clásica; ahora austral brilla; sí, los marcos de cuadritos de colores (verde; ensayos y filosofía) ahora deslumbra; parece que les pasaron la pulidora. Anoté de aquella alguna cosa que escribe Ramón o que cita de Valle (el que guarda siempre tiene). Son muy interesantes.

Yo le oí alguna vez su teoría del escribir, según la cual hay tres maneras de escribir: de rodillas, de pie y en el aire. De rodillas escribió Homero, que se redujo a adorar a sus héroes, a glosar sus hechos con una admiración suprema. De pie escribió Shakespeare, que ponía a los hombres y sus problemas por delante de él y los discutía y resolvía como mejor le parecía. En el aire escribió Cervantes, que idealizaba en el aire y el viento a sus personajes, dejándoles colgados de lo aéreo.”
No entiendo muy bien qué dice; o no estoy nada de acuerdo; Sancho Panza es vecino nuestro.
“-¿Se habrá acabado el arte, don Ramón?
-El arte no se acaba nunca –me repuso- y no se acaba nunca porque el arte sirve para pasar el invierno, ya que el arte es siempre primavera.”
El arte es estar pidiendo limosna al cielo a la puerta del templo.
"Los siglos no pasan... ¿Alguien los ha visto pasar? Es el mismo siglo que vuelve a usarse.
En el entierro a un amigo dice al oído del que le acompaña:
-¡Qué felizmente debe pudrirse uno en esta paz!”
Y bien, ahora Valle descansa sus huesos (iba a decir se pudre) cerca de mi casa; a las afueras de Santiago. A veces voy andando y le leo una página del Código Da Vinci; y acerco la oreja a la lápida a ver si se revuelve...
Dijo no sé dónde, Valle (y ese es el Valle que me gusta y de la manera que me gusta); “Yo no aspiro a enseñar, sino a divertir. Toda mi doctrina está en una sola frase: ¡Viva la bagatela! Para mí haber aprendido a sonreír es la mayor conquista de la humanidad”.

Y para acabar una cita que no demuestra nada ni quiere demostrar nada pero que me hace gracia, como ejemplo; pues sí, es sabido que Trapiello se caga en los santos escritos de Valle con frecuencia (supongo que la tirria tendrá algo que ver con la defensa de Galdós, al que Valle despreció después de muerto, asignándole el patronazgo de la Garbancería literaria, cuando en vida lo acosó con zamalerías y peloteos varios, cosas de la vida) pero, chico, Trapiello (que tiene buen gusto y tiene que ser buen tipo porque le gusta Galdós), a mi a veces me recuerda a... Valle.

Yo lo leí y más de una vez, sobre todo en los Diarios (
esos tochos cada vez más tochos), encuentro fragmentos, bonitos, que suenan a Valle; valga el ejemplo:
La lluvia arrancaba de las viejas tejas el sonido opaco, primitivo y monótono de un romance medieval, y al correr por los canales parecía acompañarse de su lamento propíncuo y desgastado”.

En El Mundo, vía encuentro digital , que se dice,
con Trapiello me encuentro esto;

"8. ¿ Porqué no le gusta Valle Inclán? A mi me parece un auténtico genio de la literatura y Luces de Bohemia uno de los mejores libros.

me encantaría conocer las razones por las que piensa todo eso de valle, aunque le responderé lo que el propio valle inclán respondió en una acalorada discusión con un cuate en el ateneo de madrid: eso que me va usted a decir es mentira."

Ahí queda dicho; el ying y el yang...

19/1/07

Un buen cocido; Valle-Inclán

Yo a Valle no lo leo desde hace siglos; lo leí en su momento y no sabía si reírme, llorar, comer un cocido o dejarme barba. Ante la duda hice todo. Disfruté del cocido, disfruté de Valle, pero el cocido es para los domingos, y no para todos; llega un momento en la vida del esclavo en que casi nunca es domingo, ni siquiera los domingos, y el cocido es de domingo muy domingo, no un domingo cualquiera. Después del cocido de nuestras madres (todas las madres del universo hacen cocidos así) perderíamos al ajedrez con un chimpancé retrasado.

Valle-Inclán es un cocido; sólo para los domingos, pero como ya dije, esclavito de plomo, uno no tiene tiempo para tener domingos (o ese tipo de domingos, y además, qué coño, a mí no me gusta el domingo), y esa flora barroca y algo empachante queda para cuando seamos viejos y la demencia nos haga llevar pañales, escuchar a Luis del Olmo (cómo estará...) y leer a Valle. El mejor Valle es el que habla; en las entrevistas, porque habla "normal" y dice maldades. Las maldades son siempre buena cosa, el espíritu las agradece; "¿Cómo mejorar el teatro español, don Ramón? Primero, matando a los hermanos Quintero...".

Traducir su prosa es imposible; o saldrá algo tan diferente a lo que es el original que será como estar inventando a otro autor.

Despreciar a Cela tiene su aquel, además de su razón, pero Valle es intocable por aquí, por estos pagos del noroeste. Hay que leerlo, aunque sólo sea para saber que lo bonito elevado a la enésima potencia de la cursilería erizada como rabo de cochino vale poco y que escribir es otra cosa. Juegos malabares interesantes. Cocido; con garbanzos, patatas, carne de ternera, de cerdo, verdura, pollo, costilla, panceta, y horas y horas de fuego lento. Verdadera literatura garbancera.

Qué hambre me está entrando.

16/1/07

El día que Nietzsche patinó

Mi profesor de religión en el instituto era todo lo contrario que un bárbaro. Ser cura le obligaba a decir cosas como que a Nietzsche no había que hacerle mucho caso porque el pobre se había vuelto majareta. Lo decía esto con una sonrisa, como diciendo, bueno, a mi tampoco me hagáis mucho caso que yo también patino un poco, como cualquiera. Se murió, como casi todas las buenas personas; las malas se mueren menos, por eso el mundo es así, tan jodido a veces.
Hurto de un artículo de Barbara Jacobs sobre el libro La inmensa soledad de Pajak, una especie de biografía o ensayo sobre Niezsche y Pavese (sí, ambos), el momento famoso en el que aparentemente Nietzsche se vuelve loco:
“Había escrito su obra en Turín cuando, una noche, bajó de su buhardilla a pasear y, al ver cómo un cochero maltrataba a su propio caballo, Nietzsche se abalanzó al cuello del animal y lo besó llorando. Su casero lo rescató y lo condujo a su habitación, para que, en los días que siguieron, no se oyeran salir de ella sino gritos, acordes de piano enloquecidos, frases sin sentido en ningún idioma. El amigo que viajó a auxiliarlo declararía que habría sido mejor quitarle la vida que dejarlo encerrado en un asilo. ''Dame un poco de salud", pidió a uno de los médicos en el sanatorio.”
Como forma de volverse loco no está mal; otros con menos clase, o menos alma, o menos bigote, o menos algo, se echan con una escopeta a un supermercado y disparan a todo lo que se mueve. Los botes de tomate saltan por los aires y salpican la ropa de las embarazadas.
Nietzsche, en el sanatorio se dejó crecer el bigote más... (Conde-Duque nos explica...)

Guardería de escritores preferidos

Ayer se me escapó Knut Hamsun; mi mujer dejó la puerta abierta y salió sin hacer ruido, como un loco que camina en deportivos, de esos de suela con cámara de aire. No es el Hamsun viejo, abuelete con barba blanca larga; es el Hamsun maduro, con esos bigotes que parece que se están levantando la falda. Arruga el entrecejo mucho y tiene mal carácter; menudas pataletas coge, siempre llevando la contraria. Pero es muy bueno, a pesar de todo; le gusta jugar sólo, le encanta pasear por el bosque, tiene una cabaña en un árbol y a veces se cree un pájaro y sale agitando los brazos en rápido descenso hacia el suelo; siempre cae de cabeza y nunca le pasa nada. Pero ayer se piró, el cabroncete. Menos mal que lo encontraron en sentado en un banco de la Alameda garabateando en unos papeles. Qué hambre que debió pasar. Una vez se escapó y apareció en Terranova, lejos de todo, viviendo como un salvaje. Comía de lo que pescaba y cazaba.
Hamsun es buen chaval; no da guerra ninguna. Es como Robert Walser; los dos con bigote. Niños con bigote. Walser es un santo; a este también le gusta pasear; es muy andarín. Si lo sueltas va a París a pie y vuelve, y no para ni para comer. Antes de tenerlo en la guardería ya hizo sus caminatas; fue desde Berna a Ginebra andando y volvió. Cómo es; cuando se le da por andar camina pared arriba si hace falta. Todos los días viene un amiguito biógrafo que lo saca a pasear, pero me da que Walser apenas suelta prenda. Las pasó canutas, pero a él todo le resbala, no parece tener ambición ninguna; hace las cosas sin pensar en el después, ya no digo en el mañana.
Es taoísta, sin darse cuenta. Le doy una tarea, como separar las habas de las lentejas, y se pasa tranquilamente toda la mañana; no se aburre ni protesta. Está claro que él vive en otro planeta, como su mostachudo compi Hamsun. No sabemos que puede estar ocurriendo en esas azoteas. La semana pasada, por cierto, se le cayó en la cabeza a Borges una maceta; el pobre estaba muy compungido, es como si le cortaran la melena a Sanson. Cree que no va a poder escribir nunca más. No puede estar más equivocado; yo le limpié la tierra y las flores de la cabeza y lo saqué a pasear; estaba tan nervioso y llorón que casi le muerde un perro. No era su día. Suele bajar mucho al sótano; dice que encontró un aleph, pero yo creo que se está fumando la planta que tenemos allí, bajo los focos. Le voy a decir a Ka., mi mujer, que cierre con llave.

Borges es un buenazo, pero es menos salvaje que los otros dos que nombré antes; estos caminan todo el tiempo por la cuerda floja (son la envidia de todos, que les imitan queriendo o sin querer) y Borges es más manso; se conforma con marearse mirando a ninguna parte sin levantarse de la butaca. Si los otros tienen el demonio en el cuerpo éste tiene el purgatorio. Tiene un gato enorme asexuado que llama “lo gato”; lo acaricia todo el tiempo mientras recita sonetos de memoria y sonríe, parece el malo del Inspector Gadget. A veces se pone el gato de almohada y echa unas cabezaditas; siempre sueña con tigres.


Ramón es el más gordito; come más que todos los otros juntos. Se pasa las noches delante de un papel y con un lápiz en la boca, mirando al aire, a la caza de alguna idea; a veces atrapa alguna y la escribe. Todas las mañanas nos lee en el desayuno la caza del día anterior. A Borges le gustan mucho las ocurrencias de Ramón; los dos bajan juntos algunas veces al sótano, a fumarse el aleph ese, mi planta. Es que un caso, este Ramón; dice cada cosa, que si
el tiempo sabe a agua seca, que la timidez es un traje mal hecho, que el cacahuete tiene algo atravesado en la garganta... Cosas de Monchito; a veces se pone algo pesado y hay que decirle que se vaya a comer galletas, pero acaba hablándoles como si fueran sus iguales. Se cree que las galletas están vivas y que tienen alma; aún así se las come.
Hay más niños en esta guardería, pero otro día hablaré de ellos.
Ramón, en el centro, vestido de rey mago, con su pipa de juguete.

13/1/07

Una cita y el chiste más gracioso del mundo

“Ya sabemos que el humor hoy, con tantas desgracias como corren por el mundo, suele tenerse por una ligereza, y que la literatura no puede perder el tiempo en asuntos que no sean graves o tristes. Puede incluso que el humor se nos corte a veces, como la mayonesa, en amargura, y la ironía en cinismo, y eso nos entristece un poco, porque nada hay menos cervantino que la afectación, y la amargura y el cinismo no son sino la afectación de espíritus pobres e infelices.”
Andrés Trapiello (Clarín nº4. Julio-Agosto 1996)


Sentimientos de un robot

El robot está de pie, dando vueltas por la habitación. Pisa algunos periódicos ya viejos (un tipo con cara de rencoroso le señala desde la portada), recoge un libro del sillón y se sienta. Es el Tao, de Lao Tse; lo abre: “Se obtiene cuánto hay bajo el cielo/ estando siempre desocupado.” Humm... Se frota la perilla metálica, como azuzándola para que reflexione. Piensa; sí, efectivamente, trabajo demasiado... Se levanta; en la pared cuelga un mapa de Europa; se queda mirando. Arriba a la izquierda, como un huevo frito verde, está Islandia; Islandia es más grande que Irlanda. Piensa; si fuese un país me gustaría ser Islandia, o Finlandia, uno de esos países tranquilos, arrinconados siempre en los mapas (menos en los mapas de ellos mismos) y sobre los que no fabriquen imbéciles que ponen bombas en centros comerciales o aeropuertos; a ser posible, uno sin religión, sin religión oficial; en su casa cada uno que se limpie los circuitos con lo que quiera. Como dijo Baroja; “Un país limpio, agradable, sin moscas, sin frailes, sin carabineros.”
El robot querría ser feliz y pasear con su globo preferido por un país ideal.

9/1/07

Gould toca las Variaciones Goldberg

Dios está sentado en una silla diminuta; parece un gorila con gafas de pasta. Es un gorila con gafas enormes de pasta. Pero es Dios, esta vez con mayúscula (y yo que pensaba que no creía en Él), no puede ser otro; es que lo estoy viendo, se ve que es Dios. El que no lo crea que no siga leyendo, cabrón escéptico, muérete y dona tu cuerpo a la ciencia. Dios es Dios, un mandril que toca el piano. Y todos los demás somos esas bolitas de mierdecilla negra que se acumula entre los dedos de los pies cuando uno pasa meses, años, o décadas, sin lavarse. Lo del barro es mentira. Somos mierdecillas sudorosas que nos damos besos y nos odiamos y nos rascamos y damos golpes de estado y sufrimos golpes en la chepa, latigazos, y más adentro, en el corazón de mierdecilla que nos mantiene vivos.

¿Barro? Mierdecilla digo. Dios también es un trozo de mierda de pies pero cuando toca el piano es Dios.


Dios me da ganas de llorar a gritos, como al poeta una peluquería, y revolcarme por el suelo como un enfermo terminal y un tonto del haba. Me dan mucho miedo las pastillas para tarados, y vivir en un manicomio, sino me dejaría llevar. Soy sincero. Dios toca en una silla que le quedaría pequeña a Torrebruno, se mete las manos en agua caliente 20 minutos antes de tocar. Dios parece el jorobado de Notre Dame.


A veces Dios es Glen Gould, cuando toca el piano; cuando no toca el piano lo abandona, como la serpiente abandona su piel cuando muda, y se va a meterse en el cuerpo de otro. Dios es un falso que va usando cuerpos por ahí como un casanova superlativo.


Glen Gould o el que sea no se da cuenta, o sí; ellos tocan ya por vicio, no pueden hacer otra cosa, pues tener a Dios dentro de uno debe ser muy vicioso. He ahí que la mayoría ya no encuentran gusto haciendo nada que no sea tocando, pintando... Todo lo demás es secundario para ellos. Son unos infelices; es decir no siguen el patrón de felicidad de los demás; follar/amar, comer, beber vino, ver como pierde el Madrid. Necedades, aburrimiento, muerte en vida; MUERTE.


Glen Gould nació en 1932, en Toronto, y murió en 1982. En 1945 dio su primer concierto. Graba las
Variaciones Goldberg en 1955. De aquella Bach era poco más que música para músicos, sobre todo esta obra para clave. Fue un éxito esa grabación; casi un fenómeno social. La razón es que tocaba Dios, y cualquiera sin el menor conocimiento musical (casi mejor) se da cuenta de ello sólo con escuchar las primeras notas.
En 1964 se planta, con 31 años; ya no daría más conciertos en directo. No soporta el olor a bolita de caca que inunda las salas de conciertos; todas esas docenas de pares de ojos de tortuga mirándole tocar le molestan, Dios es tímido y modesto y no quiere espectáculos. A Dios le aburren los aplausos. Se centra en las grabaciones; es un as de las cosas digitales aplicadas a la grabación, un pionero.

En 1981 graba la segunda versión de las
Variaciones Goldberg. Duran más, son más intimistas, menos alocadas y menos veloces. Las canturrea mientras toca; en la grabación de 1981 se escucha, sin hacer muchos esfuerzos, su voz tarareándolas. Pero tanto una como otra son versiones muy particulares de estas obras de Bach; para algunos demasiado particulares. La crítica musical, si cabe, más obtusa y cerrada que la literaria, no lo aceptó con los brazos abiertos.

Ya se sabe; fue un tipo un tanto excéntrico, no solo en lo musical. Se le “acusa” de haber padecido el llamado
síndrome de Aspergen, una especie de incapacidad para entender al prójimo a través del lenguaje corporal; es decir, dificultades serias para relacionarse, en definitiva.
Al lado de la música todos los demás artes son poca cosa, notas a pie de página, rodeos que ni rozan la verdad. Tripas; la literatura es una tripa que quiere ser alma, la pintura es tripa, el cine es quizá la tripa menos tripa. La música es alma, y el alma no se sabe lo qué es, como no se sabe lo qué es Dios. Sólo se sabe, y no sé cómo, que a veces se puede escuchar, y no me refiero a la vía Teresiana o de Juanita de Arco. Como decía Cioran que dijo Enesco; "Bach es el alma de mi alma". Alma al cuadrado es la música.

Poco más de cincuenta tenía Gould cuando murió; en la pequeña lápida de su tumba están grabadas las tres primeras notas de las Variaciones Goldberg.

Las tres primeras de esta grabación; 1981, si no me equivoco.

7/1/07

El maestro sin puntos y aparte

“He visto, amigo Oller, muy alabado este autor. No me haga usted entrar en ganas de leerle, por Dios; pues usted no sabe lo que influyen en mi estilo y en mis gustos los autores de valía”
Galdós (preguntado sobre Maeterlinck)


"Nos reconocemos en cada ser humano, sea el que sea, y estamos condenados a ser cada uno de esos seres humanos, mientras existamos. Somos todas esas existencias y existentes reunidos, y nos buscamos a nosotros mismos, pero sin embargo no nos encontramos, por insistentemente que nos esforcemos. Hemos soñado con franqueza y claridad, pero ha sido sólo un sueño. A menudo hemos renunciado y comenzado otra vez, y todavía renunciaremos y comenzaremos otra vez a menudo. Pero todo da igual. [...] A veces levantamos la cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad o la aparente verdad, y la volvemos a bajar. Eso es todo."

El sótano
(pág. 143),
Thomas Bernhard

4/1/07

De cómo empecé a escribir un blog

Eras alta; yo caminaba a tu lado, oliéndote, alelado de gusto, callado y jadeante. En los semáforos me rozaba contra ti, como indiferente, y tú te dejabas, tú me querías, Dios existía y se parecía a Lassy. Me tocabas el pelo, me jodías el peinado, me empalmabas todo el tiempo, me dolía el pito de tanto quererte.

Yo me moría de ganas por lamerte toda, pero estábamos en la calle; en la calle no me dejabas hacer nada; el palote verde del semáforo terminaba con esos momentos de rifirrafe amoroso. Los ciegos se ponían en movimiento como muñecos locos a pilas y siempre me zumbaban con el bastón, y no una vez sino varias, como para cerciorarse a golpes de que algo mullido y carnoso se escapaba de ellos; daba igual dónde estuvieras: pienso que los ciegos dividen a las personas en dos; los que están a la izquierda y los que están a la derecha; son los culpables del bastón los divisores de la sociedad, y eso que no ven un cojón...


A veces entrábamos en alguna cafetería, pero la mayoría de las veces nos quedábamos en la terraza, mirando a la gente pasar, y apenas hablábamos, o solo hablabas tú, yo gruñía;

-¿Tienes sueño? ¿Quieres pasear un poco?
-Grrrrr...
No hacía falta hablar, con mirarnos ya era suficiente, nos entendíamos como la tuerca y el tornillo, como dos timadores que lleven toda la vida y parte de la otra trabajando juntos, timando pensionistas, como el queso y el membrillo, la Luna y la bandera yanqui.

Cruzabas la pierna. Yo te imaginaba así, siempre, desnuda, a mi lado.

Esta mujer no padece una demencia; es una metáfora en pelotas, un producto de mi imaginación
Esos senos tan lindos que nunca me dejabas chupar; cuando te besaba te reías, te limpiabas con la manga como si te diese asco, me apartabas escandalizada y chistosa, aunque me dejabas tu pierna desnuda, que comía como un zanco de pollo, que chupaba como un hueso de churrasco. Me follaba tu pierna; triste; t-r-i-s-t-e.

Nuestra relación era rara; yo creía que te sentías atraída por mí, tu mirada y tus gestos me lo hacían pensar, pero cuando me acercaba con intenciones te mofabas de mí, me tomabas a pitorreo. Tenía mucho bello por el cuerpo, parecía un osito de peluche; cuántas veces estuve por pedirte que me depilaras...


Pero no creo que eso salvara nuestra relación; tú te veías con otro, so puta, un metrosexual, que se echaba nívea en sus cojones lisos como canicas. A ese le dejabas hacer; las sábanas olían a puerco cocido. Y yo mientras tanto perdía mí tiempo opositando para policía, mientras tú te tirabas a un calvo aceitoso.


¿Por qué no funcionó? ¿Por qué era mucho más joven que tú, aunque mentalmente más maduro? ¿Por qué no te gustaba como amante? ¿Qué era yo? ¿Un amigo? ¿El colega gay que toda cachonda tiene para aburrirlo con sus jilipolleces de quinceañera? Los gays deberían meterse otra vez en el armario, a salvo de las cachondas frígidas e indecisas.


Vivíamos juntos, y en cambio no éramos nada. Yo era caca de gato para ti, un divertimento, tu osito de peluche de adulta. Tus padres tampoco me tomaban en serio y me humillaban, sobre todo tu padre, el cabrón, que siempre me tiraba un palo para que corriera a buscarlo y me daba sus sobras para comer, de su propio plato, los huesos, porque el animal rebañaba el plato con pan con tanto ímpetu que borraba los dibujos de la vajilla.


Después mi carácter se agrió, ya no soportaba más esta situación, y me echaste de tu cama;

Yo la amaba pero ella soñaba con otros
Te quedaste sola, en pelotas, soñando con calvos y comiendo manzanas que eran una metáfora de los calvos, para fastidiarme, y no me quedó otra que largarme de tu casa (me escapé para siempre, corriendo y llorando bajo la lluvia, qué hambre iba a pasar, a cuántos filetes renunciaba...).

Pero caí en manos de unas catedráticas de Psicología, unas feministas que me pagaban muy mal (comida y alfombra para dormir), y que estoy seguro, provenían de otro planeta, a todas luces, uno muy feo e ignorante, porque eran unas petardas. Me condicionaron (como hacen con el protagonista de
La naranja mecánica) para que me empalmara cada vez que oía el politono Paquito el Chocolatero y para que segregase jugo gástrico y saliva con una foto de Fraga en bañador comiendo percebes. Unas hijas de puta estas científicas, que me convirtieron en un ser acomplejado e incontinente. Mi subconsciente se resentiría de ello por los siglos de los siglos.
En esta foto las catedráticas vienen de desayunar (está claro a quién le toco pagar)
Me ataban por las tardes y noches y se iban en grupo a asesorar niños mongólicos, que cándidamente sus padres ponían en sus manos. Ellas aprovechaban para experimentar con ellos, inculcándoles a través de métodos conductistas la obsesión de salvar el mundo de las garras de Satán. Con el tiempo alguno de ellos llegó a alcanzar puestos importantes en la sociedad.

Un día se dejaron las muy guarras el ordenador del laboratorio encendido; y descubrí Internet. En ese mundo nadie me conocía, por muy peludo que fuese o muy asqueroso que tuviese el aliento nadie se molestaría conmigo ni me tirarían un palo para que corriese a buscarlo. A partir de ese día me las ingenié para conectarme a Internet cada vez que se largaban las catedráticas a moldear cerebros, y ahora escribo un blog, aunque solo me leen cuatro gatos.


Quizá aquí encuentre a la mujer bien desarrollada (otra metáfora; esta vez de no dar palo al agua) que me comprenda, sin importarle si soy un chucho o un vasco o un gallego o un australiano aborigen.
Algunas mujeres comprenden a sus novios/ maridos

2/1/07

Religiones, fanatismos y demás bulerías

Domingo, verano, sol; café y vamos a la playa. Ella conduce. Yo no leo el periódico, porque a veces me niego a leer el periódico; así me creo estar escapando de algo. Me dura dos días la aventura; después vuelvo a la letra fresca y caduca, a hartarme otra vez desde cero.
Leo Plataforma, una novela para leer en la playa, porque es una novela de plástico (impermeable) que se lee también con el rabillo del ojo mientras le miramos las tetas a la vecina de toalla sin que lo detecte la observada ni nuestra mujer (que no pierde el tiempo y se deja acariciar por el sol mientras sueña cosas de provecho, como suelen hacer las mujeres); para disimular es perfecto, este libro. Entre escenas calentorras me topo con un fragmento de filosofía de las religiones, y así, vaya por dios, entre erección y erección, hábilmente disimulada, me regocijo con lo que encuentro (Houellebecq, el autor, se metió en un follón después por haber dicho en una entrevista; “La religión más idiota del mundo es el islam”. Pero ya le tenían ganas después de haber escrito en este libro, sobre todo, esto que copio a continuación, aunque un personaje de ficción puede decir lo que quiera y no pueden acusar de blasfemia al autor):

Un egipcio arenga al protagonista; “Desde la aparición del islam, nada más. La nada intelectual absoluta, el vacío total. Nos convertimos en un país de mendigos piojosos. Sí, mendigos llenos de piojos, eso es lo que somos.” [...] “Tiene que recordar, mi querido señor, que el islam nació en pleno desierto, entre escorpiones, camellos y toda clase de animales feroces.” [...] “El islam sólo podía nacer en un estúpido desierto, entre beduinos mugrientos que no tenían otra cosa que hacer, con perdón, que dar por culo a sus camellos. Cuánto más monoteísta es una religión, piénselo, querido señor, más inhumana y cruel resulta; y de todas las religiones, el islam es la que impone un monoteísmo más radical. Desde que surgió, ha desencadenado una serie ininterrumpida de guerras de invasión y de masacres; mientras exista, la concordia no podrá reinar en el mundo. Ni habrá nunca en tierras musulmanas sitio para la inteligencia y el talento; si han existido matemáticos, poetas y sabios árabes, es solo porque habían perdido la fe. Al leer el Corán se queda uno impresionado por el lamentable aire de tautología que lo caracteriza; “No hay más Dios que el único Dios”, etc. Estará de acuerdo en que no se puede ir muy lejos.”
Ahora me acuerdo del título que, al parecer, el editor le puso a un libro de Baroja, polémico título (menos polémico en su día, después de la guerra civil); hablo de Comunistas, judíos y demás ralea. También dio que discutir este asunto; hay que admitir que Baroja estaría al tanto de que su libro iba vestido con tal título. Se encogería de hombros. Allá él. Cada uno que apechugue con lo que hace o deja hacer.
El caso es que tal como están las cosas es, cuando menos, curioso encontrarse con un texto así; claro, restémosle, si se quiere, el componente provocación que tan bonito queda en plumillas de cierta pose, pero, coño, no se han inventado las universidades, la ilustración y los libros para que al final no se pueda opinar ni hasta fuera de las iglesias.
Es un follón tonto; estamos, parece, deseando rasgarnos las vestiduras, apuntar con el dedo, no tan lejos de los churrascos en la hoguera que tan bien se le daban a los políticamente correctos de la época.
Otro incorrecto; fíjense en la siguiente cita; nada más y nada menos, que de Borges. El libro, Otras inquisiciones (1952):
“Varias razones hay para que yo sea antisemita: la principal es esta: la diferencia entre judíos y no-judíos me parece, en general, insignificante; a veces, ilusoria e imperceptible. Nadie, aquel día, quiso compartir mi opinión, todos juraron que un judío alemán difiere vastamente de un alemán. Vanamente les recordé que no otra cosa dice Adolfo Hitler: vanamente insinué que una asamblea contra el racismo no debe tolerar la doctrina de la Raza Elegida; vanamente alegué la sabia declaración de Mark Twain; ‘Yo no pregunto de qué raza es un hombre; basta que sea un ser humano; nadie puede ser nada peor’.”
Con la cita Twain me quedo; aunque hay seres humanos que no están nada mal. Algunos me gustan, y hasta mucho unos pocos.