7/11/06

Vampira (que me tiene hipnotizado)


En el principio no había nada. Y esa nada no estaba ni vacía ni era indefinida: se bastaba sola a sí misma. Y Dios vio que aquello era bueno. Por nada del mundo se le habría ocurrido crear algo. La nada era más que suficiente: lo colmaba. Dios tenía los ojos perpetuamente abiertos y fijos. Si hubieran estado cerrados, nada habría cambiado. No había nada que ver y Dios nada miraba. Se sentía repleto y compacto como un huevo furo, cuya redondez e inmovilidad también poseía. [...] Para él [Dios], su existencia no había tenido un principio perceptible. Algunos grandes libros comienzan con unas primeras frases tan poco llamativas que uno las olvida inmediatamente y tiene la impresión de vivir instalado en esa lectura desde el principio de los tiempos.

Metafísica de los tubos
, Amelie Nothomb (2000)
Como está el mundo tan tonto cualquier día me pone un pleito alguien por poner aquí principios de novelas. Estoy leyendo este libro: lo empecé ayer, de noche. Tarde. K, mi parienta, dormía ya. Los vecinos estaban muertos o puede ser que también durmiesen, aunque son mayores. Sospeché que alguien, una buena persona, había envenenado al perro llorón que vive con la peluquera de al lado. Bien.

Leo la contraportada (hace una semana Amélie Nothomb era para mí una ex-anoréxica que escribía novelas también un poco anoréxicas: ahora es Vampira, la que me chupa la salud de los ojos y el runrún de mis pensamientos):

Metafísica de los tubos cuenta los primeros tres años de vida de un ser obsesionado por el agua que, disconforme con su entorno, adopta la inerte forma de tubo como condición existencial. [...] A.N. rememora, a través de una narración que combina filosofía y fontanería, episodios de su infancia japonesa, transcurrida en Osaka. Que la protagonista de esta novela sea un bebé superdotado que opta por vegetar, que se autoproclama Dios y que se niega a manifestar sus emociones hasta que descubre el sentido de la vida en una barrita de chocolate y la muerte en un estanque habitado por repugnantes carpas, constituye un acto de coherencia con un universo literario en el que la obsesión por venerar el paraíso de la infancia es un tema recurrente.
Ole por el pobre diablo que tuvo que escribir la contraportada. Casi tan embarazoso como escribirle las contraportadas a César Aira. Bien pensado parece la sinopsis de un artefacto literario de Aira. Los dos hacen a mano libros de poco más de cien páginas, novelitas las llama el argentino. A la Nothomb apenas la conozco; es una ilusión. A Aira ya me lo sé, o casi; es un genio, y por eso nunca decepciona, aún cuando decepciona. Es la ventaja de ser un genio.

Filosofía y fontanería, vaya. Y es una de las autoras francesas más populares. Sus libros, por arte de birbibirloque, se vuelven best-sellers, y ella cada vez más parece una vieja fan de The Cure.

El segundo capítulo empieza de rechupete
:

Los padres del tubo estaban preocupados.

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