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Creemos en la economía y sus misterios insondables como los niños creen en Papa Noel; ciegamente. Es decir, nos hacemos el tonto y que aparezcan los regalos.*
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Los libros que nadie se llevó. En la biblioteca de esta casa, todos los que perdieron nuestro manual de literatura particular. Obligaciones, y algo más, que fueron quedando atrás. Es la casa a la que volver en Navidad y es la literatura a la que no pensamos volver. Tiempo de silencio, que se ve mucho, cerca de la tele, apretado entre anónimos que llegaron allí sabe dios cómo, algunos Umbrales, varios Valles en prosa, artículos de Unamuno, Bueros, Muñoz Molinas, Dos Passos, Henry Miller, policíacas, algún que otro best-seller. Se diría que no valen su peso en papel.
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Al despedirnos, antes de la cena de Nochebuena, se nota una aprensión, una fraternidad, como si fuésemos a padecer una catástrofe y nos recogiéramos en familia para morir al lado de los que más queremos. Es bastante ridículo, aunque más que una tradición parece una necesidad. Algunos dicen; ¡pero el 26 ya de vuelta!, y se reponen así del momento de debilidad que es acordarse de ese hipotético palmarla en familia, sobre el plato de ostras o ante el pavo, como ese pobre que se moría en Plácido, la película de Berlanga.
2 comentarios:
En insomnio te gano. Son ya muchos años...
Felices fiestas. Recuerdos a K. y M.
(por cierto, desde que has escondido los comments es una odisea decir algo... ya se me borraron varios y desistí)
No hay cosa más coñazo que el insomnio. Querer/ tener que dormir y no poder. Desesperante, aunque decía Cioran que le debía toda su obra al insomnio. No sé si me tranquiliza el ejemplo, en todo caso creo que nada serio lo mío.
Felices fiestas. Saludos a G.
Los comentarios están escondidos porque no puedo, literalmente (sé cómo se hace y no se arreglan), volver a ponerlos a la vista. Lo siento. De todas formas sigo agradeciendo cualquier aportación, que siempre son bienvenidas.
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