18/8/11

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Hasta el verano cansa, aunque va a ser difícil volver a ponerse calcetines. Ya le había cogido el gusto a poner los puntos y seguidos de las conversaciones con un vistazo a los dedos de los pies mientras bebía cerveza en una terraza, con esos pies tostados de vieja que se me pusieron y las uñas más blancas que nunca (uñas luminosas casi, luciérnagas y tal). Ahí estaban los barquitos, la ría espejeando para nosotros ese sol, no sé, ese sol que parece salir de la cerveza. Los fritos del mar con perejil. La brisa que nos sopla en la nuca con cariño, nos engatusa casi tanto como la cerveza o el albariño. Ese como almidonarse de brazos y piernas. Un optimismo pasajero. Se me pasa rápido. Ya está.

Y así, entre meterse en este frío de acero del mar nuestro que tanto gusta a los mejillones y tan poco a los turistas, y respirar las pomadas que me extendía mi hija por la espalda para no dejarme quemar por el sol he ido pasando agosto. De los libros sólo recuerdo los varios que he leído de Kazuo Ishiguro. Menos Nunca me abandones, que es una cursilada, y que lo recuerdo pero estoy a punto de no recordarlo. Y no ya porque los clones (novela de clones sentimentales) se pierdan mucho en enamoriscamientos, sino por ser una novela tan higiénica, tan de cromo de hotel de cuatro estrellas. Borrones esmerilados, así muy pulcros. O puede que sea que la narradora dedique páginas y páginas a preocupaciones de quinceañera, pese a tener 31. Una vez terminada la he dejado en la balaustrada del paseo marítimo. Carmín plasticoso de Anagrama.

Llegué a esta novela por el Ishiguro bueno, que me gusta en Nocturnos y en Los restos del día. Y supongo que el de Los inconsolables, que no leí y que quiero leer hace tiempo. Un tal director de orquesta en ciudad centroeuropea que empieza a delirar. He preguntado qué se sabe de Ishiguro por Japón, ya que vive en Inglaterra desde los seis años, y al parecer no se sabe nada. Casi nada, digo yo. El casi nada de un Martin Amis o un Julian Barnes. Ishiguro es uno de esos ingleses que de tan inglés parece extranjero, como Almodóvar, que nos pinta la España vista por un francés, pero con desparpajo cervantino casi siempre, y así se salva de caer en un onanismo lloroso únicamente. Por supuesto, la mejor literatura de agosto la he encontrado en los periódicos. A falta de Internet ahí estaba el periódico en papel. Vuelvo de vacaciones con recortes de periódico. El domingo de Manuel Vicent y de Félix de Azúa, y algunas crónicas futbolísticas, buenísimas, siempre mejor escritas que los partidos.

Posdata; de Emanaciones:
"¿Qué salva a los hombres? La luz de la inteligencia. ¿Qué es la inteligencia? Algo que se pone bellamente por escrito."

4 comentarios:

María López Villarquide dijo...

Uy qué bien que se te puedan dejar comentarios. No sabía yo esto.

Tus palabras denotan desconsuelo, mas no debes preocuparte: en lo sucesivo déjate guiar únicamente por tu impecable criterio personal. Verás qué bien.

Te deseo unas muy felices y más acertadas lecturas para este otoño.

Saludos.

Mabalot dijo...

Mi impecable criterio me lleva demasiadas veces por lo que no me gusta o no me acaba gustando: ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos estrellar contra la pared algún libro? Viviríamos con la boca abierta, una pena.

Que seas muy feliz y que folles mucho, dicho con todos los respetos.

Te leo. Saludos.

Portarosa dijo...

Estoy un poco de acuerdo con el señor Félix de Azúa, pero solo un poco. Porque las responsabilidades no son todas iguales, aunque la estupidez lo sea. Porque sí que hay decisiones conscientes, y no solo una inercia en marcha que nadie sabe cómo se ha puesto en marcha; decisiones que podrían y deberían haber sido otras.
Nosotros podemos ser tontos por creérnoslo todo, pero no somos igual de culpables, creo yo.

Un abrazo.

Mabalot dijo...

Sí, Porto, entiendo lo que dices. Y lo comparto, en parte. En abstracto, el problema parece claro: somos tontos pero menos culpables, mucho menos culpables.

Después, concretamente, no dejo de conocer casos de verdadera falta de sensatez, como si todo matado tuviera que comprarse un BMW. Hay mucho burro. Especular con vivienda era un deporte nacional.

Un abrazo.