7/8/11

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Por la postura ya se le ve que algún día será alguien. 

Ya sabéis, el hombre se cayó de un barco en el Mar Caribe y aguantó diez días sobre una balsa rodeado de tiburones, sin comida ni bebida. O sin más bebida que todo ese agua salada que amenazaba con matarlo, sino a fuerza de ahogarlo, al menos de cansancio y aburrimiento. García Márquez, antes de ser esa marca registrada, cogió al náufrago y lo convirtió en un relato periodístico en primera persona. El espectador era el periódico, se publicó por entregas. O al menos siempre se ha vendido como crónica periodística, pero no sé yo si pasaría el examen de verdad periodística de los que acostumbran a expender tales certificados. Véase los que saben. El estilo se atiene a la llaneza del que va por la vida subiendo y cayéndose de barcos. El náufrago, por otra parte, hablamos de 1955, se hizo famoso y hasta un poco rico. Pero la moda del naufrago pasó pronto. Los náufragos hacen gracia un rato, como todo. Hasta el fin del mundo hace gracia un rato. Ya por eso nunca miro los titulares de los periódicos, empeñados en atender al terrorismo bursátil. La prensa tomada por los números. Un aburrimiento. Infinito.

Así que dos horas y pico de mis vacaciones se me van así, en leer el reportaje en primera persona de un hombre secándose al sol en medio del mar. El libro lo encontré en una librería de viejo cuando le dejaba cajas y cajas de libros que ya no iban a ir conmigo a ningún parte. Justificando cualquier licencia literaria GGM escribe en el prólogo (1970):
"Mi primera sorpresa fue que aquel muchacho de veinte años, macizo, con más cara de trompetista que de héroe de la patria, tenía un instinto excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas, y bastante dignidad silvestre como para sonreírse de su propio heroísmo."

Sí, la crónica la escribe GGM; dejemos al náufrago que cuente y al escritor que escriba. Impecable. Ahí tenemos al náufrago siempre a punto de morirse pero sin acabar de morirse, como exige el relato. Hay mucho de "El viejo y el mar" en esta crónica, o en este naufragio, y casi podemos decir que ese naufragio no hubiese existido de no haber escrito Hemingway en 1951, pocos años antes (y publicada en 1952), su relato sobre ese viejo pescador pegado a un pez enorme durante días.

Del relato de GGM decir que como naufragio no presenta muchas sorpresas y tiene todos los ingredientes presumibles en un naufragio como dios manda. Si acaso, son los hechos más extraños e inverosímiles los que mayor verosimilitud le dan al conjunto, como si la imaginación sólo pariera lugares comunes, siendo la realidad la que aporta lo extraordinario, y hasta lo surrealista. Por ejemplo; los tiburones se presentan cada día ante el náufrago a las cinco de la tarde en punto. El náufrago conserva el reloj y así puede dar fe de la puntualidad británica de los tiburones del Mar Caribe.

Sobrevive. En fin, la corriente, que juega a su favor y lo lleva a una playa. Me quedo con esto; al encontrar a la primera persona el náufrago piensa:
"Cuando oí su voz me di cuenta de que más que la sed, el hambre y la desesperación, me atormentaba el deseo de contar lo que me había pasado." [pág. 125]

Es un héroe, al menos mientras dure el poder de su historia. Esto lo tiene claro. Una hazaña;
"[...] el heroísmo, en mi caso, consiste en no haberme dejado morir de hambre y de sed durante diez días".

Creo que es de lectura obligatoria en los colegios de aquí. No lo digo con segundas. O quizá sí. Yo que sé. Me lo pienso.

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