25/8/11

Un gentleman


La vida de alienado tiene estas cosas; uno acaba odiando a Mourinho. Incluso, si me pongo, podría acabar odiando al toro Ratón, con sus traumas y sus cornadas de repetición, como se detalló en algún periódico. Al toro Ratón en las fotos se le pone esa mirada de ser irrecuperable para la sociedad, de tío que ya no tiene nada que perder. Teniendo en cuenta que es un toro hasta resulta enternecedor el personaje, como si ser toro fuese una putada que le hace la vida y él vengara la afrenta asesinando alegres y folclóricos en fiestas parroquiales. Digamos que practica con exquisita profesionalidad su oficio de toro. Le sale feroz el ejercicio, cierto, quizá de ahí ese caché de reinona. El cerdito nos da carne, la vaca nos da leche y el toro nos da cornadas. Lo que se le pide al toro, teniendo en cuenta el éxito de Ratón, es que haga de toro con todo lo que ello conlleva, lo mismo que a Mourinho se le pide que haga de Mourinho. Como entrenador estrella se le pide que gane títulos, y eso a día de hoy implica que no los gane el Barça. Mourinho es la receta, o pretende serlo, contra el Barça, el antídoto para acabar con uno de los mejores equipos de fútbol que se haya visto desde que esto del fútbol se inventó. No es raro, por tanto, que quiera quitarle un ojo a Vilanova; por alguien hay que empezar. Si pudiera le quitaría los dos a Messi. Lo bueno de Ratón es que no habla, y así su venganza contra el hombre o la vida parece más convincente. Lo malo del entrenador del Real Madrid es que no puede dejar de hablar y su venganza contra lo que sea (¿su pasado barcelonista?) es en general cómica y molesta, como una pelea entre vecinas histéricas que no se acaba nunca. Yo a Mourinho lo maldije en la soledad de mi salón el día que salió a correr como un pastor alemán por el Camp Nou, celebrando la eliminación del Barça de la Champions. Y lo desprecié, no por haber eliminado al Barça de forma tan cobarde, aunque también, sino por esa euforia desmedida de chucho al que su cuerpo se le ha escapado y no puede pararlo.

Domina cuatro o cinco idiomas según se dice pero al hablar los mezcla todos, creando un sublenguaje de malvado desafiante a punto de sacarnos su espada flamígera o un mechero y el correspondiente fardo de dinamita. Es un multimillonario cabreado, pero como eso nadie se lo acaba de creer se habla mucho del personaje Mourinho. A mí me parece un capitán Ahab en chándal. En privado debe ser un tipo graciosísimo, de los que cuentan chistes en las sobremesas, pero no tengo el gusto de conocerlo. La verdad es que se nos van las ganas de odiarlo, de maldecir sus muecas de hombre hígado con ojos de iluminado, porque el hombre, en lo deportivo, tiende a equivocarse bastante y el barcelonismo le debe mucho. El 5-0, por ejemplo, en el que algo de culpa debe tener. Su falta de acierto es, en parte, el éxito del Barça, y al Barça mal no le va. Seguramente acabe ganando algo con el Madrid, pues fanatismo no le falta, y jugadores de calidad tampoco. Diría incluso que le sobran, tanto fanatismo como jugadores buenísimos. Como a Ahab le sobraban ganas de hundirse con la ballena.

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