17/5/11

Atajos

Aquí seguimos, señora.

EL Día das letras galegas de este año ha sido, sin lugar a dudas, un éxito. Porque no se trata de conseguirle una pensión a la viuda o a los hijos. O quizá también, no sé. Se trata de conseguir que decir grazas sea para el habitante de este país más atractivo que decir gracias. He ahí la cuestión. La reivindicación está clarísima, por supuesto. Por lo de pronto el éxito de este año radica en que se ha llegado a saber quién era el homenajeado, a diferencia de anteriores años, en los que se nos presentaba a un anónimo de bigote con cara de secretario de juzgado pedófilo que no acababa uno nunca de saber qué méritos tenía para ser tan celebrado. Este año el niño de instituto sabe que Lois Pereiro es algo así como un poeta punk, un tío de su tiempo, que lo mismo podría prenderle fuego a una guitarra como escribir una carta de amor, y hasta el niño de cinco años lo sabe. Mi hija de cinco años vino un día del colegio informándome; Lois Pereiro viajaba mucho en tren, enfermó porque comió algo malo y después enfermó otra vez más, por eso estaba tan delgado. En la televisión de Galicia no han dejado de sacar al fotogénico poeta. Lo veo mientras me tomo una caña en una tasca de señora coja y me imagino a mí mismo dándole unas palmadas en la espalda al poeta. Amigo Lois, el pueblo ama a los poetas que comen poco. Rosalía, según Méndez Ferrín, hubiese dado su visto bueno al poeta. Lo que me recuerda que hace mucho que no leo a Rosalía.

*

ZAMBRA. Hay una delicadeza en este tipo. Contagia serenidad, poesía, sencillez. El tío es un genio pero se aburre escribiendo novelas. Decía de uno de sus anteriores libros que era una novela- resumen, o novela- bonsái. A mí eso de la novela- resumen me parece un gran acierto. Yo diría que una novela- resumen no es aquella en la que se obvian los detalles y aparecen las líneas maestras del argumento, la narratividad en sí, digamos, desnuda, deshojada y tal. No: en una novela– resumen pasaría exactamente lo contrario; dejamos a un lado la novela y nos quedamos con los detalles, con lo superfluo, es decir, con lo verdaderamente importante. Ya sabemos que la literatura está en el detalle. La escusa para llegar a ese detalle es a veces lo de menos. Lo superfluo es saber quién es el asesino, que puede ser cualquiera y nos da igual. No hay cosa más aburrida que leer para saber quién es el asesino, es decir, leer para quitarse de encima la lectura, a no ser que sea el asesino de tu madre, que entonces uno sí que querrá llegar al final cuanto antes para arreglar cuentas.

Decía Gide que no hay obra de arte sin atajos. Esto es el el quid de la novelística, y del arte en general. Puede que de la vida. A Zambra sólo parecen interesarle los atajos. Es demasiado grande, o demasiado pequeño, según se vea, para forzarse a rellenar las novelas de novela, de adultez. La literatura es cosa de críos, de señores/ niño. Los niños tienen los ojos abiertos siempre porque están aprendiendo a vivir. Lo otro son libracos para adultos, para tipos que ya han aprendido a vivir, que ya lo saben todo y sólo les queda saber quién es el maldito asesino y si el número de cuchilladas recibidas por la víctima es primo o no. Lo de Zambra es un atajo que se toma entre el principio de una novela y el abandono de la misma. Claro que no hay novela que no se abandone. De alguna forma hay que acabarlas, y tirarlas por la ventana es la única alternativa a la escritura infinita.

No hay comentarios: