1/10/10

Coetzee

DEFINITIVAMENTE, ya se acabó el verano. Es hora de invernar. Sentarme al lado del fuego si tuviese fuego al lado del que sentarme. Caminar descalzo por la casa en penumbra. Toser, estornudar, calentar café. Meterse en la cama mientras al otro lado de la ventana llueve sobre la bañera vieja que dejaron en el patio los obreros. También dejaron un bidón lleno de latas de cerveza. Vacías, claro. Latas arrugadas como papeles de colores. Recuerdo todas esas barrigas de embarazada tostadas por el sol. Ahora que los obreros bajaron del tejado se acabó definitivamente el verano.

ME DA pereza resumir un libro. Estoy leyendo Juventud, de Coetzee, y no hay mucho que resumir. Joven aspirante a escritor en Londres, después de dejar Sudáfrica. Es un libro lleno de tesoros. Pero el escritor, al parecer, resulta antipático. El protagonista de este libro, que al ser un libro autobiográfico, es supuestamente el propio autor, es un tipo frío, aburrido, normal.

Así se describe él mismo, una y otra vez. A lo largo del libro no deja de preguntarse: ¿Cómo puedo ser un artista, o llegar a serlo, siendo alguien tan normal? Y normal, ya no en el sentido de no llevar una vida, digamos, artística. No pretende ser un bohemio ni nada parecido. No tiene aptitudes. Le sienta mal el alcohol, o no le gusta. No; normal por dentro, soso, sin interés para nadie. Principalmente para ellas, las mujeres, que no se pirran por sus huesos, precisamente.

Hay mucho poso kafkiano. En el buen sentido. No cae en la delirante visualización de sí mismo como ser humano excepcional, en cuanto artista. Kafkiano, ya no por el traje y el curro en IBM, sino por eunuco . En algún momento a lo largo de la novela se define como eunuco, al volver sobre su relación con las mujeres.

Este párrafo me recordó el diario de Pavese:

"Nunca ha despertado la pasión de un corazón femenino, lo que él llamaría una gran pasión. De hecho, al mirar atrás, no puede recordar haber sido objeto de pasión, de una verdadera pasión de ningún grado. Seguro que eso dice algo de él. En cuanto al sexo en sí, entendido en su sentido más concreto, sospecha que lo que él da es bastante pobre; y lo que obtiene a cambio también. Si la culpa es de alguien, es suya. Porque si no pone corazón, si se contiene, ¿por qué no habría de hacer lo mismo la mujer?

¿El sexo es el baremo para todo? Si fracasa en el sexo, ¿fracasa en la prueba global de la vida?"

En fin; no levanta cabeza. Entre Jesús y Satán se queda en un anónimo término medio. Está convencido de su insignificancia como individuo. Mucho ha de escarbar la mujer soñada para encontrar atisbos de esa llama del artista que arde en su interior. Él supone que algo tiene que haber, que nadie puede ser tan gris. Como escritor todavía no se ha estrenado, pero confía en que todo llegará.

No he acabado de leerlo. Ayer acabé Verano y empecé con Juventud. Me pregunto: ¿qué puede resultar antipático de este tipo? O más bien, la pregunta debería ser: ¿qué no es antipático de este tipo, tal como se narra?

Hay una falta absoluta de heroicidad. Pero, claro, ya no esa heroicidad del hombre de acción, del que traduce todas sus bondades en actos heroicos, de alguna manera. Porque el hombre gris, el llamado antihéroe, también era un héroe a su manera. Ese sufridor noble, ese doliente humano que padece por todos nosotros. Hasta el no sufridor, el hombre cualquiera, el mueble humano de la literatura del siglo XX, nos redime, pues todos hemos sido muebles, y hasta muebles bonitos y con miedo a la muerte.

Aquí no hay mucho de eso. No hay ninguna nobleza interior. Nada de lo que presumir. Ni siquiera atisbos de ese compromiso con su tierra que se le supone a Coetzee. Sudáfrica, el blanco amigo de los negros y todo eso. El blanco avergonzado. El protagonista de Juventud deja su Sudáfrica antes de que le salpique la sangre. Huye. Pero ya no es que sea un héroe, es que es un pequeño hijoputa. Y lo peor, no un hijoputa gracioso, agradable, atractivo, como suelen ser los hijoputas de las novelas y sobre todo los de las películas. No un hijoputa con conversación. Un hijoputa aburrido, que es lo peor que puede ser alguien, y lo que es casi todo el mundo.

Coetzee dice; pensabais que siendo artista se me perdonarían todos los pecados, incluso mis pequeños pecados de miserable malhumorado y despreciativo. Pero no; ser escritor no me convierte en mejor ser humano. De ninguna manera. Al contrario; todo está justificado.

Soy un artista, no soy nada. Soy menos que nada. Arrastra consigo el pecado de no poder ser más que escritor. Una alimaña, se entiende.

Me gusta la prosa de Coetzee: es la escritura del escéptico. No podría ser de otra manera. ¿Cómo escribir de lo que escribe de otra manera? Hasta la tercera persona le va al pelo, como si hablar de sí mismo en primera persona le diese asco.

4 comentarios:

conde-duque dijo...

Creo que literariamente lo disfrutamos igual, pero quizás lo demás lo leemos de otra manera.
No, me niego a que ser un rácano de espíritu sea ser "normal". Entre ser un héroe y ser un mezquino hay un enorme trecho que cubre todos los grises de la normalidad.
Ser artista (o sentirse artista) no tiene nada que ver. Es algo que no le redime pero tampoco le justifica. Contarse así de mal (como autobiografía) es su gran pericia realista. Hay pocos ahora que escriban tan bien. Y casi nadie conseguiría generar antipatía con tanta eficacia (es un mérito indudable).
Yo creo que lo kafkiano es luminoso y épico en el fondo, tiene el valor de la condena. En Coetzee no lo veo por ningún lado.
Son dos grises muy diferentes para mí. Y el escepticismo es otra cosa.

Mabalot dijo...

Pero el escepticismo literario, o el escepticismo de estilo es ese.

Es como una puesta en escena de la falta de ambiciones. En el creerse más o menos eso, ese como encogerse de hombros, está un tono que ha dado las mejores prosas de la literatura. Más que kafkiano, o más directamente, Coetzee sale de Beckett. Me parece obvio. Él mismo lo confiesa, creo.

Todo lo demás son planteamientos de él en ambos libros:
-La relación literatura/ carácter
-La relación literatura/ sexo
-La relación literatura/ familia

Puede que necesite olvidarme un poco de lo leído. Lo tengo demasiado fresco.

Lo de hijoputa aburrido son alardes de pesimismo, o puede que desvíos involuntarios. Pero una cosa es aburrido (lo comunicativo del asunto) y otra rácano de espíritu. Estoy seguro que grandes espíritus eran unos tipos aburridos, y viceversa.
Coetzee opta por ser mezquino, o por explorar literariamente esa faceta del ser humano. Puede que en realidad fuese un tipo más del montón. Tiendo a creer esto. Pero si sus investigaciones literarias fuesen sobre la normalidad de espíritu no sería quien es. Ya no es que sea una interpretación mía; es que está ahí expuesto, sobre todo en Verano.

Me ha parecido un tipo poco humano, en el sentido usual del término. Otra vez más, un discípulo de Beckett. Pero ojo; poco humano, frío, más que voluntariamente, como destino, como aceptación de sí mismo, etc. Le viene de familia.

Es bueno, es evidente. Pero tampoco le guardo un rincón en mi santoral.
Nunca he pasado de creer que estaba leyendo novelas. Ficción.
A mí el que me cayó mal es Patricio Pron. Y seguro que en persona es muy majo.

conde-duque dijo...

¿Qué tal "Verano"? ¿Está en la misma línea que "Juventud"? Me apetece leerlo, ya que estoy del tirón... aunque "El maestro de San Petersburgo" va a ser el siguiente.
Vaya, pues pensaba que te podía molar Pron por el aire centroeuropeo tipo Tavares. Todavía no me acaba de convencer ninguno de los dos, he abandonado las lecturas.

Miguel Baquero dijo...

He leído alguna novela de Coetzee sin reparar en eso y lo cierto es que lo has definido muy acertadamente, pienso. Un análisis muy agudo... y eso que no querías hablar del libro