22/5/08

Papel y bolígrafo (y 2)

Día tres (Martes)

Cuando llegué el que me había tomado el portátil estaba sentado en la mesa muy atento a la pantalla de un ordenador. Me dijo: Caballero, hay problemas. Y añadió: No consigo que arranque. Así que nos abrazamos, casi llorosos, hermanados por que ambos habíamos llegado a la misma conclusión; el ordenador, por las razones que fueren, que él sabría, para eso era un ordenador, no tenía intención ninguna de arrancar por sus propios medios. Se sacó el cigarro de detrás de la oreja y me lo ofreció. Pero lo aparté y fui al grano.

-Entonces, ¿qué le pasa?

-Es la BIOS que no hace contacto blablablá, blablablá… está flipada.

-¿Está rota?

-No, rota, no; flipada.

-¿Qué es flipada?

Y ahí empezó un movimiento de manos un poco a lo rapero y no entendí nada de lo que dijo, porque sospecho que no vino a decir nada, y quería hipnotizarme con el movimiento de manos para que me marchase tan feliz, así que nos cabreamos un poco el uno con el otro y yo pedí un traductor simultáneo. Apareció el del agujero en la mejilla con las manos en la barriga peluda, debajo de la camiseta, como si estuviese acariciando al hijo que llevaba dentro. Se puso la cosa fea, que si te lo arreglen en otro sitio, que si con el chipset flipado no podemos hacer nada, tenemos que pensar. Sacamos las pistolas, como en una peli de Sergio Leone, apuntándonos en triángulo y amenazándonos mucho y con malas palabras, hasta que vimos que eran pistolas de chocolate con leche y estaban rancias y un poco derretidas del calor que emanaba de los equipos y seguimos hablando del ordenador, o discutiendo, o pensando, o todo a la vez. Ellos pensando. Al final descubrieron que era el disco duro el culpable, que este sí estaba dañado (y el virus no tiene nada que ver, que no comen discos duros, si acaso la información), y lo cambiaron y todo se demoró, entre guardar datos y formatear, lo suyo. Aprovecharon para asesorarme de muchas y variadas cuitas de informático y de algunos secretos sólo al alcance de ellos. Después, ya de noche, sacaron cervezas e insultamos un poco a la SGAE y a los deuvedés vírgenes y a Bill Gates, que estaría en alguna parte riéndose de sus maldades y acariciando a un gato peludo, y salí de allí contento, confuso y cansado. Linus Torvald, Ubuntu, tarjetas gráficas que convierten la realidad en videojuego, todo eso y más me daba vueltas en la cabeza, como el que sufre algún trastorno delirante. Hasta me olía la ropa a cable.

Día cuatro (Miércoles)

Llegas a casa, metes la llave y abres la puerta; la casa está vacía. Todos los muebles, hasta las sillas y las mesas, y el sofá, y la cama, todo de todo, está en un cuartucho, almacenado. Puedes ir y coger lo que necesites, pero no hay quien mueva el armario y otros trastos. Por quitar han quitado hasta los posters de la pared y los cuadros y las fotos. Ya no es tu casa. Hay que empezar de cero.

4 comentarios:

conde-duque dijo...

Bueno, por lo menos ya puedes asomar la cabeza por la ventana y saludarnos.
Todos los objetos almacenados en un cuarto. Bien pensado, no está mal.

Miguel Sanfeliu dijo...

Así es la informática para los simples mortales, como ese fin del mundo que terminaba en cascada cuando se pensaba que la tierra era plana. Yo hago copias de seguridad sin parar, en DVD y lápices de memoria.
Ese técnico rascándose la cabeza y mirando el ordenador como el mecánico que sabe que te va a dejar en calzoncillos me puso la carne de gallina.
Suerte y saludos.

Anónimo dijo...

Otra vez una tormenta nos dejó sin internet. Se quemaron los cables de la calle, o no sé.

Vaya semanas de averías. Un saludo a todos.

Mabalot.

rositaduran dijo...

jajaja, qué risa me dio todo el lío..