1/6/08

El viejo triste

No sólo en el cine se da la sensación de encontrar falsísimo a alguien que de repente, de un fotograma a otro, ha envejecido. El pelo blanco lo vemos harinoso, las arrugas nos parecen de careta de goma, y todo nos lleva a sospechar casi sin querer de un maquillaje que no acaba de convencernos. Pero esa misma sensación tuve ayer en la realidad, y todo porque de repente es un anciano. Hacía años que no veía a ese señor; ya era calvo, pero ahora de esa calva demasiado abultada, de una cabeza con forma de melón, le salían dos peluquines a los lados, sobre las orejas, blancos y mal puestos. Sabemos que es su pelo porque nadie se pone dos peluquines para presumir de patillas. La frente es más ahuevada, y recuerda a un extraterrestre. Todo el rostro tiene unas arrugas más profundas. El buril del tiempo (a veces da un gusto escribir estas cosas tan horribles, como si nada importara, o todo valiera): el buril del tiempo va surcando las líneas casi imperceptibles de antes, dejando unas cunetas en la cara que forman el maquillaje de un payaso triste. Pero sonríe. Y los ojos encendidos, que es lo único que parece de verdad.

Se tambalea al caminar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno...
Conde.