La boca muy abierta, el caminar vacilante, torpe. No siente las piernas, como Rambo. 10000 kilómetros, casi media vuelta a la naranja, le separan de la tierra que le parió o le abortó. Don Paco no solo viajó a otro mundo, también viajó en el tiempo. No se sabe si al pasado, al futuro, o a un tiempo paralelo, como un paréntesis dónde las cosas suceden de otra manera.
Pero afortunadamente no va solo; una nativa que lleva casi media vida pululando por la vieja Europa vigila sus pasos, lo dirige por ese laberinto que es un aeropuerto, por esos pasillos impolutos y enmoquetados, por esas cintas transportadoras de humanos y maletas que parecen llevar a la trituradora, como en una fábrica de hamburguesas. Ni un papel, ni un envoltorio, ni una colilla, y menos una colilla, nada que denote que por allí pasan seres vivos. Por los ventanales enormes los aviones sorben por el culo, como Camilo José Cela agua, combustible. Pequeños vehículos pilotados por seres de mono blanco se mueven por la pista y se entrecruzan sin toparse unos con otros, como en un complejo y milimetrado plano en el que todo está calculado.
Aeropuerto de Narita. Cualquier cristiano razonable creería que de un momento a otro se acercarán unos tipos con mascarillas y lo operarán, dado el ambiente aséptico y sospechoso del lugar.
Tiene nuestro protagonista la impresión de estar en una película de ciencia ficción de los setenta, tan lejos de sus castizas y disparatadas incursiones en el mundo del cine.La boina ha perdido su capacidad de absorción; el sudor le baja por la frente. Saca el pañuelo y se limpia. Ya está camino de la ciudad, Tokyo, por todos conocida como Ciudad Gominola, o Capital Gominola. Aprovecha para rascarse bajo la boina y mira al chorizón, al que le cuelga un cordel con la denominación de origen, a modo de coletilla picarona. El chorizón parece tan estupefacto con el panorama como el ilustre paleto. Mientras los nativos en el coche distraen el trayecto emitiendo unos sonidos curiosos como una rara especie animal, el chorizón le plantea algunas cuestiones, fruto de su atenta observación hasta el momento:
"Te habrás fijado, Paco, que varias cosas aquí son extrañas a nuestros ojos cristianos. La primera; esta inmunda limpieza, que pondría nervioso al mismo don Limpio. Esto no parece el mundo real; es un laboratorio. ¿Estas seguro dónde nos estamos metiendo? No quiero acabar hecho picadillo, a manos de un carnicero. Y esto no es todo; es posible que esta gente, después de años de adoctrinamiento y amenazas solapadas, llegara a abstenerse de guarrear por ahí como en todos los países civilizados (véase Francia, el aeropuerto Charles De Gaulle, cochino como dios manda), pero lo que no es normal que no haya ni una sola papelera. ¿Dónde van a parar todos los envoltorios que fabrica Niponia, el país que más envoltorio por gominola fabrica, dónde cada galleta lleva su traje individual de plástico transparente?
Otra cosa que es sumamente extraña y sospechosa es la falta de contacto corporal entre los nativos. Tu anfitriona, Paco, se ha encontrado con sus padres, que han venido a recogernos, y entre la gama de saludos y sonrisas no ha habido hueco ni para una palmada en la espalda. Solo a ti, que eres blancucho, te han estrechado la mano. Ni siquiera a los niños los besan. Ten cuidado, Paco, es posible, como ya te tengo susurrado en más de una ocasión al referirme a este puebllo, que no se trate de humanos, sino de algo a medias entre seres pluricelulares y robots sanguinarios, una categoría de androides cuyas intenciones, aunque parecen buenas, no dejan de ser sospechosas.
Hay un tercer misterio que convierte en más terroríficos los otros dos. De todas partes, hasta en los retretes, brota un silencio perturbador que lo envuelve todo, como si el mundo fuese una galleta encerrada en una cámara insonorizada. Es un almohadillado sonoro que parece taponarnos los oídos. El aeropuerto parece un velatorio y hasta los anuncios parecen ser pronunciados con respeto hacia el muerto ficticio. Lo peor que puede hacer un chorizón en esta situación es asombrarse en alto y hablar como una pescadera con el género pudriéndosele ante las napias. Tendremos ocasión de comprobar cómo estos misterios, lejos de resolverse racionalmente, se confirman, adentrándonos en los territorios más desconcertantes y acojonantes que un chorizón cristiano pueda imaginarse.
Con Dios, yo me voy a echar un sueño que el viaje este me dejó las tripas revueltas. Acércame la hogaza de pan que la use de almohada. Despiértame cuando se vean las primeras luces de Ciudad Gominola."
El chorizón echa una soneca y don Paco, que es un viejo zorro, y no deja de apuntar todo lo dicho y todo lo visto en un cuaderno, se retira del mundanal silencio a cavilar en estos misterios.
Al fondo, a través de la ventanilla, Disneylandia.
31 comentarios:
(Suena una ovación...) Genial, Mabalot.
Algunos (todavía somos pocos, pero ya se andará) estamos presenciando el surgimiento del mejor escritor español del siglo XXI, un Gutiérrez-Solana modernizado y con más sentido del humor.
Sí, señores, acuérdense dentro de unos años. Éste es un momento histórico en el devenir de la literatura. Lo digo y lo repito. Lo intuyo. Lo sé.
Pero, entonces, ¿tus suegros no le dieron un beso, ni nada, a su hija?
Eso sí que me parece increíble.
Un abrazo.
Lo del surgimiento del mejor escritor español del s.XXI viniendo de Conde- Duque, pues me colma de alegría este pecho de pajarito, pero lo de compararme con Gutierrez Solana me hace el tío más feliz de la tierra. Gracias, tío.
Porto: los japoneses no se tocan, apenas. No, ni un beso, ni un abrazo, y eso que la familia de mi mujer es bastante occidental, nada de japoneserías ni kimonos etc... Así es. A mi, mi suegra me acercó su mejilla, mejilla contra mejilla, y causó casi pavor entre los presentes el gesto. No muestran sus sentimientos en publica, y los enamorados no se besuquean en publico ni aunque los apaleen.
Gracias. mabalot
Esterilizado
silencioso
frío
lejano.
Joder, Mabalot. Dicho así... Pero ¿son cercanas, al menos, sus sonrisas?
Poca gente mejor que tú, imagino, puede hablar del síndrome Oriente, desde fuera, a lo Paco, y desde dentro, a lo yerno.
Me da curiosidad.
Vamos a ver; para mi una cosa es el pueblo japonés, que no me deja de sorprender, por más que parezca saber de usos y costumbres, y otra mi mujer, a la que no acabo de incluir entre el paisanaje oriental, quizá por costumbre de verla aquí. Ella lleva quince años entre Francia y España, y por carácter y gusto es más española que yo. Eso del silencio, la falta de papeleras y la pulcritud impresionante de las calles, y hasta esa falta de contacto son cosas que le sorprenden casi tanto a ella como a mi, y que le disgustan, yo creo.
Tampoco necesariamente debemos identificar contacto físico con humanidad. A mi me reppugnan un poco ese besuqueo de algunas pelis argentinas y el continuo tequiero empalagoso. ¿Son más humanos por ello?
En todo caso no considero al pueblo japonés un pueblo feliz, y esto es una opinión. La tasa de suicidios tiene que tener una explicación.
Y sí, sus sonrisas son muy cercanas, quizá por eso no necesitan tocarse.
Hasta luego.
Jajaja, ese "hasta luego" ha sonado a portazo, como si estuvieses enfadado...
"Ta está bien, tanto besuqueo, coño".
Creo que estoy de acuerdo en cuanto a los excesos empalagosos en público, pero ese "sin tocar" de Melvin es un poco triste... y supongo que las bocas están echas para comer y para besarse... (No, mejor no digas la burrada que estás pensando, Mabalot.)
Muy buena crónica, Mabalot.
Un placer leerle.
Saludos.
Una anécdota alpina de cómo pueden ser los japoneses. La norte del Eiger (El Ogro), en Suiza, es una de las paredes más terribles de los Alpes. 2000 metros de hielo y roca vertical. En los años 70 una cordada nipona se queda atrapada en "La travesía de los dioses", un pasaje a 1800 metros de la base. No pueden continuar, agotados y con mal tiempo los equipos de rescate se disponen a salvarlos. Los japos, antes de sufrir la "indignidad" de un salvamento, cortan sus cuerdas y se arrojan al vacío.
Pa flipar que diría un chaval
Perdonar, quería decir un pueblo "infeliz", y se suicidan, decía, por algo. Veo la vida de mis suegros muy bien montada, pero en en general, también veo cierto exclavismo y resignación en esos rostros de las mañanas en el metro, todos mirando al suelo, o simplemente durmiendo, para olvidarse de la realidad.
Bueno, son muchas cosas que tocaré despacio, a ver si me entero. Y son impresiones particulares que se formaron en mi seso, no realidades objetivas. Yo también soy un punto de vista andante, no pretendo otra cosa, ni me interesa otra cosa.
Tampoco soy nadie para decir qué gente es feliz o no. Veo más alegría por estas tierras pero es una visión sesgada, también. Así como hay diferentes idiomas hay diferentes códigos no verbales y de comportamiento que hay que saber leer.
Y claro, la boca también es para besar, entre otras cosas. Lo de no tocarse pone un poco nervioso, como si no quisiésemos contagiarnos la tiña, y creo que además de un poco triste no es bueno para el coco.
Gracias, Miguel, el placer también es mío, que me lea y me de su opinión.
Si en este país hubiese una editorial con olfato te enviaría, Mabalot, a los más distinguidos países para que nos los acerques con el talento, la retranca y la inteligencia con la que nos has acercado Niponia, ese planeta gominola. Saludos.
Coño, Alexandrós, la anécdota es para flipar, efectivamente.
Sí, son cosas de jamados. ¿De dónde coño les vendrán a la gente de esas islas tales ideas?
Gracias por la anécdota, amigo.
Coño, Manuel, también por aquí ahora. Pues sí, estoy de acuerdo contigo. Yo me iría con los gastos pagos a los más exóticos países a tomar notas en un hotel de 5 estrellas (si hay que bajar al barro se baja, pero después subo a quitármelo en la ducha), pero nada de pueblos en guerra, que las guerras son muy ruidosas y yo soy más de los de hacer el amor, paz y esas cosas de jipis.
Gracias, Manuel, si este país fuese serio tú estarías en El País sustituyendo al pesado de Rivas los sábados.
Jejeje, qué rápido nos colocamos, en el sentido menos embriagador del termino.
Ando con prisa, pero cuatro cosas, rápidamente:
1. Compruebo que ya está la casa ocupada nuevamente, sin los amigos dando saltos encima de las camas.
2. Lo de que apenas se 'toquen' los nipones me parece inquietante y de mala rima.
3. La ilustración de Paco Martínez Soria en esta entrada, más que un símbolo, es todo un logotipo.
4. A la vista de tu respuesta al comentario sobre Rivas y 'El País' compruebo que el largo viaje te ha dejado indemne (y hasta mejorado) el humor. Así que,
5. Bienvenido. Y un fuerte abrazo.
¡Coño, Mabalot! ¡Ya está Ud. de vuelta! Un abrazo, hombre, y en buena hora.
A juzgar por el número de comentarios del post anterior, mientras estaba Ud. en Niponia se lo han pasado sus amigos que te cagas.
Don Juan, le comento:
1. Los nipones no se tocan, es verdad, y a mi me extrañó mucho la otra vez que fui. Esta vez ya sabía lo que iba a encontrarme en ese sentido. Sorpresa fue que mi suegra hiciese ese amago cariñoso de beso, acercándome su mejilla. Lo siguiente que me dijo mi mujer fue que eso no lo hace nunca.
Quizá, dicho así, suene fatal, pero este sentimiento se diluye cuando compruebas cómo son, o ves el día a día. Ni falta de afecto, ni de humanidad, sino todo lo contrario. Un trato siempre exquisito por parte de todos los naturales de Niponia, y por parte de mi familia un sentido del humor y una coña que ya la querrían algunos graciosos de aquí.
Por lo tanto, exceptuando lo curioso (y frío a ojos nuestros) de ese comportamiento, no veo que eso los haga menos dignos de confianza, sino al contrario. Y hay que tener en cuenta que otra cosa muy distinta son los jóvenes allí, que ya tienen otros patrones a seguir, totalmente occidentales. No digo que se morreen en la calle pero son otra cosa.
2. Perdonar el rollazo. Nunca sabe uno qué imagen un tanto distorsionada puede estar dando; y separado de todo lo demás quizá esa información del no tocarse suena eso, muy de "mala rima", amigo don Juan. Y es injusto, teniendo en cuenta lo bien que se portaron conmigo todos... esos pequeños androides soñadores.
3. Un abrazo, sus comentarios, por rápidos que sean siempre caen fenomenal aquí.
Sr. Busoni, también usted estaba medio desaparecido, o enteramente desaparecido. Desde Niponia eché un vistazo alguna vez a sus fueros, pero no estaba por allí. Seguramente se habrá echo usted fuerte en algún lugar alejado de sus cotidianas tareas. El caso es que me alegra tenerle de vuelta, y a la espera estoy de sus post sobre trapilladas, o sobre lo que guste.
Sí, esta casa quedó en manos de unos verbeneros, pero si no le molestó a los vecinos, pues me alegro por ellos, que bien se lo pasaron, y por mi, que en la distancia también me eché unas risas. Es una pena que no se uniera usted al cotarro. Seguro que en esas lides es usted tan capaz de saltar por las camas empuñando una botella de whisky como el que más.
Bienvenido, un saludo.
Bos días.
Lo de no tocarse (y ya está, ¿eh?, ya paro con el tema) probablemente hasta pueda considerarse objetivamente peor, por aquello de ser un canal importante de expresión de sentimientos, comunicación de afecto, o qué sé yo, la psicología sabrá (o no). Pero a la hora de la verdad es más probable todavía que lo compensen por medio de otras vías. En esto, como en todo, al juzgar rápidamente corremos el riesgo de hacerlo considerando normal lo que nosotros hacemos, considerándolo más que normal lógico, y eso es falso, claro.
Algo así, salvando las distancias, pensé yo cuando me corrigieron con mucha corrección una vez que me quejé de que los yankis estuviesen en casa, o comiendo, con la gorra puesta. Hay que ser capaz de darse cuenta de que los esquemas básicos son distintos, y de que a partir de ellos las cosas evolucionan con la misma normalidad pero dan resultados diferentes.
En fin, ya paro.
Lo que no me ha quedado claro, al final, es si crees que son felices o infelices; y si crees que los suicidios son un síntoma o una contradicción.
Y lo que cuenta Alexandrós (¡ay, maldita renuencia a contarnos sus aventuras!) es pasmoso. También a mí me gustaría saber de dónde viene ese para nosotros desmesurado sentido del honor.
Ah, y quiero dejar claro que durante la fiesta, mientras Conde, Manuel, Lara y algún otro saltaban blandiendo botellas y esnifaban serrín y ceniceros, yo estaba sentado en una silla, mirándolos asombrado. Y que yo bebo gin-tonic, así que la mancha de la alfombra no es mía.
Un abrazo.
En general, me equivoqué en el primer comentario, ya digo, considero que no es una sociedad feliz, y lo digo basándome en el concepto de felicidad que se tiene aquí. Pero, vamos, no tengo claro mucho este tema. Esto de escribir, creo yo, sirve para ir aclarando cosas que no sabíamos, para saber qué pensamos.
La impresión que saqué es la de que no son muy felices. Esos tipos en el metro vestido con su traje y el maletín, con los ojos cerrados, a los que les espera una jornada de más de diez horas... en fin, el pecado no es sólo japonés. Recuerdo unos párrafos tremendos de Amelie Nothomb sobre esto mismo de Japón. Ya lo buscaré y citaré en otro post.
Esfuerzo, sacrificio, resignación, modestia, y silencio.
Ese es un catecismo probable del japonés de antes. El milagro japonés no era milagro, era eso, trabajo, trabajo, y trabajo, sin nada a cambio, o con muy poco. No les une una religión, ni siquiera un patriotismo más o menos exacerbado, sino un sentimiento común de sacrificio, de que la vida es esto, trabajo, y buscar otra cosa o recompensas excesivas no entra dentro de los planes. El precio de todo eso quizá se ve ahora, y los suicidios (más que un superficial cuestión de honor) tiene más que ver con e fracaso en aquello que justifica la vida de alguien.
Digamos que esa obsesión por destacarse profesionalmente es mucho más acusada en japón. Y fracasar es peor que morir, o lo único que queda cuando se queda uno sin eso que justificaba tu vida.
Claro, estoy hablando del japón de la generación que se funde ahora, los que vienen son otra cosa, me parece. Casi lo contrario...
Ya lo iré mirando, a ver qué averiguo y saco en limpio...
Bienvenido, Mabalot.
Permítame que -en contra de lo que por costumbre tengan los nipones, que no su mujer-, le bese las mejillas.
Estoy deseando leer la continuación de la crónica de su viaje. El aperitivo, a pesar del chorizón, se ha digerido rápido y con apetito atrasado.
Permítame que, coincidiendo con mi querido Porto, solicite desde aquí a Alexandrós tenga a bien contarnos algunos de esos relatos de viajero intrépido que tan avaramente atesora.
Un abrazo fuerte a todos los contertulios del Pombillo.
Gracias por los besos y la bienvenida.
A ver qué contaremos en la próxima, algo saldrá. El chorizón me recuerda al Zico aquel de La vuelta al mundo en ochenta días, y don Paco es un Willy Fogg patrio.
Tengo la cabeza como un bombo, y además truena ahí afuera. No vaya a ser que me entre un rayo por el cable de internet.
Un abrazo.
Yo conocí a una japonesa (y, como buen hispano, entonces ya puedo hablar y hablar de Japón, diseccionarlo y analizarlo de arriba a abajo...). Vivía en Londres, que fue donde estuve con ella, y como se extrañaba de que los españoles siempre hablásemos bien de la vida en España, y siempre dijésemos que queríamos vivir aquí, yo le pregunté por Japón, por Tokyo, y me contestó que se vivía fatal y que preferiría no tener que volver a vivir allí nunca.
¿Lo de que tienen algo así como una semana de vacaciones al año es cierto o es otra leyenda urbana?
Abrazos.
Fiesta o debate, el caso es que en esta casa siempre hay jaleo.
También a mí me sonó a portazo ese hasta luego primero de Mabalot, pero me alegro de leer el extenso resto para meditar sobre todo. Las palabras escritas, sin tono de voz, a veces tienen un carácter desmesurado, pero para eso están, para seguir escribiendo otras y abrir más puertas, y más puertas. Por si quedaba duda, no, no creo que la humanidad dependa de los abrazos. Eso es algo, para mi gusto, bastante más personal, individual, que te esponja el corazón un poco y la cabeza, que te hace soltar lastres. Aunque luego uno se mire solo delante del espejo, único y quieto, y sea suficiente.
Lo de la semana de vacaciones es cierto. Eso me dijeron.
Están locos. Cuatro años para sumar un mes de vacaciones.
Lo de que en Tokyo se vive fatal... pues supongo que sí, será cierto. Todo depende, me dice perogrullo, de la pasta que tengas. Si tienes dinero lo malo es menos malo y lo bueno existe de vez en cuando.
Perdonar mi practicismo, pero es que en Tokyo una naranja vale más trescientos yenes. El yen ahora roza a la peseta, al cambio con el euro. Y el pescado que tanto les gusta está por las nubes. El pan otro tanto, claro, que no comen pan, pero está todo muy caro. Menos las cámaras digitales y todo cachivache que se enchufe.
No digamos la vivienda. Y además no es una ciudad muy humana. Mi señora pensaba lo mismo antes, y ahora parece que la echa de menos, aunque yo sé que si viviera allí acabaría harta a los dos meses.
Lara, siento haber parecido un cabreado, por que no lo estaba, claro. ¿Qué razón tendría? A veces toman las palabras escritas un tono cabreado que en realidad no hay en la cara ni en la cabeza de uno.
Un abrazo.
Es difícil dialogar por escrito, teniendo que prescindir del tono de voz y los gestos. Más de una vez surgen malentendidos.
Lo de la semana me parece atroz. Y creo que si esto no es una verdad objetiva poco le falta.
Abrazos.
No me extraña que se suiciden. Ante ese panorama de vacaciones, yo también lo haría...
Aquí os dejo a todos los interesados y curiosos acerca de la vida en Niponia un interesante blog sobre el asunto:
http://www.kirainet.com/
Mabalot, macho, que no nos actualizas... Te voy a quitar el sobrenombre de "Gutierrez-Solana del siglo XXI".
Pues el otro día cogí e la biblioteca "Happiness" de Will Ferguson y en la solapa pone que vivió cinco años en Japón y escribió varios libros sobre el tema: tienen muy buena pinta, pero no están traducidos; estarán sólo en inglés (es canadiense)...
Acabo de volver de los madriles. Viaje relámpago, o trueno. Tormentoso en todo caso. Fui, vi, y volví. Operaban a mi padre, así que solo fui del hospital al hostal, y del hostal al hospital.
Estoy de vuelta. Todo bien.
(Bueno, me escapé una hora y media a la Casa del Libro. Yo iba sin afeitar y con unas ojeras como nubarrones, y solo compré un libro de Stevenson publicado por Hiperión, titulado "Ensayos literarios". Había una escritora, ni puta idea quién, ni me paré a leer el nombre, que no estaba mal, o era la representante de la editorial la que no estaba mal. Mientras hojeaba novedades casi sin darme cuenta la abordo, como un despistado peligroso. No me sonaba de nada su cara. Gracias a dios no era Lucía Echevarría.)
Una saludo, amigos.
Ah, el blog de Kirai ya lo conocía. Es de lo mejor del tema, aunque en esto de Japón hay mucho blog de friki computerizado. De Japón hay un libro muy bonito de Gironella, José María. Sí, el mismo que escribió lo delos "cipreses creyentes".
Tomo nota del tal Fergurson.
Ah, bueno, entonces te perdonamos la tardanza, pero es que tenemos mono de "Las aventuras de Mabalot en Japón".
Un abrazo, y que tu padre se recupere pronto...
Espero que tu padre esté bien, Mabalot.
Un abrazo.
Sí, está bien. Gracias.
(Ahora cuando pincho en los comentarios me sale una ventana de publicidad que no sé qué leches es. ¿Será el precio de tener un contador "gratuito"? Ni idea.)
Un abrazo.
(Yo, ni idea)
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