9/7/12

588. Qué ha pasado. No tengo ganas de decir ni pio. Soy feliz, qué más da. Me gusta pasear con la niña. Mi niña. Qué feliz soy, tan habladora ella, tan poco como yo. Todo ilusión y cháchara fenomenal. Y uno, qué podrido, ya, ni gordo ni flaco. Me levanto con la resaca del dolor de cabeza y duermo la siesta como una vieja. Me quedo cocido en el sillón de orejas, abrigado por los pecios de Ferlosio. No hay guerra ahí afuera, pero como si la hubiera. De vez en cuando se destroza algo, quiero decir, algo se derrumba. La paz se estropea, de alguna manera, decía el sociólogo, el escritor sociólogo, estamos en guerra. Las bajas, las batallas, la pérdida de los buenos tiempos. Ciclos, mierda. Esta cosa que es la crisis. La tercera guerra mundial se libra en los pasillos. Ya iremos viendo. Acabé por fin con el Kafka de Stach, que se me fueron colando otras cosas. Describe ese 1914, julio, agosto; "Alemania declara la guerra a Rusia. Por la tarde, escuela de natación." Ese escandaloso punto y seguido. Esa puntuación; un punto y aparte y a nadie le hubiera extrañado. Pero no fue indiferente al desastre Kafka. Podríamos decir que de los grandes nombres de este siglo (apunto Proust, Pessoa, Joyce) fue el más influido por la Gran Guerra. Es cierto que casi podía oler la pólvora de los cañones desde su ventana (exagero). La Gran Carnicería. Todo el día, hoy que no trabajé, tarareando el Trio para piano, violín y violonchelo No. 2 op.100 de Schubert. Ayer por la tarde vi La pianiste, de Haneke. De ahí el Schubert. Pero es de Barry Lyndon de quien me acuerdo. La tengo que comprar. No hace mucho que la vi, meses atrás, qué maravilla. Una buena laguna en mi supuesta cinefilia, que es más casi cinefobia. Barry Lyndon, sí señor. Y Kubrick, que sí que no. Pintó muy bien la Gran Carnicería. Al ver Barry Lyndon me acordaba, claro, del Lazarillo. Y de Stendhal. 


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