20/6/12

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La diferencia entre La verdadera vida de Sebastian Knight de Nabokov y el libro de Reiner Stach sobre Kafka es que el primero es una novela y el segundo una biografía. Al menos, así se venden. En eso estamos todos de acuerdo. Claro que la novela de Nabokov es una biografía ficticia; o mejor dicho, la biografía de un ser ficticio. Sebastian Knight no ha existido como ser independiente de esa novela. La novela de Nabokov podría ser otra cosa; podría ser una autobiografía solapada, por ejemplo, pero no por ello dejar de ser una novela. Ese hermanastro, V, el narrador, el misterioso V, que no quiere contar nada de sí mismo, ni falta que hace, porque el que cuenta a otro también se cuenta a sí mismo, escribe la biografía de Sebastian Knight, y es una biografía en la que se narra tanto la vida de ese escritor muerto prematuramente como la aventura de escribirla.

En realidad, entre Kafka y el tal Sebastian Knight tampoco hay mucha diferencia. Al menos leo la biografía de Kafka a ratos como si leyera la vida de un ente ficticio. Se me ha ido desprendiendo de su obra; el personaje es literatura. Es la biografía de un personaje literario, alguien que encarna la literatura. Bueno, con mayúsculas. La Literatura; el propio Kafka así lo escribe alguna vez: "Yo no tengo interés por la Literatura, sino que estoy hecho de Literatura, no soy otra cosa y no puedo ser otra cosa." [Carta a Felice Bauer, 13 de agosto de 1913]. Cierto que Stach tiene el escrúpulo del biógrafo moderno; ya que no puede dar el pego y teme manchar de novelería cualquier territorio de la vida de Kafka sin prueba, no deja de dudar de lo que quiere decir, aún diciéndolo. Aquí, cuidado, empieza la novela; imaginemos, y nos coge la mano, dejemos que sueñe. Pretende un Kafka real. Complicado. Es más verosímil la vida de Simeón el Estilita.

*

"Hace poco me preguntabas, en relación con la carta de mi tío, por mis planes y expectativas. Me ha dejado asombrado la pregunta [...]. Desde luego tengo planes, no tengo expectativas, no puedo ir hacia el futuro, puedo precipitarme en el futuro, revolcarme en el futuro, tropezar con el futuro, y lo mejor que puedo hacer es quedarme tumbado. Pero en verdad no tengo planes ni expectativas, cuando me va bien estoy completamente lleno por el presente, cuando me va mal maldigo el presente, ¡no digamos el futuro!".

[Carta a Felice Bauer, 28 de febrero/1 de marzo de 1913].


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