10/6/12

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Esas manos huesudas, para ensamblar frases huesudas. Azorín.

ESTOS señores del 98 que se estudiaban en el colegio estaban más o menos de saldo. En el libro de texto Baroja paseaba por el Retiro, las solapas del abrigo levantadas, la luz mañanera bajando del cielo, señalándolo entre los árboles. La palabra hirsuta, por esa barba, puede que la aprendiera en ese momento. Tenía razón, la vida era una selva, decía el libro, decía que decía Baroja, pesimista y tal. Umbral acusaba a Baroja de tener mucha pinta de escritor, y es cierto; un escritor con frío, porque el escritor tiene sobre todo frío y habla mucho de ese frío. Umbral en cambio tenía mucha pinta de marqués. Lo malo de Umbral, lo que no soportamos de Umbral es ya lo que vemos en su vestimenta; aquellas americanas de botonera dorada, un poco de almirante, el vaquero gastado de señor con una pierna de palo, los zapatos con chorrera, con borla quiero decir. Y todo ese destape ajazminado de convertir coños en flores y flores en coños. Pues vale.

Me traía de la biblioteca los tomos de Baroja, creo que en Aguilar, papel biblia, dos columnas de texto por página. Formato señorial para un estilo tan desaliñado, que empezaba a admirar. Mi hermano dormía como un pajarito, yo leía, más que las novelas, aquellos libros de todo y de nada de don Pío, de escribir por escribir, por pasar el rato, parecía. Después, Austral a un euro en cualquier parte, y fueron cayendo los libritos maravillosos de Azorín (la prosa fácil, primero una cosa y después otra, se corrige en la siguiente frase), las recopilaciones de artículos de Unamuno, Valle, que tenía sobre todo oído y se la había quedado grabado ese castellano un tanto inverosímil del gallego. También los versos polvorientos, hondos, de Antonio Machado. Habría que pensar en esto. ¿Por qué el 98? ¿Qué se nos perdió en esos escritores, y tan diferentes unos de otros, pero de alguna forma complementarios? Muy oportuno, y como siempre en sus ensayos unos pasos antes del resto, Los nietos del Cid (1997). Puede que, efectivamente, la historia se repita, y aunque aquella España de principios del siglo pasado fuera otra algo tendrá que ver con esta para que vuelvan. Más allá de la lección literaria, la excelencia, y más allá de los tópicos (me duele España, como un reuma, o Castilla como metáfora literaria) hay un tono en casi todos ellos que nos resulta cercano.

2 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

No sé si resultará extraño decirlo, pero la generación del 98 escribió exenta de esa barahunda de influencias políticas o estéticas en la que vivió la del 27, y quedó soterrada con ésta, el prestigio de lo moderno acabó con ella. Con el tiempo hemos ido recuperando cierta sencillez, una afinidad por la prosa fácil y el poema hondo que tan bien cultivaron Azorín, Valle, Machado...en este caso, como en tantos otros, el maestro queda en segundo plano y al frente, el fragante alumno encorbatado.
Salud
Manuel

Mabalot dijo...

Sí, sí, encuentro una naturalidad en esa literatura, porque son muy diferentes todos, pero no sé, puede que sea el momento. Huele a libertad, son medio vagabundos, antirretóricos, egotistas, sinceros hasta cuando mentían, que era mucho también.

Salud, gracias por la visita Manuel.