10/5/12

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El libro apesta. Me refiero a literalmente. No sé, a una especie de vinagre podrido. El papel es grueso y tostado, será eso, o el pegamento. Es un libro de bolsillo. Ya lo había leído pero lo estuve hojeando, y yo pensaba dios mío me estoy pudriendo, cómo huelo qué asco. Y no; era el Carpe Diem de Bellow. Creo que es una buena novela, aunque apeste. De Bellow siempre me ha cansado un poco su insistencia en lo judío, pero de qué iba a escribir. Era lo que había vivido. Y en su obra está todo lo que significó ser judío en ese país a estrenar. La primera generación de judíos llegados de Europa, con el fondo de la guerra y la huída. O antes.

Echo un vistazo a El legado de Humboldt. En el sofá, derrumbado, por fin el sol entrando por la ventana. Sí, leo, torrencial, con metáforas maravillosas de vez en cuando. Cosa fina y al mismo tiempo como una cascada que no acaba nunca y que dejamos ya por incansable. Se cansa uno de su perseverancia. Pero tengo lección para rato. Creo.

En el cuaderno, donde anoto cada avistamiento de tierra, escribo; "La lección de Bellow es fundamental; no estamos en una puñetera película. No hay que poner un suelo siempre debajo."

Cosa de novelas.

*

La película que he visto es de uno de esos directores que odian a los que van a ver películas, sobre todo si uno elige la suya.

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