24/4/12

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He sido tan feliz leyendo el puñetero nuevo libro de Thomas Wolfe intitulado "Una puerta que nunca encontré", que me importaba un bledo si era o no ficción, si estaba ante una novela o ante un engendro indefinible, si había estructura o capricho desventurado. Incluso si se contaba o no una historia. Qué me importan las historias. No podría hacer un resumen del libro, o podría, pero mejor no intentarlo. Hacer lo que hacen en el texto de la contraportada; un listado de apariciones, sean estos hermanos perdidos, padres muertos, rudos conductores, es decir, brutos camioneros, estudiantes borrachos, desayunos ingleses con sus salchichas, riñones y demás grasas. Octubre, Abril; he ahí los protagonistas. Los señores meses. La señora Primavera y el señor Otoño.

Aparcado quedó Canetti. Su jorobado enano que juega al ajedrez. Ese vertedero oscuro centroeuropeo de chalados en gris.

Para que se hiciera una idea de la vida yo le dejaba a un marciano el libro de Wolfe. Y como el marciano no sabría lo que es una novela leería el libro sin temor a perderse, sin temor a no encontrar la novela.

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Amigos.

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