16/3/12

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Entre el gran hombre y nosotros se interpone un radiador.

Gómez Dávila quizá fue uno de esos niños bien que nacieron para abrazar libros. Estudió filosofía sin salir de casa y se hizo una biblioteca de treinta mil volúmenes, en la que se encerró de por vida. Solo salió para hacerle unos cuantos hijos a su señora. Bueno, creo que estuvo en París unos meses. En las fotos parece un hombre muy serio, casi cabreado, pulcro, con un bigotillo de director de banco. En alguna aparece con sus nietos, que nos recuerdan el espíritu melenudo de la época. Dejó escritas miles de notas breves de tipo aforístico que él denominó escolios. Se podría decir que así como con buenos sentimientos no se hacen buenas novelas, y lo dejó dicho ya no me acuerdo quién, también podríamos decir que con muchas ilusiones en la humanidad no se piensa nada que valga la pena. Cuando hablan de Gómez Dávila sale pronto la palabra reaccionario. Era un monstruo, y hablaba desde ese otro planeta en el que vivieron otros monstruos como Schopenhauer, Nietzsche, Cioran. Aunque Gomez Dávila estaba en otras cosas. Era católico, muy católico, y saca a la Iglesia y al demonio cada dos por tres. Hay que pensar que su demonio no será el sujeto con cuernos y tridente que se presenta ocasionalmente en misas negras y demás festividades relacionadas con él. Pero no deja de ser algo chocante, hasta cómico.

Por lo demás muy lúcido, corrosivo. Escupitajos a la estupidez contemporánea.

Una de sus notas da la mejor definición de literatura que haya encontrado: "A la literatura pertenece todo libro que se pueda leer dos veces."

Sí, inapelable. Más allá de los géneros. Qué importan los géneros.

Sobre lo moderno: "Moderno es lo que queda después de matar la poesía."

Poesía: "Una antología de poesía contemporánea, en cualquier época, resulta pronto un camposanto de abortos."

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