14/3/12

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De ayer, estas fotos, en El País. En portada la primera (arriba izquierda), la más bonita. El tal Juncker (presidente del Eurogrupo) estrangulando de muy buen humor al ministro de Economía español. Guindos, entre indiferente y sumiso, se deja hacer, como esperando a ver en que acaba la cosa. Está pensando; Pero qué cojones... Después de estrangularle un poco, cariñosamente como quien dice, Juncker, que debe ser un cachondo, dice; ¡Sorpresa!... ¡Era broma!

Ahí De Guindos, o Guindos, yo qué sé, reacciona. Ah, bribón, sinvergüenza, cómo sois, cabrones europeos, entragulándome así, de repente. Guindos, o de Guindos, ya sonríe como si le hubiesen contado un chiste bueno, o bastante bueno. No el mejor chiste del mundo, porque a fin de cuentas era su pescuezo y siempre se queda uno de gilipollas si le hacen la comedia del estrangulamiento delante de todo el mundo. Qué gracia tiene el tío, voy a abrazarlo, voy a quererlo de corazón, pues habiéndome apretado el cuello me saluda ahora con una risa de buen amigo. Ven aquí amiguete. Guindos en la tercera foto ya sonríe sinceramente, toda esa tensión de las reuniones con los gabachos y los teutones, todo eso aflora tras esa broma. Parece que se separan un poco, como para verse mejor, para coger carrerilla hacia ese gran abrazo de oso que se dan.

En la última foto De Guindos, o Guindos, sea como sea, el mismo, se hunde, se acopla perfectamente al abrazo del amigo comunitario. Podría ser, incluso, un vampiro, nuestro ministro, clavando sus colmillos en el desprotegido cuello del tal Juncker. No, seguro que no hay más que afecto, catarsis. Juncker, que ha dejado que el otro se encaje bajo su cuello, parece consolarlo. Incluso podría haber unas palmaditas en la espalda, ya con la seriedad del que está tratando con sentimientos. Lo más tierno es el codo del ministro.

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