16/2/12

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Tengo un amigo que dejó de ir a los conciertos del auditorio hace años para no encontrarse el culo de Beiras de frente, siempre a punto de tomar asiento pero siempre levantado, omnipresente, atascando el pasillo entre las butacas. Era quizá la perpetuación allí de ese trasero lo que le irritaba, ese hombre poniéndonos el culo delante mirásemos donde mirásemos, impidiéndonos el paso, girando como una brújula. Hablamos de un trasero importante, de gran calibre, habitualmente de blanco, como si acabase de llegar de Cuba. Bueno, no sé por qué Cuba. Así como Castro se ha hecho una momia verde para la historia, ahora en chándal, a Beiras lo he visto siempre de blanco y pasará a la historia como eso; alguien que quiso llegar a la presidencia de la Xunta vestido de blanco, como un principito del nacionalismo. Un blanco arrugado, como de lino autóctono, a juego con sus rizos merinos.

La suya ha sido una carrera decepcionante. Mientras la política gallega bostezaba él machacaba el estrado con un zapato, al modo de Kruschev. Eso es todo, aunque es mucho más de lo que hicieron la mayoría. Después lo jubilaron, como al loco que dejan en un sanatorio, y nos quedamos sin saber si este hombre nos habría sacado del atraso económico que padece Galicia desde lo de Adán y Eva. Al menos del aburrimiento es seguro que sí.

Ahora ha vuelto. Y ha vuelto para decir que se va. Se lleva con él a unos cuantos, entre ellos al alcalde de Teo, aquí al lado, y el BNG que era menos de media galleta se rompe. Quizá vuelva la juerga.

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