8/12/11

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Grandes reflexiones. Podría inaugurar un cuaderno con este título, para tocar solo los grandes temas que han preocupado desde siempre a la humanidad. Ayer, por ejemplo, al ver a Papá Noel pasear con una campanilla e hinchado de relleno de cojín se me ocurrió, de repente, que estábamos, efectivamente, solos en el puñetero universo. Es posible que seamos la única vida inteligente de todo el universo y la Bolsa ahí, desplomándose una y otra vez. La Bolsa, el Euro, Papá Noel. 

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El libro, echo un vistazo curioso, se titula Cuando nunca perdíamos. Subtítulo; 15 miradas sobre el Barça. Nombres interesantes, quizá las mejores plumas del barcelonismo. Ramón Besa, Juan Bonilla, Juan Cruz, Vila-Matas, Juan Villoro, Pedro Zarraluki... En realidad el libro me parece un poco decepcionante. O no, ¿qué esperaba? Me gustó sobre todo el retrato que hace Villoro de Messi. Un Messi silencioso, "en paz con su silencio", que fuera del campo domina el arte de la siesta como ninguna otra cosa. Un genio sin rarezas, más allá de su silencio; hay que interpretarlo. Detecto en el culé una nostalgia, cierta nostalgia larvada, por la esencia ancestral del barcelonismo; la derrota, el fatalismo. Difícil librarse de algo que parecía extinguido. En realidad de ese papel se ha apropiado con violencia el Madrid de ahora. Es como si, más que vencer, la competición consistiese en perder de forma injusta para poder reclamarlo una y otra vez, como un mantra. Lo que está haciendo el Barça durante estos años es tan increíble y glorioso que detecto en el barcelonismo un sentimiento de querer convertir cuanto antes todo ello en pasado. Meter esta época en una vitrina y gozar de ella para siempre, soñando con este pasado perfecto que aún es presente. Somos tan felices que no hay quien viva. Pero, claro, que siga, que siga, ya habrá tiempo de mirar atrás.  

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De la última de Lars von Trier. Una frase de Cioran que encaja perfectamente en esta película, no sólo por el título: "La melancolía redime a este universo, y sin embargo es ella la que nos separa de él." Sí, somos humanos porque sabemos lo que nos espera a la vuelta de la esquina, por encima de la risa (los animales también se ríen). La melancolía, entonces. Más allá, la enfermedad mental como rebelión biológica, en los márgenes. ¿Un romanticismo? Claro. Deprimirse con severidad, por ejemplo, es uno de los pocos  romanticismos que tenemos a mano. Si algo ha decidido el enfermo, o la enfermedad, es no seguir remando. Que reme tu madre. Ya solo nos queda volvernos locos o seguir trabajando, abrochando y desabrochando cada día, subiendo y bajando la persiana. 

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