13/11/11

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Día hermoso. Hoy llueve y los árboles se menean, como ancianos bailando la lambada. Ayer por la tarde tuve que salir. El viento caliente. Daban ganas de irse quitando la ropa. Parece, efectivamente, el fin del mundo. Esas nubes bajas y rabiosas de fin del mundo a las que podríamos rezar. He leído el periódico por la noche, en la cama. Echaba de menos el papel. Tanta luz, tanta blancura que ya me cansaba. Paso las hojas, hacen ruido. Bien, la lluvia contra los cristales. Mi paraíso pequeñoburgués, edredón y libros, mientras afuera Italia se hunde, Grecia se hunde, Portugal, por supuesto, no se hunde. Portugal es otra cosa, lo que le queda de poesía al mundo. Es un decir, hasta en Las Vegas habrá poesía, detrás de los cactus de plástico. Ya no estoy enfermo. Día y medio en cama; acabé con el Sartoris y empecé con Bellow, El legado Humboldt. He intentado ver una peli policiaca de Chabrol, pero no tenía el día. Me lío con el Pro Evolution Soccer pero sólo sé jugar al patadón. No me va mal. Eso sí, los árbitros son unos hijos de puta.

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Flaubert a Maupassant:
"En todo hay una parte que está sin explorar, porque estamos acostumbrados a usar los ojos en asociación con la memoria de lo que antes de nosotros han pensado otros del objeto que estamos mirando. Hasta lo más pequeño tiene dentro algo desconocido."

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Un hombre que después de los 40 años aún lee periódicos es un puro cretino. Lo cual no quiere decir que en España no existan dos o tres articulistas magníficos.

Esto, Pla, no llegó a decirlo, que yo sepa. Podría haberlo dicho, porque estas cosas dichas así quedan estupendamente, no valiendo para nada. El trazo grueso para dar la campanada en la taberna. Él hablaba de novelas, y es que antes de los cuarenta ya se había leído todo lo que había que leer. Balzac, Stendhal, Proust, Tolstoi. Después se dedicó a repasar a Montaigne y a leer y despreciar a Leautaud.

Leo con gusto la prosa de Pla (muy francesa, a lo Azorín), y es un tipo de humor muy fino, un sabio con los pies en el suelo, pero hay que admitir que para él la literatura era algo así como un casino de pueblo para pasar el invierno. Un lugar
sin muchas corrientes de aire. Dostoievski le parecía un degenerado. Y el ruso me parece la gran lección literaria. Yo tampoco lo soporto; Crimen y castigo recuerdo haberla leído con mucho interés, con algo más que interés, pero Los hermanos Karamazov me pareció el colmo del histerismo. Me indignaba; leía en la cama, maldiciendo. Una redacción de folletín, siempre. Y en cambio, es el escritor. Ni siquiera tenía voz, quizá porque tenía todas las voces, estaba enfermo, estaba como una cabra. El gran perturbado, pero sin eso no somos más que voces pontificando de forma más o menos graciosa.

Es la literatura, más allá de las voces autorizadas.

Por ahora leo periódicos. No tengo cuarenta años. Mientras haya escritores en los periódicos leeré periódicos. Lo demás, la información está en todas partes y no hace falta leerla.

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