14/11/11

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El roñoso Leautaud. Que decía:
"Yo no he vivido más que para escribir. Yo no he sentido, visto, y entendido las cosas, los sentimientos, las gentes, sino para escribir. He preferido esto a la felicidad material, a las reputaciones fáciles. Incluso a menudo he sacrificado mi placer del momento, mis más secretas aficiones, incluso la dicha de algunos seres, ante cuyo disgusto no he cedido, por escribir lo que me gustaba escribir. De todo ello guardo una profunda felicidad."

Y puede que también pena. Sin duda, hay vidas más fáciles.

***

Hablando de vidas, qué clase de vida aburrida llevo. Hoy he hecho dos zumos, naranjas y limón, una jarra de café; he puesto una lavadora, que es una frase muy de señora de su casa y eso me preocupa, aunque tampoco tanto; he recogido a cuatro (¡no, cinco!) niñas en el colegio, las he visto dispersarse por una parque sin que pudiera hacer nada para mantenerlas bajo control, y me sentido como el domador de circo (tenía un paraguas cerrado) que ve desfilar a sus ponis en la pista; he tirado un Chupa-chup medio chupado a la basura; he ganado, después de comer, la UEFA Champions Ligue y me ha dado un poco igual; he dialogado tres o cuatro veces con una niña que lloraba, más o menos en el mismo tono concentrado en el que se dialogará con terroristas, atendiendo a todas las señales; he montado un sofá de Ikea, me he sentado en él y he abierto varios libros de Valle-Inclán, y después he seguido abriendo libros, uno tras otro, Blanchot, Modiano, Handke, Bufalino... Después se ha hecho de noche, poco a poco, mientras sufría un atasco, y el sol volvía si acaso más otoñal los árboles, las aceras, las caras, y hasta las más atractivas parecían enfermas del hígado, lo que misteriosamente las hacía más atractivas.

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