3/11/11

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Buscando otra cosa en un cuaderno me encuentro una nota de diario de Kafka. El diario de Kafka es una mina, sólo que se necesita una desbrozadora para encontrar algo entre tanta nota apenas comprensible. Bueno, se trata de un diario personal, al margen de todo lector. Ni lector futuro, ni lector ideal. Es la escritura en estado puro. No hay nadie al otro lado.

Como desbrozadora de este diario funcionó muy bien Vila-Matas.

La nota, digo:

"18 [de noviembre de 1913]. Volveré a escribir, pero cuántas dudas he tenido entretanto sobre mi escritura. En el fondo soy un hombre incapaz, ignorante, que, si no hubiera ido a la escuela obligado, sin ningún mérito por su parte y notando apenas la coacción, solo valdría para estar acurrucado en una caseta de perro, salir de ella de un salto cuando le trajesen comida y meterse en ella de otro salto cuando la hubiese devorado."

No quiero ni pensar en por qué me fijé en esta entrada y además la copié en un cuaderno.

***

Hay días de lluvia luminosos. Chaparrones urgentes que levantan mucho polvo y mojan la camisa de las enamoradas. Es una lluvia que hace correr a todo el mundo. Un poco las hormigas a las que se acerca el dedo. Charlas entrecortadas por la falta de aliento. Los corazones a mil. Nos limpiamos la lluvia con las servilletas y acabamos con el servilletero porque hay mucha cara de secar. Dedos pegajosos. Más que lluvia de agua, lluvia de coca-cola, o de gaseosa. También están los días oscuros, de lluvia que ya ha estado ahí desde el principio de los tiempos. Así hoy, ayer, antes de ayer. Es una lluvia de película de ciencia-ficción. Es una lluvia de interiores, como si en lugar de salir a la calle saliésemos a un decorado con lluvia artificial y las luces fundidas.

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