2/11/11

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Frente a las urgencias de la economía, que siempre es un señor a punto de mearse encima; la política. Es decir, lo que antes se entendía como política; un referendum. ¿Democracia? Algo así. Y la inventaron ellos. Un brindis por Grecia. Hasta para hundirse hay que saber estar.

Dicho sea esto sin ánimo de opinar, ni de tantear las razones de unos y otros, que, la verdad, me importan un bledo. Mis razones son, digamos, razones poéticas. En un mundo en el que la economía es una actividad histérica y bastante irracional en el fondo (nadie la acaba de entender, o cada cual la entiende a su manera) la razón poética es tan legítima como cualquier otra. O más. El chulesco Sarkozy y la petarda Merkel pueden meterse el dinero por el culo.

Y continuando con el argumento, Álvaro de Campos, al que últimamente releo:
Nâo: nâo quero nada.
Ja disse que nâo quero nada.

[...]

Queriam-me casado, fútil, quotidiano e tributável?
Queriam-me o contrário disto, o contrário de qualquier coisa?
Se eu fosse outra pessoa, fazia-lhes, a todos, a vontade.
Assim, como sou, tenham paciência!
Vâo para o diabo sem mim,
Ou deixem-me ir sozinho para o diabo!
Para que havemos de ir juntos?

[...]

Deixem-me em paz! Nâo tardo, que eu nunca tardo...
***

Hablando de su vecina dijo: Es un poco triste; vive sola, ya sólo grita cuando folla...

***

Día feo. Feo como vivir en una pensión, o peor aún, en un portal, y feo como que le cague a uno una gaviota en la cabeza. Así de feo. Y lo peor es que se acabe creyendo que las gaviotas forman parte de un todo universal. Un todo corrosivo.

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