5/9/11

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El anonimato está muy sobrevalorado. La mayoría somos anónimos con nombre o sin nombre. Incluso el nombre más raro con el apellido menos frecuente es un nombre más y un apellido más, entre twitter, facebook y los millones de blogs. El nombre se hace, pero para hacerse un nombre primero hay que deshacerlo. Aprendemos de niños el nombre a fuerza de escribirlo en los márgenes de los libros de texto. [Los márgenes de los libros de texto son la puerta del váter de los niños, donde empiezan a ensayar el noble arte de dejar huella en el mundo].

Es lo primero que aprendemos a escribir, el nombre, y para escribir será lo primero que debemos olvidar. La literatura es anónima, siempre; la buena, digo. Se escribe desde el anonimato lo que vale la pena. Después se le pone nombre a la cosa porque de algo hay que vivir y porque de plantar árboles y hacer niños sólo se hace la selva y los salvajes, y también porque el nombre ya da un poco igual. Está el pseudónimo, pero ya es un caer en el nombre de alguien muerto, pues es muy difícil inventar nombres que no suenen a muerto.

Puede que de tanto escribir el nombre, de niños, también en los folletos y documentos más adelante, se acabe creyendo que le debemos algo al nombre, que no tenemos derecho a mancillarlo y casi ni a usarlo para algo poco serio. El nombre es un poco el jersey sobre los hombros que se pone alguien por si refresca pero también para estar mono, por no ir a cuerpo. Sólo los borrachos y los locos saben qué hacer con ese jersey, sin ponerse tontos.

El nombre es para hacer unas oposiciones, no para firmar poemas.

Solía ponerme en guardia ante un blog con nombre y apellidos. Temía encontrarme al que no ha pasado todavía la etapa de escribir su nombre en los márgenes de los libros de texto. Pero el nombre es un qué más da. El nombre es otro apodo. O ni eso; el nick, al menos, es algo creado por nosotros, es siempre menos casual, por casual que sea. El nombre y los apellidos son cosa del destino pero ya no creemos en el destino y quizá nunca creímos. El destino es cosa de señoras con faja que se quedan mirando por la ventana embobadas.

Hay que ser absolutamente irresponsable con el nombre, sin asesinar a nadie. No veo mal que se nos escandalicen los apellidos de vez en cuando, antes de que se conviertan en esa cosa tan seria que se susurran con respeto de cotilla los curiosos que leen lápidas. 

5 comentarios:

Portarosa dijo...

¿Te puedo criticar? O a tu post, vamos...

Mabalot dijo...

Vaya pregunta, Porto. Faltaría más.

Portarosa dijo...

Ok.
Sabes que me gusta mucho cómo escribes; que creo que lo haces realmente bien.
Y no sé qué pretensiones literarias tienen estos posts, pero leyendo este ha sido la primera vez que me ha parecido que te estabas "sonajerizando", abusando de esas frases, de esas imágenes y giros que se te dan tan bien, pero esta vez para no decir gran cosa.
En fin, que no va uno a hacer siempre gran literatura; pero como creo que tú estás muy cerca...

Un abrazo.

Mabalot dijo...

Sí, hombre, ayer mismo echaba un vistazo a este texto porque aún me rondaba la insatisfacción de haberlo escrito. En realidad no le doy muchas vueltas a lo ya escrito hasta que lo mato en el blog o por ahí, pero este texto, concretamente, me sonaba mal. Lo leí y era peor de lo que pensaba. Hay un fraseo poético más bien burocrático, y que no acaba de zanjarse en una conclusión definida.

Agradecido por el comentario. Y desilusionado; pensaba que la crítica iba por el tema, no por la forma.

Cuando tenga tiempo lo corrijo o reescribo y lo vuelvo a publicar a aquí con alguna marca...

Portarosa dijo...

¡Pero es por el tema!
O, si no por el tema, sí por el contenido: mi crítica es que había poco, y que era casi todo forma.

Un abrazo.