5/9/11

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 "[...] en términos generales, los hombres del último cuarto del siglo diecinueve que respiramos la atmósfera intelectual de nuestro tiempo podemos con más facilidad equivocarnos en favor del realismo que pecar en busca del ideal. De acuerdo con esta teoría, deberíamos cuidar y corregir nuestras decisiones, manteniendo la mano alejada de la manor apariencia de logro irrelevante, y resueltamente decididos a no comenzar obra alguna que no sea apasionada y filosófica, noble y jubilosa, o cuando menos, y no en menor medida, romántica en su concepción."
(R.L. Stevenson, pág. 103, Ensayos literarios, ed. Hiperión)

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Hablamos a gritos, me doy cuenta. Nos reímos escandalosamente. Lo del pelo parece lo de menos. Por fin un peluquero que no opina, narra. Puede que los peluqueros no opinen mucho, o siempre acaben opinando lo que el cliente. De vez en cuando echo un vistazo a lo que hace por ahí arriba. Va cortando eufórico, con maestría, y el pelo, vencido, se me vuelve peluca.

Lo primero que hago al salir de una peluquería, y por muy bien que me haya cortado, es despeinarme. Si pudiera saldría con gorra, para que nadie me viera tan hermoso.

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Hace unos días que estoy con ese nuevo Houellebecq. Me lo llevé a la playa ayer. No estaba buen día pero no hacía frío, el agua estaba casi caliente y tan lleno de algas que las olas parecían las de un mar de caldo gallego. Me fastidiaba leer, allí, eso, pero tampoco tenía otro libro. Después ya me fastidiaba menos leer y lo dejé. Sobre la toalla, con arenas entre las hojas. Ni siquiera es mío, el ejemplar. Soy muy cuidadoso con los libros, quizá no tan cuidadoso. Normal, no me los como ni pretendo que al acabar de leerlos queden como si no hubiera puesto un dedo en ellos. Un libro que huele a playa con día nublado. Había un manto casi seco de algas. Caminamos por la orilla. Me gustan las playas de mar; ningún horizonte de tierra, o sólo islas le permito a ese horizonte. El mar, así, con un horizonte de precipicio.

A estas nubes, a esta luz, sólo les falta la cometa y el perro. Pero en la playa sólo unos cuantos jubilados con los pantalones remangados y unas pocas parejas jóvenes en la trinchera de la duna. 

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