20/7/11

474

Habla y habla y cuando quiere recordar un año cierra los ojos (yo diría que los comprime) y bajo esas gafas antibalas que ocupan media cara veo dos pellejos arrugados. Se hace viejo en esos ojos arrugados como bolitas de papel. La cara inclinada hacia lo alto, como esperando que el año exacto, el dato, llegue de arriba. Y le llega. O lo inventa. Me importa poco el año, yo iba con mi vejiga por ahí... 1971, dice. En ese gesto de cerrar los ojos orientándolos al cielo/ techo veo al imbécil que tanto sabe, que tanto ha vivido, que tanto ha trabajado (Polanco era un falangista, un nazi, me dice un día).

Recupera los ojos. Este hombre habla de perfil. Me mira de reojo para ver el efecto de ese año. El año me deja frío y lo disimulo mal. La friolera de cuarenta años. Consigo exclamar, sin mucha convicción; ¡Cuarenta años! Toda una vida dedicada al trabajo. En el tono no disimulo cierta falta de entusiasmo. Me repugna lo que acabo de decir. La pobre, cómo estará, piensa, pero no lo dice. Empezó siendo su ayudante, de él aprendió mucho de lo que sabe. Mientras habla le miro la cara de cerca; dos tajos que le salen de los pómulos le dividen cada mejilla en dos. Dos surcos verticales. Tiene unos labios carnosos, húmedos, que en esa cabeza de clara imitación porcina con el pelo rapado y canoso y aseada y brillante (encerado) me hace pensar en un viejo esquizofrénico embrutecido por una vida de tratamientos al que han disfrazado de ministro de defensa. Al reírse la cara se le convierte en un sauce llorón, o por ahí, las cejas le caen amigables, y le sale una joroba entrañable, que nos recuerda que a él no le puede gustar reír solo y que siempre hay alguien que le acompaña, con la sonrisa bonachona que se le pone a los críos. 

*

Hemos ido. Hemos vuelto. Y entretanto, algo parecido a la felicidad. Qué cursi te pones. No hay rastro de Pessoa en Lisboa por ninguna parte, y menos esta vez. Y mucho menos, claro, en su bendita casa/ museo, así llamada. Las casas/ museo sólo sirven para que mi hija se acabe quedando con los nombres. A los cuatro años a cada barbudo que veía le llamaba Valle-Inclán. Después se olvidó, o dejó de nombrarlo. Siempre es un poco monstruoso que una niña pequeña nombre a Valle-Inclán, no digamos a Cela. Ya no le impresionan los poetas, ni los barbudos ni los de bigote.



Por supuesto nada de museos. Sólo calle y restaurantes. Aquí soy yo el que dirijo la expedición. Están mis ciudades y están las suyas. París es suyo, todo. Dejo que se quede Francia, para eso vivió allí. Londres es tierra neutral, ahí estamos empatados. Pero vuelvo a Lisboa. En los escaparates de los bancos CR7 y también Mourinho. CR7 sonríe, plasticoso como siempre. Después Lisboa, y Portugal todo, está lleno de cerresietes. La mima cara, incluso la misma camiseta. En las papeleras públicas (una monda de plátano, un folleto publicitario, roña pegajosa) una palabra: Moody's. Ha calado el odio, comprensiblemente. Sigue oliendo a sardinas. También a linchamiento; aquí el crucificado es Jose Socrates. Pero nunca tan blanca, tan luminosa, la ciudad, encalada, soleada hasta el dolor, o quizá nunca he dormido tan poco la noche anterior. Los turistas abarrotan los tranvías. Sacan las cámaras por las ventanillas. En algunas calles tenemos la impresión de habernos salido del escenario. Como me traigo la lección preparada cenamos esa comida alentejana en la rua Sao Jose. Ni soñado. Y en la Avenida da Liberdade, ya de noche, voy tan achispado que aplasto una cucaracha. La aplasto con la contundencia del macho protector. Ellas se mueren de asco. Una cucaracha como con las pilas recién estrenadas. Quizá lo que dé asco al personal de las cucarachas es que corran tanto. No va una cucaracha a interrumpirme la borrachera de ese buen vino alentejano. Noche para cantar.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

En agosto yo también pasaré un fin de semana en Lisboa. Hace años que no voy y me apetece mucho, porque me gusta mucho.

Un abrazo.

Ah,¿el personaje del medio es secreto?

Mabalot dijo...

Sí, el personaje es secreto. Tanto que no sé quién es.

En Lisboa se está siempre muy bien, que lo disfrutes.

Un abrazo.