4/4/11

Malos vicios

ME dice, desconfiada: Non será un facherío…

*

LO que me escribe es un resumen a su manera de lo leído, el cuento. Está muy bien, pero sin puntos ni comas. Es como uno de esos monólogos del Ulises, pero con gracia. Le pongo los puntos (pelotillas a lápiz que parecen piedras sobre la raya) y la felicito. Los puntos son una concesión, por supuesto. Dentro de dos o tres años, a lo sumo, ya le dirán cómo hay que escribir, o más bien cómo redactar. Se lo grabarán a fuego poco a poco, y entonces adiós. Escribirá como si en lugar de papel tuviese que tallar en mármol las frases.

*

LE soplo el polvo a ese Diarios 2004. Libro en papel del articulista estrella, azote de mentirosos (casi todos lo son), descabezador de títeres (casi todos los son), y pájaro de mal agüero casi siempre. Eso es lo que veo en él y lo leo bastante. Tampoco hay mucho más que leer en los periódicos, y yo soy un adicto a la papelada diaria. Le echo un vistazo al ejemplar, que recuerdo haber comprado en el Alcampo por dos euros cuando pasaba con mi carrito y la lista de la compra en la mano. Lo eché sobre los puerros y hoy vuelvo sobre él, pues desde ese día de los puerros apenas le he echado un vistazo. Ahora comprendo lo de los dos euros. Qué leer de ayer aquí cuando ese hoy ya no es hoy. Es un hoy ya muy cascado, embalsamado o en formol como uno esos fetos de bicho indefinido en un bote de cristal que guardan los aficionados a las guarrerías con bicho. También es verdad que era muy mal año. Es un año en el que era muy fácil enterrarse bajo el peso del 11-M. No tanto con los muertos, que siempre importan al personal, pero menos, como con los autores de la masacre, o los supuestos autores, tan importantes para la historia y sobre todo para la reconquista de negociados públicos. Han pasado, qué años, siete años, de lo escrito. Este hombre escribe bien y tiene la suficiente dosis de maldad para darnos cosas buenas, pero le mata tanta fe en la realidad, y no deja de administrar sus correctivos a los plumillas que se apartan de ella. La realidad. Poca cosa. La realidad ahí no viene siendo más que esa realidad general que se va pegando por las noches en los periódicos pero que nunca acaba de encontrarse uno por la calle. Ni en casa. Y lo peor no es eso. Lo peor es que en algunos giros me recuerda cada día más a aquel animal castizo y juguetón que insultaba a los rojos y a los naranjas y hasta a los incoloros impíos desde el ABC. ¿Cómo se llamaba? Jaime Campmany. Y yo que hasta le leía los artículos al Campmany, por no estudiar. Pero eso ya era vicio, y del malo.

No hay comentarios: