1/3/11

Domingo


EL DOMINGO ES EL DÍA en el que los comedores de palomitas abarrotan los cines. Yo esto lo había olvidado y además calculé que no tendría tiempo por la semana; decidí, por lo tanto, meterme en un cine el domingo. Grave error. Ya ha pasado y ahora sólo es un mal recuerdo. Antes de entrar ya vi los puestos de palomitas y me temí lo peor. Domingo, palomitas, cine, juventud divino tesoro. Una fila de comedores de palomitas esperaban para comprar palomitas y otra fila de comedores de palomitas salían como zombis camino de la entrada de las salas con sus paquetes gigantescos de palomitas. Un granero de palomitas en las manos. Algunos comedoras de palomitas, diminutas mujeres o diminutos hombres, parecían hormigas portando una hoja. No hablaban, las parejas, y con la mirada perdida ya iban merendando antes de entrar en la sala. Les deseé a todos una noche de indigestión y dolores agudos, por arruinarme los silencios de la película. Porque eso fue lo que hicieron. El crepitar del fuego en esta película de vaqueros estaba sostenido por una orquesta de bolsas de plástico arrugadas y bocas masticando y palomitas crujiendo en sus bocas abiertas. Un silencio en la película, y la sala era tomada por esas docenas de mandíbulas trituradoras. Los masticadores de palomitas cuchicheaban, se intercambiaban u ofrecían mercancía para sus bocas y estómagos e intestinos, que pasarían entretenidos toda la película convirtiendo en energía de palomita para sus cerebros todas esas palomitas. A la media hora se acabaron las palomitas y se hizo el silencio; ahora ya se podían reír sin peligro de disparar palomitas por la nariz.

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HAY UN AFORISMO de Canetti aplicable a las películas de los Coen, y que define su cine; “Salvar la exageración. No morir sensatamente.” Reconozco que antes de ver una nueva película de ellos ya estoy convencido, ya me tienen ganado. Sólo necesito que no se aparten mucho de sí mismos. Una combinación de locura y ortodoxia sacada del mejor cine clásico; el absurdo, y la broma no exenta de sentimiento. La mala leche, la burla, unos diálogos siempre fabulosos (el cine de hoy ha perdido los diálogos; no hay buenos escritores de diálogos). Es un cine cervantino, o más bien, siempre quijotesco, el de los Coen. Uno siempre encuentra a Don Quijote y Sancho Panza en sus películas. Yo creo que en todas. Y sin salir de lo español, podría también decir que lo buñuelesco también está ahí.

Dos cosas más; siempre hay una escena en sus películas en la que desde el punto de vista de uno de los personajes se ve en qué ha quedado todo al final. Es la mirada sobre el campo de batalla cuando ya ha acabado la batalla. No sé; la muerte siempre es peor que los malos. Ni ellos se merecen ese final. Y están las caras; qué caras. Bueno, no caras; máscaras. En las películas de los Coen, más que rostros, hay máscaras. De ahí la importancia de los peinados.

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