22/2/11

Una casa junto al mar

UNO ACABA DE LEER a Coetzee y tiene ganas de hacerse vegetariano. Es como si Beckett se hubiese hartado de mirar una pared blanca y saliese a la calle a ver en qué acaba el affaire entre blancos y negros en Sudáfrica. Le interesa la vida y escribe bien. No le importa meterse en lodazales, y meter al lector en asuntos muy poco juveniles, muy poco modernos, muy poco malditos. Qué niños bonitos somos todos cuanto nos saca a la señora muriéndose de cáncer de huesos. Las uñas negras del vagabundo y hacerse pis por encima, entre cartones bajo un puente. Los negros cabrones, los blancos cabrones. Una novela sin cabrones cabrones. Dónde queda el cabreo de postal del maldito. Poner cara de malo como Artaud. Amenazar a una monja con un vibrador, usar la palabra 'rancio' todo el tiempo, y no sólo para hablar de embutidos.

Somos tan modernos que ya sólo nos morimos en una serie de la HBO o en el telediario.

*

POR LA NOCHE, después de cenar, veo ‘El fantasma y la señora Muir’, que es una película muy inocente. Inocente en el buen sentido. Poética. Es un cuento de hadas. Para sentimentales, no para críos. No la había visto, me parece, o no la recordaba. Es la película preferida de Javier Marías (debe haberlo dicho en por lo menos quince o veinte artículos). Esto, la verdad, me jode un poco la película. No puedo olvidarlo. Casi ve uno la película como si fuese propiedad de Javier Marías. Le ha puesto la mano encima y ya no pude verla sin tenerlo a él delante. Es como si en un cine una señora con el pelo a lo afro se te sienta delante. Tienes el filtro de esa cabeza, que roza los bustos de los protagonistas, recordándote en todo momento que existe ese pelo, esa señora y un destino de dos horas insoportables para ti. Yo tenía la cabeza de Javi Marías entre mis ojos y la pantalla. Javi atendía sin leer los subtítulos. Yo lo intentaba y hasta me sentía orgulloso de entender bastante (corroborando unos segundos después con la lectura el acierto).

La señora Muir, viuda que se hace amiga de un fantasma, está bastante bien. Vive en un lugar maravilloso, con vistas al mar, frente a unos acantilados. En caso de desesperación uno solo tiene que salir afuera y lanzarse al vacío. La casa está habitada por el fantasma de un marinero (interpretado por el vehemente Rex Harrison). Un marinero de los de novela, o de los del tipo novelista. No un marinero de jugar a las cartas en la taberna y pasarse el día cocido discutiendo de vacuidades, que es otro tipo de marinero cinematográfico. Lo literario: y ahí le echo un vistazo a Marías, es que el fantasma le dicta su vida a Lucy (la señora Muir, aunque el fantasma es un caprichoso snob y le llama Lucía, pronunciado Luchía, con una rimbombancia ridícula).

Es una excelente metáfora de la cosa de escribir, sobre todo novelas. Esas voces que el no-esquizofrénico tiene en su cabeza y etcétera. Después está el amor entre el fantasma y la viuda. No se tocan. Es por supuesto un amor eterno, pero un amor imposible mientras no se muera la viuda. Esta se muere de anciana, tomando leche. El fantasma viene a recogerla. Pensamos si el fantasma de la viuda será el de una vieja, como el cuerpo que deja. Estos momentos son de suspense. ¿Qué fantasma será? Pero no, claro que no, nada de cuerpo de anciana para la eternidad. Es el fantasma de la mujer atractiva y estupenda que fue en sus mejores años. El fantasma, que se llamaba Daniel (no lo dije), y la señora Muir, que se llamaba Lucy, o Lucía, o Luchía, abren la puerta de casa y se largan de noche por una tablilla de embarque rodeada por una neblina que asciende a los cielos o al menos se pierde entre la neblina. Esto me confunde y decepciona un poco; yo pensé que se quedarían en esa casa maravillosa para siempre, y que tanto parecía gustar al fantasma del marinero Daniel. ¿Por qué coño se van?

La película no me deslumbra pero me gusta todo lo que trata. Me gusta, por ejemplo, que se produzca una relación tan natural entre la viuda viva y el fantasma cascarrabias. La muerte es la muerte que conocen los niños (y ya se sabe, pese a la pose, todos somos niños con las piernas peludas, incluyendo las mujeres). La muerte como una vida mejor, invisible para los vivos, con casi todas las ventajas de la vida pero sin tener que hacer caca.

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