El 14 de abril de 1931 tuvo que haber pasado algo gordo. O quizá no tan gordo.
Con algunos libros lo mejor que podemos hacer es no leerlos, admirarlos sin más, quererlos de lejos, dejar que se pongan amarillos. Por ejemplo; esa recopilación de artículos de Camba que acaba de sacar una editorial de esas de buen gusto que aparecen ahora como setas en otoño. La tal recopilación me parece infame. Infame y perfecta; en ella están recogidos los artículos más deprimentes de Camba.
La editorial me gusta bastante. O me gustaría que me gustara, es decir; que me publicaran algo. En ese sentido soy muy cambista.
A Julio Camba la República le parece mal, incluso muy mal, porque no le dieron una embajada. Una embajada o algo. Claro que esto no hay que tomárselo en serio, como dice el editor, "pero tampoco demasiado en broma". Es tan gallego Camba. Un paisano mío.
Camba está muy resentido con la República. Es un escéptico, se dice. Como si Camba hubiera sido otra cosa que un escéptico allá por dónde fuera y viera lo que viera. Era esa precisamente su mirada, su tono y hasta su fraseo. Su sensatez es inquebrantable. Es una pena. En el café se queda sin amigos, pues estos no tienen más remedio que tomar posesión de sus embajadas y dejar la tertulia de toda la vida. Los cafés se quedan sin clientes. Los altos cargos se multiplican. Cualquier ex plumilla se pasea en coche oficial por ahí. Camba tiene que seguir escribiendo artículos para sobrevivir. Además la nueva situación le ataca al hígado y ya no está de humor para burlarse fina y lúcidamente de todo. El mejor Camba desaparece, y deja en su lugar a un tipo apaleado por el caos reinante. Lejos queda su anarquismo, incluso de señor, y lo que es peor; lejos queda su escepticismo. Ahora denuncia, exclama, insulta, se escandaliza y se echa las manos a la cabeza como cualquier hombre de principios que ve cómo el país se convierte en un burdel con la República. El estatuto de Cataluña, el divorcio, la secularización de los cementerios, la abolición de la pena de muerte, el fin de la aristocracia, la libertad de cultos, son golpes de efecto que a Camba le parecen medidas frívolas, innecesarias, disparatadamente modernas. Convertido en pura anarquía la República, al anarquista Camba no le queda más remedio que hacerse conservador.
Y qué conservador. Qué fidelidad. Artículos de eucaristía. De 1931 a 1936. Por fin el mundo se corrige. La guerra es la nota de color. Hacía falta un depurativo. En Abc la mayoría. Por supuesto no copio ni una frase. Camba escribió artículos tan memorables que no se merece que saque de contexto ni una sola frase de estos. El contexto. Atengámonos si queremos al contexto. Su puñetera sensatez.
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