Todos los pasos estaban dados de antemano, y todos se cumplieron. Conducir por la autopista escuchando música, encendiendo y apagando el aire. Echar gasolina. (Las últimas gotas siempre al suelo). Limpiarse las manos, olerse las manos, volver a frotarse las manos con un papel. Pagar. Volver a la autopista, estornudar, rascarse una oreja, rascarse una pierna, salir de la autopista, aparcar, verse las canas en el retrovisor, caminar hasta la terminal.
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El retraso me pone nervioso. En el baño encuentro algo de paz. Después de mear a uno se le pone un poco cara de yonqui. Me quito los auriculares, vuelvo a la sala de espera. Ahora el silencio, los murmullos, la sordera. El sonido de los tanatorios. No faltan ni esos señores con jersey sobre los hombros charlando en corrillo, colocando las orejas ante la boca del que habla. Charlan alegres con las manos enlazadas atrás y se bajan y les sonríen a las niñas pequeñas, que pasan poniendo cara de asco o de indiferencia.
Afuera los aviones de colores despegan con mucho esfuerzo y a cámara lenta. Tardan en desaparecer. Antes vi una pareja agarrada a la verja mirando.
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El que se mete el dedo en la nariz es el de Iberia. Hurga mientras lee una revista. O lee una revista mientras hurga. La culpa parece del dedo, que se le ve inquieto. A distancia da menos asco. Algunos dedos, hastiados de no tener que hacer (¿qué puede hacer un dedo mientras se lee?), sólo buscan el interior de la nariz.
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Nada instructivo en este aeropuerto. Un cacharro de edificio a sesenta kilómetros de mi ciudad y que es un tanatorio sin la alegría propia de los tanatorios, donde nadie se encuentra a sí mismo muerto y se fuma el pitillo alegre de la vida. Lo veo.
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Un grupo entre los que esperan se agita cuando ve salir por la puerta a una pareja con muchas maletas colocadas de mayor a menor, una sobre otra, una pirámide roja que dan ganas de volcar. Empujan el portamaletas, chirrían los corazones. Se hacen odiar, y lo hacen muy bien: los odio perfectamente. Se abrazan muy nerviosos, se dan las manos, se echan piropos, se destrozan las caras a sonrisas. Interrumpen el paso de los que vienen detrás.
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Por supuesto, todos salen antes que ellas. Jóvenes, viejos, mujeres, niños, extraterrestres, pigmeos con maletines, niñatas disfrazadas de punkis londinenses a lo Heidi (I love London), y después salen todos los que van en los aviones para hacer bulto, que son multitud, casi todos, y siempre con muchas maletas llenas de piedras y algún que otro calzoncillo para dar el pego. En realidad los que hacen bulto no se cambian el calzoncillo, al igual que los extras de las películas que se ven a lo lejos en una batalla pueden llevar el reloj digital sin joder la película. Sólo cuando sucede una desgracia descubrimos que en ese avión no había nadie haciendo bulto, que todos eran pasajeros de verdad.
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Toda espera es doble espera (ah, como en cierta novela de género fantástico recién estrenada encontramos en la segunda frase un silencio triple, que al parecer enamoró a los editores. Qué enamoradizos).
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A mi alrededor todo huele a after shave.
Un guardia civil muy alto entra por esa puerta. Eso me afecta mucho. Es el ente que lo retrasará todo aún más, interrumpiendo el tráfico de maletas, de personas, de pasaportes, de vejigas llenas, olisqueando bolsos, zapatos, agitando cinturones como látigos. Otro ente puto (o puto ente).
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Por fin salen ellas. Enteras. El tiempo no les ha quitado nada, a simple vista al menos. Dos piernas, dos brazos, un tronco, cada una, y una cabeza por cabeza. Al verme la más pequeña corre hacia mí. Primero la abrazo y después la miro. Siempre hay algo que no reconozco, algo extraño, cuando paso un tiempo sin verla.
4 comentarios:
Buenísimas estas notas.
Qué bien que hayan vuelto enteras, y que hayas conseguido sobrevivir mientras.
Un abrazo.
Las esperas en soledad en aeropuertos o estaciones producen a menudo un ensimismamiento algo alucinado. Estas notas tienen la virtud de darle rienda suelta. Y de qué manera. Me han gustado mucho. Un fuerte abrazo.
Alucino solo.
Gracias, me alegra que os gusten.
Un abrazo, amigos.
Llegué demasiado tarde, pero, es
que me ha gustado muchísimo este
post. ¡Qué manera de narrar lo
que hemos vivido muchísimas veces!
Y ese reeencuentro con "ellas"
y mirarlas y volverlas a mirar,
tratando de descifrar eso nuevo
y extraño que no estaba allí
la última vez que las viste...
Bellísimo
Un beso
BB
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