Yo vengo aquí (vuelvo a la vida, aunque me duela el cuello de dormir con almohada), a hablar muy bien de una novela, y no conocía de nada al autor. O de casi nada. El autor además ya está muerto y vivía muy lejos. Así que vuelvo dispuesto a aburrir. Las críticas más aburridas suelen ser las positivas, las de alabanza, y si al reseñador le apasiona un libro podemos echarnos a temblar. Se le pone la piel de gallina y mea al viento y el viento le mea a él. Umbral mismo decía que escribía mejor cuando escribía de lo que detestaba, y en su caso al menos era verdad, pues eran críticas muy divertidas.
Sí, venía a decir, me gustó mucho la novela de un tal Roland Topor, que para mí hasta ahora era ese que firmaba los dibujos un tanto raros de las portadas en Seix Barral de los libros de Gombrowicz. Resulta que también es polaco; estos dos, Topor y Gombrowicz, son polacos. Ahora mismo para mí no hay más polacos.
La novela es El inquilino quimérico. Está editada por Valdemar en Marzo de este año. Topor también era ese que se juntó con Arrabal y Jodorowsky en lo que llamaron el Movimiento Pánico. Arrabal me parece un tipo insufrible, a pesar de lo gamberro que pudiera ser, y ya no como persona o como borracho (que en eso somos todos poco más o menos insufribles), sino como escritor, sobre todo como escritor de artículos y novelas. Un pobre hombre que no puede olvidarse ni por un minuto que es un pobre hombre y sufre mucho por ello, que no es ni mucho más listo ni mucho más tonto que cualquiera, por mucha Virgen que haya visto en su vida. ¿Cómo alguien que se cree un genio de verdad no es gilipollas como mínimo? Hay cosas suyas de teatro de las que no tengo mal recuerdo. Las leí cuando aceptaba todo. Ahora también acepto todo pero me aburro antes. De Jodorowsky no pienso nada. Peyote, rollo chamánico, a otra cosa. Empezó en Pánico como neo-dadá para acabar echando las cartas del tarot a Dragó. ¿Y Roland Topor? Este es el más desconocido de los tres y por lo que he mirado estos días quizá el genio semioculto de este grupo. Al parecer fue pintor, ilustrador, escritor, dramaturgo, cineasta… y en todo tiene buena pinta lo que hizo.
Su novela El inquilino quimérico me descubre no ya a un gran novelista (a la novela ni le sobre ni le falta nada y casi es perfecta), sino a un escritor con ojos, que es lo mejor que puede ser un escritor. Escribe lo que ve, ateniéndose a lo que ve. Esto de descubrir a un escritor con ojos es muy raro; la mayoría son ciegos, aunque tengan carnet de conducir y no necesiten siquiera gafas. Al menos cuando escriben lo ven todo borroso y escriben novelas borrosas, quizá con argumentos muy claros, muy definidos, muy estructuradas (suele ser así), pero todo son palabras y sólo palabras y allí no vemos nada. Cervantes tenía ojos, Galdós tenía ojos, Gombrowicz (ya sin salir de Polonia) tenía ojos, y Topor tiene ojos. Tenía, que murió también. Topor tenía unos ojos saltones que parecían querer salirse de sus cuencas y levantarles las faldas a las señoras. Unos ojos que no se escapaban porque estaban atrapados en una red de venitas que se alimentaban del humo de la pipa. Hay que verlo charlando en youtube, vaya tío.
Pero no nos pongamos dramáticos; tener ojos en literatura tampoco es tan importante. Lo importante en la literatura es tener dedos para teclear, muchos dedos, e ir a muchos saraos librescos. Claro que cuando encontramos una novela en la que se pusieron algo más que dedos podemos perder el control y caer en la más puñetera hagiografía.
El quimérico inquilino también fue película, me entero. Roman Polanski la dirigió y protagonizó. Otro polaco.
4 comentarios:
Pues habrá que echarle un vistazo, a ver si la hagiografía es verdad.
"Topor, un escritor con ojos" sería un buen título para algo. La conexión de ideas: Topor, topo, ojos...
Arrabal quedará como el del milenarismo y Jodorowsky es un timador y un perfecto gilipollas. He dicho.
Cierto. Dan ganas de escribir el libro sólo por el título; "Topor, un escritor con ojos".
Ayer he visto la peli de Polanski sobre este libro, y estaría bien si no hubiera leído el libro, pero sabiendo lo que se pierde en la "traducción" me parece que queda pobre. Polanski sigue el libro a pies juntillas, pero nos perdemos toda la interioridad del personaje, que es lo delirante y descacharrante muchas veces. Es el ejemplo perfecto de cómo el cine y la literatura son cosas muy distintas, lenguajes apenas relacionados.
Habría que incluir a Topor en el club de los ilustres del Círculo.
No se diga más. Bienvenido, Topor.
Aunque si llevase boina en vez de bombín, sería mejor.
Se acepta bombín como parabólica intelectual, como Vazquez Montalban había dicho de la boina de Pla.
Publicar un comentario