9/4/09

Leer el mismo libro


No había pasado mucho tiempo desde que subí al avión cuando me tocó en el brazo la señora de al lado. Había un pasillo de por medio y una caravana de culos buscando un sitio donde posarse, pedorrear en off (los que más), y encogerse instintivamente en despegue y aterrizaje por efecto del miedo (o sólo inquietud, según sensibilidad). Era el libro que saqué de la mochila lo que había perturbado a la señora; yo veía de reojo a una mujer estirar el cuello y revolverse en su asiento mientras yo comentaba algo a mi mujer. Lo había empezado a leer la noche anterior (unas horas antes), sin premeditación, cosa que ya no se puede hacer con los libros, pues hay tanto bueno (y sobre todo malo) por leer que ya no tenemos todo el tiempo del mundo invertirlo tan alegremente, aunque de un libro siempre podemos apearnos a tiempo. Bueno, el caso es que había comprado aquellas quinientas páginas de saldo y me picaba la curiosidad. Vargas Llosa desaconsejaba hojearlo, comprarlo, porque le llevaría a uno a leerlo de cabo a rabo. A pesar de la amenaza y seducido por el precio lo había comprado. Siempre podría regalarlo a un orfanato en caso de que no me gustara, como hizo el mismo Vargas Llosa.

Empieza el libro como una novela; un joven yanqui profesor universitario en Uganda, con aspiraciones literarias. Hay una mujer africana muy ágil e insaciable; follan durante todo el primer capítulo y parte del segundo. Quizá llegan al tercero también. El escritor, o aspirante a escritor, lo de follar lo encuentra apasionante. Vale. Se habla también de otro escritor, uno ya famoso, un dios. Un dios pequeñito e indio, malhumorado e ingenioso, que visita el lugar. Vemos con alivio que el primer capítulo era de fogueo; donde había nombres ficticios se ponen los reales. El que escribe el libro y cuenta sus hazañas sexuales como aprendiz de escritor en Uganda es Paul Theroux. La figura, el dios, es V.S. Naipaul, el terrible. En la portada ambos, hombro con hombro por efecto del Photoshop; Theroux parece avergonzado por algo, o tímido; a Naipaul el mundo le parece un cachondeo y s ele ve en los ojos entrecerrados. Y ya está. Por fin un libro que se resume en la portada, sin palabras. Sabemos por los títulos de crédito de una película si esta es buena o mala (es una ciencia mucho más exacta que la meteorología), pero no pasa eso con los libros. Se juega al despiste, hay que hojearlos y algunos hasta que leerlos.

Theroux y Naipaul se hacen amigos. El primero adopta el rol de discípulo manso y adorador; el segundo es un sátiro, un cabrón y un tipo simpático a pesar de todos sus defectos, que ocupan casi las quinientas páginas del libro. En el libro se cuentan todos esos años de amistad. Esto que podría sonar casi insoportable teniendo en cuenta el poco peso literario de la escritura de Theroux se hace divertidísimo si tenemos en cuenta que en el momento de escribir el libro Naipaul ya le ha dado calabazas a Theroux, y lo exagerado y minucioso que este se muestra con las mezquindades de su ex-amigo. Se rompe una amistad de cuarenta años. A Theroux le parecen cuatrocientos años; no concibe el universo sin ese dios despiadado y genial y mala persona, pero con alma. Y qué alma.

Cuando le daban el Nobel a otro decía; "Están meándose sobre la literatura". En el año 2001 se lo dieron a él, a Naipaul, como sabéis, pero eso va más allá del punto final de este libro.

La señora del avión me dijo que acababa de leer el mismo libro y que le encantaban los dos, los dos personajes/ escritores. Dijo los dos como el que no puede elegir entre sus hijos. Uno era el corazón, el otro el intelecto. Uno era humano, el otro un bicho superdotado. Sonrisa de oreja a oreja, la señora, el pelo corto, arrugas naturales, tan progres, sin maquillar, un resto de cierta belleza o elegancia a pesar de su tono demasiado emocionado, cosa que de buenas a primeras suele desagradar como la charla de un borracho desconocido. Me habló durante minutos y minutos de la pena que le había causado el libro, por el final, donde leemos a un narrador afectado hasta la desesperación por la amistad rota. Después se metió en generalizaciones, mi vecina de avión. Teorizaba con un fondo de resentimiento o pena y eso fue lo que después me llamó la atención al acordarme; tenía, como todos, aunque unos más, otros menos, detrás de la máscara, ese poso que van dejando los años y que siempre tira hacia el amargo, o el agrio (¿por qué será?), como esa sensación crónica de rascado ácido que nos llega a la boca cuando el estómago parece no poder contener lo que amasa.

Después cortamos; abrí el libro y leí. Y como ella, como todo el mundo, usé el libro para leerme, aunque no me lo tomé tan a pecho como la señora.

4 comentarios:

Fauve, la petite sauvage dijo...

¿Y lo terminaste?

Mabalot dijo...

Sí, en pocos días. Acaba uno con ganas de leer a Naipaul y no de no leer nada más de Theroux, extrañamente, que ya lo había catado hace tiempo y no me quedaron ganas de más.

Esto no quita que Naipaul pueda ser un gilipollas en realidad, pero en el libro lo pone tan mal que parece un esperpento y hasta una novela de Galdós, salvando las distancias claro. Tampoco le falta el afecto de Galdós por sus personajes, hasta los más ridículos y negativos, pues Theroux admiraba de verdad a Naipaul.

Es como si el tipo aquel al que Fernando Fernán Gómez mandó a la mierda escribiera un libro sobre él.

marcela dijo...

Quiere ser invisible, quiere ser hijo único, quiere ser literatura portátil, quiere ser Nobel, y no va por el buen camnmino,. Ahora al estilo de Auster se repite hasta aburrir, y además anda con artistas plásticos, al estilo del americano.
Terminará haciendo instalaciones en el MACBA con la gafapasta de Coixet y cargándose al Berger.

Fauve, la petite sauvage dijo...

...Y subvencionado por la nueva ministra de cultura... Ah, no, que un libro no es una peli.

Mabalot, ya sé cuál no está en mi lista ;-)