Al igual que las ya clásicas guerras entre humanos y máquinas en películas y libros de ciencia-ficción, dónde los aparatos, más o menos monstruosos y destructivos, representan el fin de la humanidad, parece haber un duelo hoy en día entre la masa exquisita de los plumíferos reconocidos (ya no digo los artistas), y la masa arrabalera de los conectados, los que se enchufan a internet para respirar y defecar, y sobre todo, lo más escandaloso, sin duda, para acceder de forma gratuita a esos bienes culturales que nuestros artistas han parido con el sudorcillo de sus frentes torturadas y creativas.
Podrá ser un tema complejo de resolver este de los derechos de autor cuando ya ha no hay vuelta atrás en este invento de Internet y lo que ha propiciado; que desde casa pueda uno hacer la compra, de libros, comida o condones, y lo mismo con la música y las películas (que sí pueden ser convertidas en datos, no así los filetes): también nuestra dolorosa relación con las ventanillas de la administración cambia; ya no hay que esperar a que un funcionario de carne y hueso le diga a uno que vuelva mañana. Es la página de la tal o cuál la que se encarga de decírnoslo. Pues por muy enmarañadora, y sobre todo alargada, que sea la sombra de Internet en nuestro día a día, y más lo será en el futuro, se supone, según los cuarenta (o cuatrocientos) artistas de toda la vida, Internet es usado principalmente para robarles lo que no van a ganar y pensaban ganar, lo que han dejado de ganar, el pan de sus hijos, el pan de sus nietos, de los nietos de sus nietos. Todo el mundo sabe que si te acercas al plato del perro cuando come se pone hecho un basilisco, porque una cosa es ser el mejor amigo del hombre y otra muy distinta es compartir los cereales caninos. Es curioso que sean los que más aportan artísticamente, tanto en lo musical como en el cine, los más receptivos a considerar Internet una oportunidad para sus trabajos y no una piara de devoradores de sesos.
Y pese a todo, pese al cambio que supone esta nueva forma de relación en el consumo, nuestros más reputados plumíferos y opinadores, desde la libertad más insobornable en los medios de comunicación que les pagan, resumen la cuestión así: una turba indocumentada de ladrones que se cuentan por millones han tomado el mundo y es preciso pararles los pies. Lo que me inquieta de esto es que si en este tema son tan cerriles; ¿Qué pensar de su ristra de opiniones en otros temas? ¿Estarán tan meditados como en este?
Lo que está claro es que no hay vuelta atrás. Ni todas las C. Bruni del mundo (y sus machos) juntas podrán modificar este nuevo orden comercial, y sobre todo esa redefinición de los derechos de autor que ya se está produciendo sin que lo quieran ver.
Tengo la penosa impresión de que en lugar de distinguidas cabezas liberales (o socialdemócratas), ya sólo quedan estómagos enormes como piscinas.
4 comentarios:
Esto de Internet, con sus virtudes y sus excesos, es algo tan nuevo y revolucionario, que comportará a la larga profundos cambios en los hábitos de vida y sobre todo en los modos culturales. Yo creo que, en el fondo, para bien. Porque ¿acaso es justo que un autor y sus herederos vivan durante 100 años de una canción?, ¿cómo qué fue creada la cultura: como vehículo de transmisión o como modo de enriquecimiento?
Como dices, los buenos no tienen miedo. Los mediocres son los "estómagos enormes como piscinas" que viven del cuento y de la subvenciones. Estómagos agradecidos. Véase la nueva ministra de Cultura.
Acabarán sucumbiendo. Fijo. Es ley de vida.
Ojalá tengas razón. La nueva ministra de cultura habla de reconciliar los intereses de los usuarios (de Internet) y los generadores de contenidos. Ella se incluye entre los segundos. ¿Pero qué dinero puede "perder" ella por los Programas P2P? ¿Quién se va a bajar una peli de esta mujer? ¿O una canción de Ramoncín?
Es que suena vanidad pura y dura.
La nueva superministra habla de ordenar Internet... Miedo me da.
Saludos.
Cuánta razón tiene usted y qué bien la expresa en este post.
Besos y abrazos desde Madrid.
fer
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