He leído el decálogo /biblia de Stephen Vizincey, al que llegué por el enlace que colgó un amigo en su blog. Lo leí por la tarde y ya no recuerdo nada. Sólo un nombre, Henrich von Kleist, autor al que no leí y que nombra Vizincey al hablar de los que se sienten tentados por lo superfluo. Yo sólo me siento tentado por lo superfluo así que tengo que leer a Kleist, a ver qué me pasa. Recuerdo, eso sí, el artículo de Jabois (muy bueno), en el que reniega de los decálogos y mandamientos.
Le queda a uno, después de leer este tipo de textos pedagógicos, una angustia de no encajar en el modelo planteado. Y nunca se encaja. O sí, a veces sí, y es cuando lo escribe uno mismo, el decálogo o lo que sea. Porque yo no creo en los decálogos (ni uno solo, de nadie, me acaba de convencer del todo), a no ser en el mío, o míos, pues si escribes uno puedes escribir cuarenta, y trescientos sesenta y cinco, uno por día del año.
Supongo que pasa en literatura como en la vida; uno tiene que meter el zueco uno mismo para aprender. Y no hay hostia más dura que la indiferencia, o que los amigos y familiares se escapen cuando le ven a uno entrar con papeles. Cosa que me pasó, mi pobre hermano, al que torturé durante años. Recuerdo su gesto amargo leyendo una cosa que llamé novela, hará más o menos cuarenta y cinco años. Creo que sería denunciable, un tipo de abuso psicológico no especificado por el código penal. Decía que los mandamientos, decálogos y demás pedagogías literarias están muy bien para uno mismo. Y para uno mismo son escritas, aunque parezca que el autor se dirija a los novatos que aún no saben que los decálogos son listas de la compra literarias, y como tales son de uso particular. La lista de la compra de Bolaño es distinta a la de Monterroso. Y ambas no están mal. Puede que todos compren vino y pan, pero cada cual es cada cual y tiene sus vicios y sus manías. Y eso vale también para el novato, que aprenderá a evitar tantos adjetivos (al principio a todos le salen a ráfagas, como de una metralleta) cuando compruebe que nadie puede con sus textos, ni él mismo.
Es posible que todos esos decálogos, sobre todo de cuentistas, se hayan redactado con la intención de guiar al que empieza, pero en realidad lo que están haciendo es guiarse a sí mismos, y nadie debería tomarse en serio un texto así, o muy en serio al menos. Por eso mi decálogo preferido es el de Borges, en el que señala lo que hay que evitar en literatura. Y claro, según eso, borra prácticamente lo más grande que ha dado esta. No se salva ni El Quijote, cuyos protagonistas forman una de esas "parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios".
Detrás del escritor que escribe un decálogo hay un postulante a gurú literario. A referente. Involuntario, quizá, gajes del oficio. Lo mío es la verdad, o lo tuyo no es tan verdad. Y si esto no es así (al menos en secreto) es que es un escritor de mierda. Uno hace algo porque cree en ello, y tiene que ser así. Esto le confunde y puede hacerle creer que lo suyo vale para todos, y por supuesto no es así, a no ser que el que lea sea un poco pringado y se deje convencer completamente.
Me parecen, los decálogos, si detrás hay un buen escritor, textos interesantes, pero no creo que nadie deba colgarse uno en el corcho y leerlo antes de escribir, a no ser, ya digo, el que uno mismo se escriba, o el de de Borges, que es un decálogo contra los decálogos.
Cada maestrillo con su librillo, que diría el tonto del pueblo.
13 comentarios:
Totalmente de acuerdo, Mabalot. Hay reglas básicas, de sentido común, que se aprenden al ir escribiendo. El resto lo vas viendo a medida que avanzas, cuanto más lees y más escribes, sin que nadie te lo diga. Y en esa búsqueda de tu propio "librillo", no sirve lo de escarmentar en cabeza ajena...
Fantástico, querido amigo. Creo que se te ha colado un "no" en lugar de un "ni" junto al Quijote. Un abrazo.
Gracias, Teresa, Rythmduel. Claro que hay unas cosas básicas que a lo mejor cuesta comprender al principio, porque al genio le cuesta comprender que cagar y escribir no es lo mismo, y que encontramos en decálogos y poéticas, pero no todos somos lo suficientemente receptivos para dejarnos convencer por lo que diga otro, y hay sólo queda darse la leche uno mismo, o no dársela nunca y vivir de sueños que es lo más bonito y lo más triste.
El verdadero decálogo son vuestros comentarios. Ni siquiera lo que decís; el tono, el entusiasmo, o la falta de él. Ahí sí se sabe lo que vale un peine. Y como orientación no está mal.
Un abrazo.
Para decálogos los de Erasmo (habrá que pedirle que nos haga uno). Todavía me estoy riendo...
Conde
Supongo que de todo se saca algo en limpio. Fíjate para lo que valió el decálogo famoso: para que sacaras un poquito de lo mejor de ti, y lo que te lo agradecemos!
Jo, Conde, tenías que ver el desprecio con lo que dijo eso Erasmo: estuve hecho polvo una semana. Yo me decía: "Estos de Madrid, que tienen que venir aquí a abrirnos los ojos...". Grande Erasmo, grande. Hace tiempo que no sé nada de él, ni en privado ni en blogs.
Un abrazo, amigos.
Sí, habría que convencer a Erasmo de que hiciera su decálogo para periodistas, o lo que quiera. Seguro que sería la leche.
Bueno, Manuel; tú no le enseñaste la casa. Otra cosa hubiera sido que después de enseñársela te hubiese dicho que eras un paleto.
Cone esto de enseñar las casas la verdad es que hay casos enfermizos, como uno que nos enseñó su casa hasta el más mínimo rincón, todo, parándose a describir de dónde venían cada figura de porcelana o tapete o parida que tuviera a la vista, u oculto. En fin; una pesadilla. Ya no queda gente así, afortunadamente.
Otra cosa es decir; me compré esta chabola, ¿qué os parece?
Abrazos.
Muy bueno el post. Totalmente de acuerdo. Detrás de esto de los decálogos hay una perniciosa manía de sentar cátedra, una ridícula forma de tomarse uno en serio a sí mismo.
De acuerdo contigo Mabalot. Con esto de la literatura y sus mandamientos, qué bonito escuchar una y otra vez al maestro Pla en aquella entrevista (la vi hoy de nuevo, impenitente) que nos mostraste en este blog, amigo.
http://video.google.es/videoplay?docid=5397429802588120914
Ay de quién halle ese secreto, y lo cultive!
Es impagable esa entrevista. Yo tampoco me canso de verla. Tampoco está mal la de Onetti, pero la de Pla, no hay otro "A FOndo" que se le iguale.
Vaya tipo. Y qué bien escribía. Quiso escribirlo todo, es decir, Todo. Sin misticismos ni delirios.
Me hace gracia cuando le preguntan por Dostoievski; "¡UN degenerado!"
Y las mujeres...
"Yo soy un infeliz..."
Otra entrevista que disfruto como enana, a Borges
http://www.youtube.com/watch?v=7ER919AtOgA&eurl=http://video.google.es/videosearch?q=borges&emb=0&aq=f
Dice en el 7o episodio:
'Prefiero el estilo llano al estilo barroco. Lo que importa es que algo sea íntimimamente complejo y aparentemente (ilusoriamente) simple.
No soy poseedor de una estética, el tiempo me ha enseñado algunas astucias.
Por ejemplo, eludir los sinónimos, que tienen las desventajas de sugerir diferencias imaginarias. Si uno dice rojo, no debe decir vermejo después, luego colorado [...]'
Es verdad, me olvidaba de Borges. Las dos de Borges, que yo tengo dos, ahora no recuerdo los años. Me hace gracia la voz, tan inocente, como un niño viejo.
Borges cambió el español literario, escrito, casi sin que nos diéramos cuenta. Apenas nos acordamos de que hizo un castellano moderno que es el que se lee ahora en muchos autores, y es al que tiende casi todo el mundo. Al principio metía muchos argentinismos y sí, esos barroquismos... que a pesar de todo se leían mejor que lo de otros.
Borges es un canón, algo más que espejos y tigres y laberintos.
Debo recomendar, pese a todo, un decálogo que no tiene desperdicio.
Su autor es paul W. Merrill.
Lo encontraréis aquí:
http://www.uam.es/personal_pdi/psicologia/orfelio/Mala_redaccion.pdf
Intento poner un enlace directo:
”Mala Redacción”
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