1/5/08

Brumas, sueños, obligaciones


Le hago tan poco caso a los sueños, que entre la tendencia a evaporarse que tienen y la indiferencia (creo) con la que los ventilo, apenas llego a ser consciente de ninguno. Quizá este escepticismo tenga que ver con la poca consideración que me merece el psicoanálisis. Qué culpan tendrán los sueños; cómo si los hubiese inventado el propio Freud. Pero hoy me he parado a pensar en uno.

En realidad nadie sabe qué son los sueños ni para qué sirven. Desde los que creen que son una especie de ejercicios mentales para resolver problemas y preocupaciones y deseos hasta los que creen que no sirven para gran cosa. Yo, si tuviera que hacerme una teoría sobre esto, preferiría pensar que todos tenemos a un tipo que hace una especie de vídeos caseros y nos los pasa por las noches, para avisarnos de algo, o para entretenernos sólo. No, se supone que serían cortos, o largos, con mensaje. Comprometidos. Todos serían un poco buñuelianos, incluso antes de que hubiese un Buñuel ya eran buñuelianos, al parecer. Es como Jesucristo, que no decía nada sin alegorías.

Pues el que me hace los sueños ya debe estar bastante hasta los mismísimos de que no le haga puñetero caso, y cada vez me hace ver cosas más elementales, y sus símbolos son tan intrincados como los de un poema de Gloria Fuertes. Ayer, mientras soñaba, recuerdo pensar que no me creía que estuviese en aquel sueño. Una estación, un tren que se va… Sólo faltaba que saliese alguien con un cartel grande y me hiciese leer lo que querían decir. En el sueño pensaba que no tenía sentido correr detrás del tren (entendía que el tren estaba allí por mí, y para que corriera tras él), pues estaba en un sueño y ya sabía, o creía saber, qué se me quería decir sin necesidad de hacer la comedia. Así que entré en la cantina de la estación y me pedí un café. Pensaba analizar lo que se me quería decir, a qué se refería concretamente mi subconsciente o mi proyector y hacedor de sueños. Pero miro a través de la cristalera del bar y veo al tren que se marcha (que se sigue marchando) y yo, u otro yo, de perfil corriendo paralelo a él, con las piernas muy levantadas, como el que ya perdió la costumbre de correr, o como un personaje de cine mudo. Y pienso, desde el bar, desilusionado; joder, no tengo remedio.

3 comentarios:

La independiente dijo...

Genial, Mabalot
Un texto muy divertido y que dice cosas muy certeras. La frase y la estampa finales son estupendas.
X.

conde-duque dijo...

Tú corre, corre... hasta que se te salga el pulmón por la boca.

Mabalot dijo...

Gracias, Xavie. Un placer tenerte aquí.
Y gracias, Conde, por lo ánimos, tú tan... solanesco.