Una nueva biblioteca, al lado de San Francisco. Ya hace unas semanas que la inauguraron. Esta es del Estado. Ayer, como hacía frío y estábamos solos mi hija y yo, y ya no eran horas de columpiarse, decidimos acercarnos a ese nuevo templo de la cultura, por ahora casi vacío de tomos. Por fuera es la tradicional caja de cerillas acristalada. La puerta que da a la calle es antibalas, o está blindada, y además de pesar lo suyo cruje mucho y tiene uno la impresión de estar cargándose algo, de que nos caiga toda la albañilería en la cabeza. Ya dentro vimos una jauría humana solicitando carnets. Un tipo estaba muy rojo, con una vena gruesa en el cuello y preguntaba cuándo estaría listo su carnet. No entiendo la prisa, pues por ahora apenas hay libros. Son tres plantas con estanterías enormes y casi vacías. A veces cuatro libros que se sostenían unos a otros se caen, haciendo un ruido tétrico, como de guillotina.
Hay tres plantas. Se sube por unas escaleras al lado de los ventanales. La vista es bonita. A un lado San Francisco, que se deja querer más de lado que por la fachada, que parece más un trabajo de constructora desganada. También vemos el campus sur y al fondo, en lo alto de un monte que tiene la ciudad a sus pies, la casa del presidente de la Xunta, es decir, la Moncloa de aquí. Es una casa bajita, como si le pusieran unas ventanas a la cima del monte. Casi nos da la impresión de que salen unas metralletas de esas ventanas, como si fuese una trinchera. Entramos en la planta infantil. Es grande; al fondo las mesas y sillas diminutas con unos anaqueles a poca altura con tomos desiguales. Está la típica señora de biblioteca infantil, con dos criaturas, y la cara de gozo indisimulable, pues piensa que todo es gratis y va de una a otra estantería tocándolo todo. Lleva unos pantalones bombachos y una chaqueta a juego y una camisa con muchos vuelos en el cuello, como si se fuese a limpiar con los flecos los mocos, o a sus hijos el círculo de nocilla que tienen alrededor de la boca. Está rellenita y taconea todo el recinto con las manos en los bolsillos, como desfilando. La bibliotecaria tiene cara de malas pulgas y está delante del ordenador. Cada quince segundos suena altísimo en toda la sala ese sonido a mosca frita de Windows que sale con los mensajes de error, el programa no se puede abrir, el explorador la ha cagado, etc… M. coge un cuento, va corriendo a una mesa, se sienta, me llama y lo miramos juntos. Algunos son para niños muy pequeños y entonces ella me los explica a mí. Me da cierto reparo sentarme en esas sillas enanas pero veo que la señora, con más kilos que uno, se sienta, así que me dejo de dudas.
Después de repasar la literatura infantil subimos a la planta de adultos. Las estanterías se ven muy vacías, como un supermercado cubano. Voy mirando los libros y ella va corriendo por los pasillos y tirándose por los suelos. En un momento la veo arrastrándose por el suelo, como una culebra. Le digo que se levante, pero se ríe, y pienso que la voy a bañar dentro de un rato y que no parecen muy sucios estos suelos recién estrenados. En la planta de investigadores hay unas chicas con las manos apoyadas en la cabeza, muy aburridas delante de unos papeles. Seguramente están enamoradas. Hay un señor que parece que está roncando sobre una enciclopedia, pero debe estar leyendo, o más bien estudiando una letra de cerca. Una señora de pelo corto nos mira con cara de pocos amigos, pero no sé porqué si no hacemos ruido. Miro sus papeles sin disimulo, para fastidiarla un poquito, y veo unos dibujos en los márgenes muy repasados, el yin y el yang por todas partes y tréboles y cosas de esas muy mágicas y supongo que ningún culote en los papeles de una mujer tan estirada. Ella es el yin y nosotros somos el yang.
A la salida nos encontramos a una empleada fumando ante la puerta. Nos ponemos las cazadoras.
4 comentarios:
¡Excelente texto!
Yo estuve hace una semana y tuve una sensación parecida de vacío; bueno, habrá que esperar un poco a ver cómo se van organizando.
Muy bueno.
Ya llenarán las estanterías, no seas impaciente. Seguramente te dejen hacer peticiones. Tú aconseja, aconseja títulos...
"Está la típica señora de biblioteca infantil, con dos criaturas, y la cara de gozo indisimulable, pues piensa que todo es gratis y va de una a otra estantería tocándolo todo". Jajaja, lo has clavao...
Me ha encantado.
Todo, pero esto,
Seguramente están enamoradas. Hay un señor que parece que está roncando sobre una enciclopedia, pero debe estar leyendo, o más bien estudiando una letra de cerca,
especialmente.
Un abrazo.
Gracias Arp,Conde y Porto.
Paciencia tendremos, es normal que vaya poco a poco.
Por cierto, estamos aquí reunidos tres trapiellanos confesos y uno en proceso (¿no? Porto). Ya he visto la crónica de la lectura del último diario, y además estoy con él. Ya os contaré.
Por lo menos en la insistencia con el pesado de Vila-Matas te doy la razón, Arp, que casi está de más.
Publicar un comentario