27/4/08

Todos a la calle

Todo el mundo ha salido a la calle. De manga corta. Apenas se puede andar. Vamos oliendo todos los aromas, los buenos y caros y los humos de los coches y los sudores y el tabaco. Me sorprende; a unos metros de mí, diez o así, va una mujer con un cigarro en la mano y me llega su olor, como si estuviéramos en una habitación cerrada. Maniobramos para no chocarnos unos con otros, como robots un poco torpes. Estoy pendiente de que nadie pise a mi hija, que está con la cabeza en otros asuntos, como de los muñecos que a veces parecen dormir la mona en algún escaparate, o el agua de una fuente que salpica, o la estatua de un indio enorme de plástico con una bandeja en la puerta de una cafetería. Ella va pendiente de cosas interesantes y yo soy su guardaespaldas, que mira a todos lados para apartar el que la va a pisar, al que tiene demasiada prisa como si lo persiguiese la guardia civil y ya no ve ni dónde pone los pies, etcétera. Incluso me voy a comprar unas gafas de sol, para hacer meterme más en el papel de guardaespaldas. A veces se planta, ella.

No quiere darme la mano; le parece excesivo. Ella dice que ya es mayor (sí, lo es, casi tres años) y se sienta en la acera, como un vagabundo. Hombre, el famoso (aquí) escritor de novelas policíacas. Tiene mi edad y ya ha ganado el Xerais y pasa por delante de una librería y mira el escaparate. Lleva una mochila y un pitillo en la boca y va sin afeitar y sigue cuesta abajo, con dos piernas como unos paréntesis con vaqueros. Parece nervioso, como si tuviese un caso muy importante que resolver. Me gustaría ver una mano saliendo de la mochila, a poder ser con un pedrusco, de una vieja. Para tener algo que contar de él. No he leído nada suyo. Son portadas de espaguetis con tomate y cosas así que parecen hechas para atraer a los estudiantes, que pasan mucha hambre cuando se independizan. Espaguetis mirados muy de cerca, como con lupa, o con macro. Mi hija, que de forma natural ejercita su derecho a huelga (para que luego digan, el hombre por naturaleza parece marxista), no quiere moverse y sigo adelante. Al ver que me alejo se levanta rápido y corre.

Al correr mira al suelo y levanta mucho las piernas, como si tuviera muelles en los pies. Pienso que se va a caer pero no digo nada. Me aguanto las ganas.

4 comentarios:

M. dijo...

Joder, mi querido Diego Ameixeiras. Trabajé con él una temporada en Pontevedra, en el Diario, y de vez en cuando un amigo común nos pone al teléfono. Es un tío cojonudo, inteligente, de mucho talento, con una retranca feroz. Le dieron varias hostias cuando ganó el Xerais (cuando ganas algo importante todo el mundo da hostias: hay gente por ahí muy mal follada)y creo recordar que mantuvo un silencio digno y elegante. ¿Influencias?, le preguntaron una vez los periodistas, esperando alguna clase de referencia a Carvalho Calero. Sr Chinarro, dijo él, poniendo los huevos sobre la mesa.

Mabalot dijo...

Más huevos le echó (aunque también es la imagen...) hablando de Álvarez Rabo. No lo conozco a Ameixeiras. De vista, de hace años incluso, cuando lo veía por aquí.
El Sr. Chinarro lo nombra todo dios últimamente. LO vi hace poco en Carballo, en un pub.

Y sí, lo de ganar es lógico. Si no ganas nada o no sacas tajada todo va bien. Pero lo jodido es lo otro.

Lo que parece muy mal es Xerais, con eso libros hechos por un ciego, como la mortadela.
Sí; los libros de Xerais son en el faenar literario lo que la mortadela a los embutidos. Lo decía George Perec; "¿No os parece que la mortadela está fabricada por ciegos?"

Un abrazo, Manuel.

Unknown dijo...

"el hombre me parece de naturaleza marxista", muy bueno. Encantador y entretenido relato.

Saludos

Portarosa dijo...

Qué gusto, oírte hablar así de ti y tu hija.

Un abrazo.