25/12/07

Paseo

¿Cuántos gritos de socorro habéis escuchado en vuestra vida? ¿Y en cuántos de estos no habéis hecho nada?
Hoy, día de navidad, y antes de comer, cuando la lluvia empezaba a notarse como si hasta ese momento solo hiciese que llovía, y cuando ya nos habíamos espabilado un poco a fuerza de caminar sin rumbo, nos refugiamos en un portal y fuimos testigos de la desesperación de alguien, ante lo cual ni nos inmutamos. Había un Audi aparcado delante de nuestras narices. Un señor en chándal bajó del coche y abrió la puerta de atrás. Era del otro lado, así que no veíamos que hacía aunque parecía querer sacar a alguien del coche, al que oímos perfectamente pedir socorro. Voz de anciano, angustiada, potente. Una voz que se envalentonaba y ascendía según entraba en la última "o" de socorro. Los gritos sonaban en toda la calle y alguna vieja envuelta en visón miraba alarmada al Audi, levantando el paraguas como una ceja sorprendida. Una señora y una chica salieron de un portal de al lado y se unieron al individuo en chándal, que entró por la otra puerta de atrás y se sentó al lado del alarmado. Pero otra vez gritó; ¡Socorroooo...! No sabíamos ni qué temía, ni de qué querría que le salvaran, aunque lo más lógico, teniendo en cuenta que no estábamos en una película, era pensar que al pobre no había forma de salvarlo y que su mundo poco tenía que ver con el nuestro ni con el de las personas que querían sacarlo del coche. La chica azorada nos miraba y sonreía y parecía más pendiente de la vergüenza que estaba pasando que de convencer al anciano que fuese razonable.
Ya nos íbamos cuando lo apearon del coche. Unas pantuflas, una bata, el pelo blanco de punta, como electrocutado, la espalda ligeramente encorvada, los pasos cortos, apoyándose en el brazo del hombre. Un anciano en toda regla. Parecía resignado. Le esperaba una comida navideña.
Alguno quiso ver en el anciano la personificación de su estómago, desfallecido todavía tras la cena de la noche anterior y sobre todo tras la ingestión de una gran variedad de líquidos, que pedía socorro ante lo que a todas luces se avecinaba al mediodía.
Antes de llegar a casa aun vimos otra escena poco agradable con anciano, anciana en este caso, protagonista. Para un coche cerca de la acera de forma un tanto precipitada. Se abre la puerta de atrás y sale una señora muy abrigada de gafas oscuras, se inclina ligeramente y empieza a potear. Como una espuma amarilla que salpica mucho al impactar con el suelo. Somos prudentes, y antes de continuar esperamos a que acabe, no vaya a ser que alguna gota nos alcance. La señora se limpia con un pañuelo y sigue echando la espuma que no es espuma. Bajan unos del coche y le cogen la frente para que se libere más a gusto.

2 comentarios:

M. dijo...

El 24 una amiga vivió una escena pavorosa. Se encontró a las siete de la tarde por las calles de Madrid a una anciana desconcertada. "Por qué tengo cerrado el súper a estas horas, ¿es domingo?". "No, no, señora. Hoy es Nochebuena. Mañana es Navidad". "¿Navidad? Vaya! Como vivo sola, sabe usted...".

Todo dicho con una sonrisa: una sonrisa supertierna, superbonita. "Así que Navidad, eh?".

Un abrazo Mabalot.

Mabalot dijo...

Vaya historia. Soledad, aunque me da que debe ser más triste vivirla en una residencia, en un asilo. Eso sí que debe ser deprimente. La soledad en comparación hasta debe ser algo bonito.

Un abrazo colega.