1/1/08

365 días

Alrededor de 365 días y cuarto que esta pelotita ahuevada y maltratada, según se nos recuerda a cada momento, tarda en dar una vuelta completa al sol. Aquí, apretados en algunos sitios, holgados y hasta solitarios en otros, vamos viviendo lo que nos toca o lo que nos da la gana, o una combinación de ambas. Un año da para mucho y para poco, depende en qué momento de la ciclotimia veamos la botella, pero es lo que hay y lo mejor es no andarse con muchas penas sobre lo que uno querría haber hecho y no hizo, sobre lo que uno hizo y no querría haber hecho. El 21 de diciembre empieza a aumentar en el hemisferio norte la duración de los días. Era el momento en el que aquellos señores de taparrabos que nos precedieron hace ya mucho rogaban a los dioses que tuvieran buena cuenta de sus cosechas. Empezaba la siembra y cualquier cosa podía pasar seis meses después; podía haber algo que recoger o no. Llegar a fin de año era motivo de alegría. Los hombres salían a cazar un mamut y lo arrastraban hasta el poblado con alegría y jolgorio, comentando los resultados de los últimos partidos del fútbol de la época, pues aunque se dice que el fútbol lo inventaron los ingleses en el siglo XIX ya en aquella época remota debía haber algo parecido que encendiera los corazones y los hiciera matarse entre ellos. Las mujeres preparaban las cosas para la noche (el feminismo aun no se había inventado), y las niñas jugaban a las cuevas y los niños aprendían a cazar entre ellos; uno hacía de mamut y los demás lo perseguían.

Por la noche algunos, los más jóvenes, se ponían sus mejores taparrabos y se emborrachaban saltando alrededor del fuego, haciendo mucho el indio toda la noche. Al día siguiente se despertaban con la boca pastosa y un dolor de cabeza insoportable. Otros en cambio pasaban el primer día del año, el domingo de los domingos, sentados en el porche de la cueva viendo llover y pensando en lo que daría de sí el año que empezaba. Las cosas siguen más o menos igual; uno puede ver llover y extasiarse con el silencio casi apocalíptico de las calles o encender la tele y ver los saltos de unos esquiadores que vuelan desde que uno tiene conciencia de sí mismo y de lo que le rodea. Aquellos saltos eran el nuevo año que comenzaba. Algunos buenas hostias se daban de vez en cuando, como muñecos de trapo, aunque siempre creí que antes de tocar suelo y fuera cual fuera la caída que tuvieran ya nadie les quitaría el placer de planear a esa altura sobre la nieve.

4 comentarios:

la luz tenue dijo...

Bueno, Mabalot, comienzas el año igual que acabaste el anterior: provocándonos una sonrisa.
Feliz 2008

Mabalot dijo...

Feliz 2008, JM.
Te deseo lo mejor para este año.

Sebastián Puig dijo...

Joder, empezar contigo el blogaño es un placer. Mis mejores deseos, cazador de mamuts.

Mabalot dijo...

Un placer es haberte conocido, aunque solo sea por escrito, rythmduel.
Feliz año, amigo, que todo vaya bien.