2/11/07

El artículo literario

Por lo que tiene muchas veces de empeño únicamente nutritivo, alejado de musas y recalentamientos de coco, prefiero leer artículos a cuentos, o relatos, por comparar dos géneros cortos. La novela es un viaje, y un viaje en el que cabe de todo; el artículo y el relato son una carrera de cien metros, pero tengo la impresión que mientras el relato (con todo ese deber de concisión y contención y ajuste milimetrado casi hasta en la respiración) es una carrera esforzadísima con unas vallas enormes y todos esos señores negros corriendo como gamos y tensando todos los músculos y donde todo acaba en unos segundos y parece increíble que más de uno no se haya infartado desplomándose sobre el tartán, echando espuma por la boca del esfuerzo sobrehumano. Tiene algo de demasiado ambicioso en el fondo; diríamos que los corredores quieren desaparecer de la salida y aparecer en la meta, casi sin transiciones, fantasmales, o teletrasportados. En los artículos, que también son carreras de cien metros, veo a unos señores muy tranquilos caminando con las manos en los bolsillos, silbando cualquier paridilla sin vergüenza, quizá con una barra de pan bajo el brazo y el periódico enrollado, mirando a los lados o a una mariposa que revolotea a su alrededor, presumida. Le habían dicho que tenía que llegar a la meta, o se lo había dicho a sí mismo, pero le da igual llegar o no; se entretiene con un trébol que hay al borde de la pista; el trébol le recuerda a Trini, y suspira emocionado porque no tiene ninguna prisa, todo le vale; respirar le vale, el cielo azul y un avión con un reguero publicitario de una marca de pasta de dientes le vale para entretenerse mientras camina por la pista. Claro; llegue o no llegue ha de simular que llega, dando el saltito final, la cabriola que anuncie su retirada de la pista, el regate al charco en el que estaba a punto de meterse; en fin, oficio de caminante, una pequeña prueba de reflejos.

No le va a dar un infarto; en el relato alguien parece obligado a padecer un infarto, emocional se entiende; el lector, los personajes, el escritor, el librero incluso, uno que pasa por allí, o todos a la vez, en un clímax de infartos orgiástico. Del alma, se entiende. Se compran un poco como poemas, se leen como poemas, son poemas en prosa. Los artículos son más plebeyos; se leen con un trozo de hamburguesa en la boca, se leen mientras habla fulano y ponemos cara de escuchar, mientras miramos de reojo en el autobús a la que tenemos al lado, mientras cagamos, que es donde mejor se leen y más aprovechan, aunque la ciencia no sepa el por qué. Y no me refiero solo a los artículos diarios que tenemos cada día en los periódicos, o menos a esos, porque no hay mucho que sobresalga del sopor restante de letras y declaraciones y etcéteras, la verdad, que a los artículos que se quedaron como obra menor de algunos autores y que quizá sobreviven mejor al tiempo que sus novelas y relatos. Una vez más David le quita un ojo a Goliat, y lo elevado se evapora cual nube de humo, y lo bajo y menor sobrevive como una roca a los años, al tiempo que todo lo muele. La mejor obra de un Chesterton, por ejemplo, está en sus artículos. Leemos a Larra, no al Duque de Rivas, ni a Espronceda. ¿Qué quedará de los Mendoza, Azúa, Marías, Monzó, que me parecen grandes articulistas, de los más interesantes hoy en día? Uno al menos lee con más gusto sus andanzas periodísticas que lo otro. Será pereza de lector, quizá, como dice Lobo Antunes de los que preferimos sus artículos a sus novelas, ganas de silbar mientras paseo con las manos en los bolsillos.

G.K. Chesterton, que me hizo disfrutar de crío las aventuras de un cura detective, y que ahora me tiene embelesado con sus artículos. Un maestro absoluto, el tipo.

11 comentarios:

Cerillo dijo...

Y menos mal que le queda ganas de silbar con las manos en los bolsillos. Estos artículos que buscamos escogidos en la prensa diaria florecen cual setas en otoño en los blogs. El artículo, como muy bien usted opina, carece de la tensión competitiva de otros géneros y quizás por esto el autor, sin ninguna presión, se permite licencias y florituras que bien se guarda en otros sitios y otra cosa que también es importante: su inmediatez. No sé si sirve de algo esto de que el tiempo quita y da la razón. Solo una elite minoritaria indaga ahora el pasado. Fíjese en los blogs, raramente nadie lee algo más que el último post. No tenemos tiempo para nada

Mabalot dijo...

¿Inmediatez? Sí, claro. Leo los artículos de Unamuno, Azorín y Chesterton como si los hubiesen escrito ayer, por citar a algunos. Las recopilaciones de relatos de Marías me interesan más que sus novelas, y lo mismo digo de Azúa y otros que no aturo en otro género y me parecen grandes articulistas. El libro ensayo, o recopilación de artículos, demuestra quien es algo más que periodista, ocasional o no, y quien se queda en comentador de actualidad, sin más.

Yo la verdad apenas encuentro en los periódicos, y poco en los blogs, estos artículos literarios, que me gusten. La mayoría son un plomo, pero así es la vida, no todo el monte va a ser orégano.

Un saludo, Sr. Cerillo. Hay que tener tiempo para pasear y silbar, y para no hacer nada.

M. Domínguez Senra dijo...

Casualmente o no estos días, además de leer a Mabalot y a Cerillo también releía la autobiografía de Chesterton, muy fragmentaria.
Hablando de bolsillos, a mi a veces me hubiera interesado saber qué llevaban algunos personajes de las novelas en los suyos. Pero o los novelistas no tienen tiempo de reparar en los bolsillos de sus personajes, o no tienen interés, o la industria literaria... Últimamente estoy imaginando un mercado editorial en el que se acabe el prêt-à-porter que nos invade (alguna escena tórrida, alguna guerra más o menos terrible, una tesis floja apenas sostenida una de las 36 situaciones dramáticas que admite Gabriel García-Márquez,etc.) No se trata de pasar a una literatura "a medida" en la que un perverso editor textual estampe novelas con el protagonista con el mismo nombre del que la ha pagado y con el final elegido a gusto del consumidor o según tenga el día. Eso es aún peor que el prêt-à-porter. Mi propuesta es ir hacia un género narrativo en la que los lectores no se puedan ver identificados y que sin embargo la entiendan, que puedan reconocer unas ciertas circunstancias familiares. Mi propuesta es que la novela se adelante a su tiempo sin ser filosófica. Que se adelante no tanto como la poesía, pero algo. No que vaya tan por detrás. Y que se hable del fondo de los bolsillos, ostras.
Saludos.

Sebastián Puig dijo...

Aprecio enormemente tu mirada literaria. De no ser por tus palabras, nunca se me hubiera ocurrido reflexionar sobre novelas, relatos y artículos bajo esa perspectiva. Me escapo de vez en cuando de mis obligaciones escolares, y compruebo que sigues en plena forma. Un abrazo, amigo.

M. Domínguez Senra dijo...

Mabalot, he vuelto a tu post como quien al despertar quiere volver al sueño que le gustó. Y ahí estaba, intacto, tan de verdad.

También volví a la autobiografía de Chesterton, pero en este caso con otra mirada. Leer es releer.

Portarosa dijo...

(Oye, que me pierdo: ¿donde acaba la frase que empieza ...tengo la impresión que mientras el relato (con todo ese deber de concisión y contención y ajuste milimetrado casi hasta en la respiración) es una carrera esforzadísima con unas vallas enormes... Porque eso acaba en un punto.)

Nunca lo adivinarías, pero me parece que esto que dices es muy subjetivo :)

A mí, en cambio, me parece que los buenos relatos, por cortos que sean, no tienen nada de apresurados, ni de tensos, ni de esforzados. Porque creo que son lo que se ve al mirar un rato por una mirilla de la puerta de una casa ajena. Y puede verse algo de lo más tranquilo, siempre y cuando diga algo.
Pero eso los buenos, claro.

Con respecto a los articulistas, no es que crea que no los hay buenos, pero sí que hay tantos y tantos que a la fuerza el porcentaje que vale la pena es bajo.

Un abrazo, Maba.

Mabalot dijo...

Se colo un "mientras" que a todas luces no conviene, no le conviene a la frase. ¿En qué estaría pensando mientras la escribía? Gracias, Porto.

Respecto al tema creo que no me explico; no me refería tanto al tema como a la forma. Estamos de acuerdo, o están de acuerdo los entes literarios que gobiernan el planeta, que al relato corto no le ha de sobrar ni una coma, y que mientras la novela se permite disgresiones y todos los cerros de
úbeda, que se justifican, si el novelista quiere, y si no quiere también, siempre habrá alguien que lo haga por él, en el relato corto todo ha de conducir a ese final desde la primera frase, y no mear fuera del tiesto ni una frase.

A eso me refería. Que lo narrado o contado sea tranquilo o no viene al pairo.

Abrazos.

Mabalot dijo...

Abogo, como la colega aaoiue, por el conocimiento de lo que portan en los bolsillos los personajes de novela. Pero respecto al mercado editorial soy más pesimista.

Un abrazo, marta, rythmduel y cerillo.

Portarosa dijo...

Buenos días.
Ya, yo tampoco me refería a lo contado, aunque el ejemplo de la mirilla (que, por cierto, no es una mirilla sino una cerradura) parezca indicar lo contrario. Lo de la mirilla/cerradura se refiere más al tono que al tema. Desde luego que todo está supeditado a lo que lo está, pero no me cuadra a mí (al menos siempre) la imagen del velocista al borde del infarto. O tal vez es que los relatos que sí dan esa impresión (de cosas que van cayendo sin excepción a un embudo, y confluyendo hacia el agujero definitivo) a mí no me gustan.

Pero bueno, tonterías cogidas con papel de fumar, nada más.

Un abrazo.

conde-duque dijo...

Si cuando yo decía que éramos antinovelistas me quedé corto...
Supongo que nos gusta más captar la vida, revivirla al leer, pensar un poco (pero no mucho), sentirnos un poco como los otros (sean Montaigne o Chesterton o Larra), silbar con el pan bajo el brazo y mirar las nubes, en fin, pasar el rato, que admirar una obra literaria.
Sí, Maba, somos unos vagos. Que la cosa nos llegue natural, y que no nos obligue a hacer muchos esfuerzos.

Mabalot dijo...

Si tu lo dices, Conde, será eso. Que soy un vago no me cuesta creerlo; hay hechos objetivos que lo demuestran, o falta de hechos...

Quizá ahora menos pero destaco en el post una preferencia. No descarto nada, y menos hablo de nada objetivo. Creo que nunca dije que las cosas fuesen así, a no ser para mí. Por supuesto. ¿Cómo se puede creer que en la literatura hay algo objetivo?
Leo cierto tipo de relatos, los, digamos, hemingwayanos, con respeto, pero los disfruto menos, y como escritor no me atrae nada escribir relatos "perfectos". O quizá se necesite mucho talento para escribir eso, y prefiero rechazarlo que fracasar.