Como ayer no se me ocurría nada y ya estoy hasta los mismísimos de ser bajito y feo y no tener fama ni méritos y que se rían de mí, salí a beber algo, con unos amigos que también son unos fracasados y que siempre lo serán porque les suena mucho a hueco la cabeza y lo que poco que tendrán lo arrasan a sopas de aguardientes y químicas peores. Admito que entré con ganas al bar, donde me esperaban esos desgraciados, pues llevaba todo el día delante de un papel esperando una reacción de la mano pero la muy puñetera seguía como muerta, o tamborileando sobre la mesa. Mi mujer cree que algún día me darán el Príncipe de Asturias de las Letras, pero yo creo que está como una cabra y a este ritmo la voy a tener que drogar para que se olvide del tema y no se decepcione y me coma el tarro lo que me quede de vida. Me dije, esto no puede seguir así, esta noche la armo, como me llamo Augusto que la armo.
Empecé fuerte, con unos tequilas. Cuando ya tenía caliente las tripas pasé a algo más tranquilo; unas cubatas de ron para endulzar el gaznate. Entre los que me invitaron y los que tomé sin pagar debí salir de allí con media docena de ellos en el estómago, que ya trabajaba el pobre como un negro para convertir toda aquella dinamita en vitamina para el cerebro, que mucha falta me hacía. Alguien sacó unos petardos y empecé a ver las cosas de otra manera; otro dijo que estábamos fumando caca de burro pero aquello me relajó las vértebras y me sentí confiado y hasta un poco acalorado. Seguimos a cubatas, y bajé otra docena, eso sí, uno a uno, y ya empezaba a estar borracho. Las hembras me esquivaban o me apartaban de un manotazo pero a mí me gustaba olerlas y me guiaba por el olfato de un chucho de caza. Una me arrancó las gafas y las tiró al suelo y las pisó con los tacones; entre los cubatas, que ya había perdido la cuenta cerca de los veinte, y que no veía nada sin cristales, empecé a disfrutar de la noche y a verlo todo hermoso. Después de jugar a que nos echaran a patadas de un garito (le rompimos una botella de Anís en la cabeza a un enano de corbata que estaba tocándole el culo a una buena mujer) tuvimos una gran idea; alguien dijo:
- ¿Para qué perder el tiempo, dinero y hígados, con estas cochinas altaneras? Vámonos de putillas... y ya veremos como pagamos...
Estuve por darle un beso al ideólogo del grupo, pero ni la euforia del alcohol ni la necesidad de dar amor al prójimo y sobre todo a las prójimas, superaron la difícil prueba del asqueroso campo de granos que era su rostro sudoroso y apolillado. La verdad es que aquellos seres ya me daban hasta pena. Era una excursión de monstruos. Al entrar en El Capullo rojo algunas damas se asustaron y más de una renunció a su escaño de señora putilla y al jornal de aquella noche, pero las más viejas y estropeadas se dejaron arrimar y yo acabé con una que parecía hecha por partes, como un puzzle mal encajado, y donde un ojo se confundía con una verruga inoportuna como un meteorito, y la piel rugosa y verdeazulada, de sangre en mal estado, le daban un aspecto demencial de dinosaurio mal del hígado y como caducado.
Seguí bebiendo hasta que perdí la noción del tiempo y hasta la dignidad. Vagamente recuerdo que subimos a una habitación y que la vieja antediluviana se reía de mí y después ya todo fue borroso...
Al despertarme el dinosaurio seguía allí, dormida, o muerta, con la boca abierta y un aspecto tan espantoso que asustaría a un forense. Y de repente se me ocurrió. Fue un chispazo bajo el cráneo, a la altura de la oreja derecha, como un calambre, y era que se me ocurría algo, el principio de un relato: Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. No pude apuntarlo porque la muy perra me tenía agarrada una muñeca. No sabía cómo saldría de esta, sin un chavo y en aquellas condiciones, aunque estaba tan contento que sólo quería llegar a casa y escribir la frase. Seguro que se me ocurría algo más.
Me dije; ya está, prepárate Bárbara que te gano el Príncipe de Asturias.
7 comentarios:
¿Tú crees que Monterroso...?
¡¡¡Nooo!!!
Gracias por tu genial irreverencia. Hace falta.
:D
Jajajajaja... ¿Hay algo de autobiográfico en este magnífico texto?
No, no, de autobiográfico tiene que salí de copas como todo el mundo aunque ya casi no me acuerdo que es eso; tequilas tomé una vez y aparecí en una bañera. Yo no podría ser un Bukowski, más bien sería un Fitzgerald, que le sentaba mal el alcohol, aunque fuese alcohólico. Si hiciese una de esas apuestas sobre quien bebe más y tal yo perdía hasta con Heidi.
Y gracias a los benditos dioses nunca me desperté a la vera de una señora del calibre de un dinosaurio. Y ahora espero seguir despertándome a la vera de mi señora, que no tiene nada de dinosaurio.
Por supuesto, no hará falta decirlo, pero por si acaso, no es una burla ofensiva del bueno de Monterroso, al que admiro mucho. Pero quizá sí es sano reírse/parodiar un poco a los maestros, para bajarlos del altar y quererlos como a iguales, es decir, como a personas más o menos normales que hacían algo muy bien.
Más bien, me hace gracia lo de los microrrelatos y eso de que es el relato más corto de la historia de la literatura. Eso sí son chorradas pedantescas. Es una frase muy evocadora, que gusta, pero el rollete de aplicarle tanta historia a la frase es un poco como pintarle unos bigotes a la gioconda, lo que no está mal como chiste, pero tampoco hay que pasarse.
(La culpa la tiene el Babelia que adoctrinaba sobre la fiebre de los microrrelatos)
Gracias, amigos.
La culpa es de Babelia y de Vila-Matas, pero que quieres, nos gusta el espectáculo, vender lo viejo por nuevo de trinca.
Que bien que escribe usted.
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