Al igual que en la tele en verano, donde meten muchos refritos, yo miro atrás (tampoco muy atrás) y hago mis refritos con entradas que estaban sin publicar. Aquí dos que están sacadas del mismo lugar, la Alameda de Santiago.
Unos niños juegan a tirarse arena a los ojos, y gritan mucho, y corren histéricos. Son puro nervio, todos, hasta los que corren con un bocadillo en la mano mirándolo mucho de reojo. Los patos del estanque apenas pueden moverse de lo gordos que están. Ni siquiera abren la boca para decir aquí estoy yo; están como aburridos de la vida. El estanque parece un pozo negro. Los del PP dicen que hay ratas gigantes que acuden a la orilla a comer las migas de pan que les dan los niños. Los viejos ocupan todos los bancos. Juraría que se turnan, pues nunca dejan un banco libre y hay que verlos allí sentados tan hastiados de la vida como los patos. Uno fuma en pipa y lee el periódico; lleva unos deportivos de suela gruesa y blancos, que parece que va a hacer salto de pértiga o que vuelve corriendo a su casa. Pasa un yonqui muy moreno y arrugado, como una uva pasa, con una bolsa de supermercado llena de cosas que se ve que son botellas, y va la bolsa tan estirada que de un momento a otro tiene que romper y se va a ir todo a la porra.
Se preocupa mucho y se mueve como si se le estuviesen acabando las pilas.
II
Un hombre de barbita recortada, con esas puntas del bigote amagando un caracoleo, le enseña un papel a la estatua de Valle, que está clavada a un banco de la Alameda. Hace el gesto para la posteridad, porque le están sacando una foto. Quizá sea poeta.
Es esta una estatua muy hierática, de alguien que sufre la postura. Desde la rabadilla hasta la nuca hace una linea recta de estatua chulesca y forzada, y cruza las piernas muy delgadas como haría Valle en vida, aunque parece apretar mucho y eso no cuadra con la existencia de unos genitales masculinos en la entrepierna. Es un cruzar de piernas muy femenino, y al lado de la estatua el poeta parece un tarugo que viene de abrir zanjas en el monte, pues su postura más natural, espalda en curva y piernas abiertas, es tan humana que casi creemos ver a un mono. Cierto que el tipo es muy distinto; el poeta, a pesar de su barba aristocrática, tiene buenas carnes de gran masticador y unas piernas pequeñas y gruesas que le impiden a todas luces imitar a la estatua en su cruzar de piernas. El poeta sonríe, la mujer apunta con una cámara tremenda, de esas de pillar a pajaritos lavándose las axilas.
3 comentarios:
Pues te ha salido un refrito muy apetitoso...
Una de mis manías: hacer (hacerme) fotos con las estatuas de Valle (la Península está llena).
Saludos desde la ría. En breve hablamos...
Conde
Yo te saco la foto con este Valle. Saludos a los dos.
Casi que voy a darle un descanso al blog.
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