No deja de ser curioso; han pasado 50 años desde que palmó y don Pío está en la mesa de novedades de El Corte Inglés, al lado de otros señores y señoras; Carmencita Martínez-Bordiu del brazo del abuelo Paquito, John Le Carré, Paul Auster, Bernabé Tierno.... Y en medio de esta selva de fieras ahí tenemos sus memorias, media docena de tomos o más, que está publicando muy bonito Tusquets. Van por el tercero. Se diga lo que se diga ahí está; vivito y coleando.
Porque Baroja no aburre, y se lee sin querer; de pie al lado de la estantería, lo empiezas hojeando y lo acabas leyendo. Da igual lo que te eches a la vista. Si eso no es triunfar que venga Cristo y lo diga. Y precisamente porque no era perfecto, menos incluso como literato que como persona. Lo dice en alguna parte; sus defectos literarios forman parte del programa; “La perfección, o al menos cierta clase de perfección, aburre.” Y el programa es dejar a un lado “entelequias artísticas” y escribir sin parar, sin mirar atrás, aunque limando mucho más de lo que se cree, con una única pretensión que era facilitar la lectura, no que alcancemos el orgasmo al leer.
El arte del no arte; lo dice Torrente (no el brazo tonto; el brazo listo, o la mano sabia) en su manual cojonudo de literatura española (Panorama de la Literatura Española Contemporánea, editorial Guadarrama, Madrid, 1965); “El arte de Baroja pretende ser natural, o sea, no ser arte.” También lo vio Vázquez Montalbán, que vino a decir algo así que de las imperfecciones de Baroja salen sus más interesantes aciertos literarios.
Aunque claro, para errar hay que saber. La pregunta era; ¿por qué leemos a Baroja? Llegar aquí implica dar por supuesto que estamos ante uno de los mejores escritores españoles etcétera. Pero; ¿cuántos magos de las letras patrias no salen más que a luz fluorescente de los departamentos universitarios? He ahí la cuestión, lo que a su manera planteaba Mendoza.
El mérito de don Pío no es poco, escribió tal cuál es, sin impostaciones, sin mucha ambición (esto se lo reprochó Benet), y al final sus supuestos defectos literarios le salvan el pellejo. Otra vez Torrente; “La obra de Baroja está constituida por ochenta volúmenes de Memorias de su vida secreta, de todos los hombres que él quisiera ser.” Y yo, precisamente, lo leí por eso; si Baroja fuese el impoluto Flaubert (o Anatole France) no lo hubiera leído: lo hubiera leído su madre y Vargas Llosa. Y qué conste que Flaubert está bien, pero es la antítesis de Baroja.
Don Pío, como un Rappel cabreado y gris, adivinó lo que se le venía encima al siglo, en cuanto a literatura. Sus novelas están llenas de corrientes de aire (esto creo que se lo leí a alguien), y esta es la novela que se lee con más gusto, constipados aparte, como un paseo por el bosque; la hermética, la cerrada a cal y canto, se acaba pudriendo en su propia atmósfera malsana, enmohecida.
Acabo con una cita, otra más, de Juan Ramón, el crítico más sagaz de la literatura española; “Cuando Baroja dice lo que dice no hay que hacerle caso, sino reírse con él por la fantasía que pone en su mentira [...] Por lo demás, él no tiene el afán de calar hondo ni de volar alto. Va, va, va, como en un hormiguero. Y su obra toda viaja ante nosotros con un interminable vuelo bajo, con su sombra al lado, como en un tren de mercancías”.
Un tren de mercancías; la mejor definición de su obra. Y a quién no le atrae colarse en uno y viajar sin destino, rumbo a ninguna parte.
7 comentarios:
Me gusta esta exégesis suya del fenómeno Baroja: "su literatura como un paseo por el bosque". Y sobre la otra forma de hacer novela que Ud. menciona: "la hermética, la cerrada a cal y canto, se acaba pudriendo en su propia atmósfera malsana, enmohecida", me pregunto: ¿es casual, leyendo esto último, las dos menciones que ha hecho Ud. en sendos posts a Juan Benet?.
Respecto a la comparación de Baroja con un tren de mercancías, creo recordar que Eduardo Mendoza lo comparaba en la columna semanal de El País que mencioné ayer, con un coche utilitario, con el que nos movemos cómodamente por estas ciudades nuestras.
Una matización: creo que los varios libros de sus memorias que ha sacado Tusquets no quedarán en media docena de volúmenes, sino en tres: son todos los que están y están todos los que son, por tanto.
P.D: con su permiso, Mabalot, enlazo su blog en el mío.
Justo le acaban de regalar a mi hermano los dos primeros tomos de esas memorias. Se los voy a robar disimuladamente...
Por una vez disiento contigo en la forma, Mabalot (sefuramente no en el fondo). Lo peor que se le puede hacer a Baroja es alabarlo. Creo que le sientan muy mal los piropos y las loas. Le quitan la gracia. Lo empequeñecen (precisamente porque se envanece, y ahí se acabó la cosa). A Baroja hay que leerlo y dejarlo correr. Disfrutar de su lectura sin más propósito que ése. Si no, se fastidió el invento.
El mejor favor que se le puede hacer a Baroja es no darle jamás la razón. Si no, se desvanece... Creo yo.
La razón no se la daba ni él mismo, que decía en un párrafo y se contradecía en el siguiente; pero eso también es lo bueno.
¿Alabarlo? No sé, no creo que lo alabe; intento definir (averiguar, aclararme), a través de otros más sabios, lo que es, era, este tío y su literatura. Si acaso, el post anterior me quedó un tanto arisco para el que no me conozca (y no sepa que soy barojiano poco ortodoxo, o barojiano libre, con perdón por la pedantería), por eso en este intento compensar y ampliar las notas de ayer.
No hay duda de que es más divertido dar estocadas que ensalzar a un autor; para el que lee y para el que escribe: pero yo escribo lo que pienso, aunque a veces no sea rentable el asunto. Y Baroja es Baroja, es que a estas alturas no creo que descubramos nada nuevo hablando de él; eso sí, me sorprende que alguien se pueda ofender por bajar al santo del altar y echarle un vistazo a norte, sur, este, y oeste, a ver que hay o sabemos.
Yo tengo la O.C. de Galaxia Gutenberg (una maravilla, 1ª ed. 1997) que compré de segunda mano hace tiempo en Cash &Converters en Pontevedra por 50 euros (sí, cada volumen nuevo había valido más de 50 y estaban sin abrir, impolutos); y en esta edición las Memorias son seis volúmenes.
Gracias por el aviso, Edmundo, y por el enlace. Benet es casualidad, no tengo ninguna fijación especial; asocio a Benet a la última etapa de Baroja, cuando se pasaba por esa tertulia que él llama anacrónica. Y lo saca en su libro "Otoño en Madrid hacia 1950", si no me equivoco.
Conde-Duque; a Baroja hay que dejar que se desvanezca un poco, sino hasta es un poco pesado. Dejémoslo fluir. Hasta un exceso de agua mata. Ya me contarás que te parecen esas memorias.
Un saludo.
Me refería a que Baroja es más de usarlo que de admirarlo. Ahí está, precisamente, su grandeza.
Un saludo,
Conde.
Enhorabuena, Mabalot, por tu blog y tus recuperaciones. Baroja lo merece, literatura en estado puro, a veces tan moderna que parece un Vila-Matas avant la lettre, otras un autor folletinesco, otras un francotirador de palabras, pero siempre atractivo, aunque, eso sí, hay que espaciar sus lecturas y nunca abandonarlas.
A Roth, y curiosamente también a "Las ciudades blancas", le dedique una entrada en mi blog, julionarrow.blogspot.com, al que estás invitado.
Me ha encantado la entrada, M. La verdad es que el blog cada vez me gusta más.
Un saludo.
Una buena comparación. Baroja es un tren de mercancías. Siempre se habla de sus imperfecciones, de su estilo poco cuidado, y patatín y patatán, pero ahí está, impertérrito. Sus libros perduran y siguen seduciendo.
Un saludo.
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