16/1/07

Guardería de escritores preferidos

Ayer se me escapó Knut Hamsun; mi mujer dejó la puerta abierta y salió sin hacer ruido, como un loco que camina en deportivos, de esos de suela con cámara de aire. No es el Hamsun viejo, abuelete con barba blanca larga; es el Hamsun maduro, con esos bigotes que parece que se están levantando la falda. Arruga el entrecejo mucho y tiene mal carácter; menudas pataletas coge, siempre llevando la contraria. Pero es muy bueno, a pesar de todo; le gusta jugar sólo, le encanta pasear por el bosque, tiene una cabaña en un árbol y a veces se cree un pájaro y sale agitando los brazos en rápido descenso hacia el suelo; siempre cae de cabeza y nunca le pasa nada. Pero ayer se piró, el cabroncete. Menos mal que lo encontraron en sentado en un banco de la Alameda garabateando en unos papeles. Qué hambre que debió pasar. Una vez se escapó y apareció en Terranova, lejos de todo, viviendo como un salvaje. Comía de lo que pescaba y cazaba.
Hamsun es buen chaval; no da guerra ninguna. Es como Robert Walser; los dos con bigote. Niños con bigote. Walser es un santo; a este también le gusta pasear; es muy andarín. Si lo sueltas va a París a pie y vuelve, y no para ni para comer. Antes de tenerlo en la guardería ya hizo sus caminatas; fue desde Berna a Ginebra andando y volvió. Cómo es; cuando se le da por andar camina pared arriba si hace falta. Todos los días viene un amiguito biógrafo que lo saca a pasear, pero me da que Walser apenas suelta prenda. Las pasó canutas, pero a él todo le resbala, no parece tener ambición ninguna; hace las cosas sin pensar en el después, ya no digo en el mañana.
Es taoísta, sin darse cuenta. Le doy una tarea, como separar las habas de las lentejas, y se pasa tranquilamente toda la mañana; no se aburre ni protesta. Está claro que él vive en otro planeta, como su mostachudo compi Hamsun. No sabemos que puede estar ocurriendo en esas azoteas. La semana pasada, por cierto, se le cayó en la cabeza a Borges una maceta; el pobre estaba muy compungido, es como si le cortaran la melena a Sanson. Cree que no va a poder escribir nunca más. No puede estar más equivocado; yo le limpié la tierra y las flores de la cabeza y lo saqué a pasear; estaba tan nervioso y llorón que casi le muerde un perro. No era su día. Suele bajar mucho al sótano; dice que encontró un aleph, pero yo creo que se está fumando la planta que tenemos allí, bajo los focos. Le voy a decir a Ka., mi mujer, que cierre con llave.

Borges es un buenazo, pero es menos salvaje que los otros dos que nombré antes; estos caminan todo el tiempo por la cuerda floja (son la envidia de todos, que les imitan queriendo o sin querer) y Borges es más manso; se conforma con marearse mirando a ninguna parte sin levantarse de la butaca. Si los otros tienen el demonio en el cuerpo éste tiene el purgatorio. Tiene un gato enorme asexuado que llama “lo gato”; lo acaricia todo el tiempo mientras recita sonetos de memoria y sonríe, parece el malo del Inspector Gadget. A veces se pone el gato de almohada y echa unas cabezaditas; siempre sueña con tigres.


Ramón es el más gordito; come más que todos los otros juntos. Se pasa las noches delante de un papel y con un lápiz en la boca, mirando al aire, a la caza de alguna idea; a veces atrapa alguna y la escribe. Todas las mañanas nos lee en el desayuno la caza del día anterior. A Borges le gustan mucho las ocurrencias de Ramón; los dos bajan juntos algunas veces al sótano, a fumarse el aleph ese, mi planta. Es que un caso, este Ramón; dice cada cosa, que si
el tiempo sabe a agua seca, que la timidez es un traje mal hecho, que el cacahuete tiene algo atravesado en la garganta... Cosas de Monchito; a veces se pone algo pesado y hay que decirle que se vaya a comer galletas, pero acaba hablándoles como si fueran sus iguales. Se cree que las galletas están vivas y que tienen alma; aún así se las come.
Hay más niños en esta guardería, pero otro día hablaré de ellos.
Ramón, en el centro, vestido de rey mago, con su pipa de juguete.

5 comentarios:

conde-duque dijo...

Esa guardería la he visitado yo algunas veces. Se ponen contentos al verme y saltan de alegría, pero al rato crean tal alboroto que me ponen nervioso y acabo castigándolos en el cuarto oscuro. Hamsun es muy revoltoso (siempre saltando por la ventana, tirando de la coleta a las niñas -pobre Natalia Ginzburg, la tiene negra; me recuerda un poco a Bart Simpson), Ramón no tiene medida (moja donuts en horchata, sus compañeros le ríen las gracias), Borges permanece callado en una esquina, siempre agarrado a un libro...

conde-duque dijo...

Y Zenobia Camprubí es como la Nani de los Pequeñecos. Afortunadamente sólo se le ven las medias (de colores). Por mucho que se agachen los más revoltosos, no le verán las bragas, no.

Anónimo dijo...

Sí, veo, conde-duque, que tu también conoces esta guardería; hay que tener paciencia. A veces son un poco alborotadores pero en general son buenos chicos. Y además lo bueno es que son un poco gitanos, que los nenes educados y con la camiseta por dentro siempre obedientes acaban hartando. A Natalia G. la tienen frita y Borges es un poco autista y delicado, por lo que es el objetivo perfecto para bromas y macabradas, y Kafka es medio bicho, y tiene la manía de papel que pilla papel que quema, ya sean contratos o poemas.
Espero que la Nani no asuste a nadie, con y sin vistazo a las bragas. El valiente probablemente hubiese definido su sexualidad futura ipso facto...

Anónimo dijo...

Estoy revisando algunos de tus artículos (excelentes, sí señor), y me ha llamado la atención el que dedicas a la locura de Nietzsche. Luego he seguido leyendo y me he encontrado con Ramón en tu guardería, autor del que yo también soy devoto (devoto a la manera Ramoniana, es decir, una devoción disolvente y agujereada).

He recordado que Ramón también perdió la cabeza al final de su vida, o cuando menos sufrió varias crisis nerviosas que lo convirtieron en un guiñapo (las últimas fotos de él son espeluznantes).

Cuesta trabajo entender por qué estas gentes caen de ese modo. En el caso de Nietzsche (cuya caída es tan incomprensible como la de cualquier otro) se arguye su postura existencial, su soledad. Pero ¿Y Ramón? ¿Por qué cayó Ramón? Es algo que me desarma!

Ramón, que apenas tocaba el suelo!

Mabalot dijo...

Sí, yo también soy devoto de Ramón a la manera ramoniana, no hay otra manera de seguirlo, yo creo, ni de odiarlo.

Es interesante tu reflexión; ¿qué le pasó a Ramón? Sí, que apenas tocaba suelo, tan cierto, pero su suelo, él mismo, sí que lo veía, y era un hipocondríaco de aúpa. El miedo a la muerte cuando la muerte está tan a la vista supongo que nos obliga a un ajuste de cuentas con nosotros mismos, con lo hemos hecho, sido... Una gran putada, y Ramón quizá se vio perdido entre tanto juguete y muñeca de porcelana...

Y además todo lo que le hizo hacer o no hacer la guerra civil, que es un juego de mayores...
Un saludo Rrose. Un placer leer tus comentarios.