4/11/12

Tal vez

Puede que no haya nada más absurdo que no ser feliz. Y, en cambio, la felicidad parece una práctica de la que sólo se sienten capaces los irresponsables, los idiotas. Es un don que dios le ha dado a los inconscientes, para compensar no se sabe qué desequilibrios. Los inteligentes se amargan mucho, y ya no digamos los inteligentes de izquierda. Ser feliz, como tara. Quizá sea así porque ser feliz, en general, es toda una frivolidad, la mayor, y también terriblemente aburrido. No hay más que ver, la verdad, a los que presumen de felicidad; llevan una vida tristísima. No dejan de divertirse ni un momento, van de aquí para allá sin parar, y siempre están rodeados de amigos (bueno, conocidos, o gente) y su mujer e hijos les hacen la ola cada día. Puede que haya otro tipo de felicidad; la de los cartujos. Es el otro extremo. También del aburrimiento.

Es una época hermosa la nuestra para amargarse. No sólo se dan las condiciones sociales y económicas, sino sobre todo las estéticas. No hay cosa que le siente mejor a una belleza que unas gotas de amargura. Se diría que en ese rostro nublado encontramos la mejor razón para el amor. Watzlawick, ese gran psicólogo austríaco, decía en El arte de amargarse la vida: "Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos."

Fue Borges el que escribió; "He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz." Sospecho que Borges hubiera llevado una vida parecida a la que llevó si volviera a nacer como Borges. Por lo tanto, su no felicidad es la no felicidad elegida por él día tras día. Es pura nostalgia al pensar en el que fue. Siente que se merecía mucho más.

En Tristana, que acabo de leer (decepcionante en muchos aspectos), se dice al final: "¿Eran felices uno y otro?... Tal vez."

Sí, quizá sí, eran felices, porque ya se habían olvidado de querer ser felices. Es decir, de sí mismos.

La verdadera felicidad debería ser siempre un poco secreta. Para no amargar a los demás.

3 comentarios:

Navegante dijo...

Willy el Sifones tenía un camión de gaseosas que repartía por una...


Me alegra que le guste.
Saludos.




























Juan Tallón dijo...

Nunca desconfío tanto como cuando aparece alguien hablando de la felicidad. ¿Qué pretende? ¿Qué busca? ¿Qué oculta? ¿A quién ha matado, para salir con esas? La felicidad es un tema... intratable. Empezando por su definición. Cuando alguien me dice que es feliz, abiertamente, tiendo a pensar que es tonto. Si por el contrario me dice que es tan infeliz que le gustaría morirse, pienso más o menos lo mismo, y que aún por encima es un brasas. Ciertamente, me hubiese gustado a mí ser el autor de su post, joder.

Mabalot dijo...

Efectivamente, intratable. Yo creo que que hay que cachondearse un poco de la felicidad. La infelicidad se ha convertido en una enfermedad, como casi todo.

Padecer una infelicidad galopante, según cuentan las crónicas, es vivido como un absurdo, porque no hay razones que justifiquen ese sentimiento. Ser infeliz es casi un vicio.

Evidentemente, hay vicios más interesantes.

Saludos, Tallón y Navegante.