24/5/12

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FRANCIA, no sé para otros, pero para mí es totalmente un país imaginario. Aun siendo un país ya visto, en la ida y en la vuelta, por esto o por lo otro. Ese paisaje; y la película finísima de sudor brillante que cubre a esos ancianos, como si sudaran queso. He ido a París hace años y me traje unas cuantas estampas personales, de calles que no sabría ubicar en el callejero, y un par de cementerios. Recuerdo la lápida de Proust, en un mármol horrible, de encimera marujona. Era una tumba limpia sobre la que daban ganas de hacerse un bocadillo. La de Cortazar, que nos salió al paso (y en otro cementerio, pues peinamos dos cementerios a la hora de la siesta), daba otra impresión, con dos o tres libros hinchados y asquerosos, como si se los hubieran tirado encima de mal humor. Pienso en Francia y en París; leía a Stendhal, que detesta París y a sus habitantes, y leía a Echenoz, también en París (el paraíso y el infierno), en una novela titulada Al piano. Va esta última de un pianista célebre al que le da tanto pánico actuar en directo que se agencia un secretario para que le pasee antes de los conciertos y le prohíba beber. Más cosas, pero da igual. El texto de la contracubierta ya está escrito. Es una sátira graciosa. Se muere el protagonista y falta todavía mucha novela.

La prosa de Echenoz tiende a la poesía sin ser poética, que es lo mejor que se puede decir de un libro.

Stendhal es, como todo gran genio, un incapaz. Medio libro lamentándose de su falta de ganas de escribir. Y escribe, de todas formas, tirando, como diría Azorín, el carro por el pedregal. Salen un montón de nombres, parece el Hola eso. Todo vagos y marquesas y generales y Pares de Francia. Le destroza la vida ese alternar con marquesas; pocos escritores se habrán tomado el amor más en serio. Recuerdos de egotismo es, digamos, una justificación de su pasado; se corrige, porque qué lejos está el Stendhal presente que escribe de ese Stendhal pasado, nunca los suficientemente digno, a la altura de lo que opina de sí mismo. Un ajuste de cuentas. Se engalana para el futuro. Está convencido de que sus lectores todavía no han nacido. Lo tiene tan claro que la posteridad no ha tenido más remedio que darle la razón.

Baroja escribe sus memorias siguiendo el modelo stendhaliano. A lo que vaya saliendo, y retocando los recuerdos. Hacerse un pasado, una vida.

Egotismo, dice: "Soy como una mujer honrada que se metiera a prostituta: necesito vencer a cada instante ese pudor de hombre decente al que le horroriza hablar de sí mismo. Y sin embargo, este libro no es más que eso. No preveía yo este accidente que acaso me hará abandonarlo todo. Ni preveía otra dificultad que la de tener el valor de decir la verdad sobre todas las cosas: lo cual es lo de menos." [pág. 155, Recuerdos de egotismo, Stendhal, ed. Cabaret Voltaire]

Es decir, puta y mentiroso. Gran arte.

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