*
Leyendo "El loro de Flaubert" (Anagrama 1986), que me encontré hace unos días en la librería de viejo del pueblo. Nunca había leído a Julian Barnes. Hay tanto que no leer, pero sobre todo tanto que solo leería uno en la cárcel, obligado por una biblioteca de sobras y casualidades. Es esta librería de viejo una de mis cárceles, pues me he hecho varias cárceles, y voy recogiendo aquí cosas que gustan más con papel y letra de hace lustros que con la de ahora. Lo nuevo incomoda por nuevo; es un valor añadido que acaba siendo lo contrario, un fastidio. Hasta el olor a nuevo es un vulgar olor a pegamento y plástico que hemos asociado a novedad. Así como los niños pequeños aseguran que tales o cuales zapatillas deportivas corren más que otras yo digo que se lee mejor y más rápido y hasta con más provecho un libro de segunda mano o viejo, como quiera llamársele.
La manía de las primera ediciones no la tengo. O no tengo el dinero, lo que viene siendo lo mismo.
A propósito de Flaubert. El libro de Barnes es un híbrido entre biografía y ficción. Ficción del narrador, de esa primera persona que retrata a Flaubert. Precisamente Flaubert, ese lugar común sobre el papel del autor en la sociedad. Qué; ¿Ese tipo que hace frases, para el que un adjetivo es mucho más importante que cualquier problema social? Un Sartre poco y mal leído nos ha dejado ese Flaubert. El Sartre niño que al querer leer Madame Bovary preocupaba a su madre: "Pero si mi hijito lee libros como ése a esta edad, ¿qué hará cuando sea mayor?" "¡Los viviré!", contesta el chaval. Pero más bien los maldice; literatura, ¡sólo literatura!
Vivimos tiempos jodidos. Siempre hemos vivido tiempos jodidos, pero ahora más. Qué leer, qué escribir, se preguntan algunos. Copio. Fragmento del libro de Barnes: "La literatura incluye a la política, pero no ocurre lo mismo al revés. No es una opinión que esté muy de moda, ni entre escritores ni tampoco entre políticos, de modo que tendrá que disculparme. Los novelistas que piensan que sus escritos son un instrumento político degradan, me parece, la literatura y exaltan neciamente la política. No, no estoy diciendo que debería estarles prohibido que tuvieran opiniones políticas. Sólo digo que a esa parte de su trabajo deberían llamarle periodismo. El escritor que imagina que la novela es la forma más eficaz de participar en política suele ser un mal novelista, un mal periodista y un mal político." [Pág. 158]
No hay comentarios:
Publicar un comentario