3/12/11

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Además de la metralla, el eufemismo, que no mata ni destroza vidas pero desmoraliza, como si la estupidez humana fuera una enfermedad incurable. Dan un poco ganas de hacerse anacoreta y retirarse al monte a contarle las patas a los bichos, da igual si siempre tienen las mismas. En la pancarta, plaza de Cervantes, se lee: "Defender a lingua nom é delito. Liberdade detidos!". Los gritones vienen a cuento por la olla express que le habían preparado a Alfonso XIII, o por ahí, en Coruña. Ayer, hoy, estos días. Los gallegos tenemos un gusto exquisito por el anacronismo, y unas veces nos queda bonito y otras veces nos queda raro y escandalosamente tonto. Tendría más sentido, dentro del sinsentido de cambiar vidas ajenas por reclamaciones, que dijeran que se defendían el bolsillo, ahora que Galicia es la comunidad en la que más sube el paro. Pero no. Para lo de la pela los gallegos siempre han emigrado; lo de poner bombas es más una actividad cultural, un rollo de filólogos. Mira tú por qué había tanta policía.

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"Mis afinidades con el espíritu judío. Gusto de la burla, cierta inclinación a la autodestrucción, obsesiones malsanas; agresividad; melancolía atemperada o agravada por el sarcasmo, según las horas; complacencia con la profecía, sentimiento de víctima siempre, incluso en los momentos de felicidad." [Cioran, Cuadernos 1957-1972, pág. 119]

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Arrimados a los estantes, silenciosos, casi invisibles, o mejor, camuflados, como rascando con los dedos los lomos de los libros viejos, amarillos, apolillados. Ahí están los buscadores de libro usado. ¿Serán los mismos de siempre? Son los mismos de siempre y son otros. Yo qué sé, no los distingo. La luz floja de la bombilla lejana ya nos pone a todos la cara terrosa del que se ve morir a la vuelta de la esquina. Hay un algo de piernas no depiladas en el ambiente; incluso de axila no depilada. Así de amarilla es la luz de la bombilla. Pero qué negocio es este en el que no hace falta ni vender ni comprar, me pregunto. Algo vende, de todas formas. El margen es mayor que en las librerías de nuevo. Un gordo de perilla y coleta abarca todo el pasillo y he de arrimarme a las intervius viejas para pasar. Se busca con escepticismo, como con frío, sin acabar de sacar las manos de los bolsillos. Respira durante un buen rato a mi lado Dark Vader. En este silencio de vertedero de papel destaca mucho la sonata de sus bronquios. Después el chaval gordo de perilla y coleta paga algo y empieza a hablar. Habla tan alto que no tengo más remedio que mirar y seguir la conversación sin disimulo. Si él puede hablar tan alto yo puedo mirar, aunque no haya nada que mirar. Tiene cara de cabrón inaguantable. Dice que ahora va a vender por internet lo que acaba de comprar. Dice que aquí compra a cuatro duros lo que después vende por diez veces más, como mínimo. Se ríe, de listo que es. Al dependiente se le pone cara de idiota. Me miran ambos. 


1 comentario:

Carolinarome66635 dijo...

Bueno la verdad es que tienes mucha rozon con lo que dices ademas me gusta mucho como te expresas... Carolina - casas en venta